Mucho se ha escrito sobre el fotógrafo, artista y cineasta
italiano Paolo Gioli, pero pocas veces tenemos la oportunidad de ver su obra en
pantalla grande, abordando cada una de las experiencias que nos ofrece. El
director tiene a sus espaldas una gran cantidad de cortometrajes no narrativos
desde que iniciara su andadura en 1969, aunque la investigación académica ha demostrado que existe poca
seguridad con respecto al número exacto de sus creaciones. Tan solo dos años
después de haber vivido en Nueva York, la ciudad de los vanguardistas modernos
que claramente influyeron en su trabajo cinematográfico, comenzó a desarrollar una idea clave en torno a la que gira su poética: la liberación de la
máquina a través de su propio movimiento.
Su trabajo, centrado en lo más primario del séptimo arte,
los químicos, el celuloide o las técnicas de iluminación; funde diferentes
artes en su filmografía para otorgar de vida a las imágenes a través de su
manipulación, la mayor parte de ellas enfocadas al cuerpo humano y a las
expresiones faciales. Un perfecto ejemplo de ello es “Film stenopeico (L'uomo
senza macchina da presa)”, un metraje de apenas 13 minutos en el que Gioli
experimenta con la técnica estenopeica en 16 mm con absoluta destreza y
creatividad, ya que él mismo fabricaba sus propios dispositivos, como el que
podemos apreciar en otras de sus más emblemáticas obras, “Traumatografo” (1973) o “Filmarilyn” (1992).