Si
hay algo que destaca en el cine de Corea del Sur, es el género thriller.
En los últimos dos años, ya hemos visto cómo algunos de sus guiones se han
colado entre los herméticos muros de la industria hollywoodiense y es que,
aunque éstos lancen al mercado multitud de bodrios, también saben cuándo un
trabajo es de auténtica calidad. Ésta es la causa por la que el público, amante o
no del cine asiático, sentimos verdadero entusiasmo cada vez que leemos alguna
noticia sobre las próximas producciones surcoreanas. Ya de por sí, la palabra “thriller”
hace que la piel se erice y es que son pocos los que saben mantener esa intriga
típica, que no tópica, de este género y si viene de allí, sin duda será una estupenda
inversión de tiempo.
"A Hard Day" nos recuerda que todos podemos tener un mal día, pero lo del comisario de policía Go Geon-Soo (Lee Seon-Gyun)
ya es punto y aparte. Debe asistir al funeral de su madre, mientras su
matrimonio se desmorona y, como ya sabemos, de estar mal a estar peor tan sólo
hay paso, por lo que, para colmo, también atropella a un hombre que irrumpe en
plena carretera. La tensión no se hará esperar cuando tenga que deshacerse del
cadáver, pero salir airoso del delito no es tan fácil como parece. Y todo ésto
sucede en los primeros minutos del largometraje, directo al grano.
No
es de las mejores películas que nos llega de su próspera industria, pero sí
merece la pena su visionado, quizá sea por ese encanto especial a la hora de
fusionar el misterio y la acción con unas ligeras pinceladas de comedia negra.
Casi habíamos perdido la pista del director y guionista Kim Seong-Hoon, ya que
desde 2006 ("How the Lack of Love Affects Two Men") no había publicado nada
nuevo. Sí, han transcurrido unos cuantos años, y sí, prácticamente había pasado a la lista de
cineastas olvidados, frustrados tras un primer intento, pero con el resultado
de “A Hard Day”, a la vista está que ha merecido la pena, aun siendo, por
supuesto, mejorable.
Dinámica en ritmo, engancha desde el primer minuto, aunque sólo sea por ver cómo consigue salir el protagonista de tal aprieto. Después de conocer la sinopsis, es inevitable pensar que la historia es más de lo mismo, pero no se puede estar más equivocado. Los giros argumentales rompen con algunos clichés que conocemos de otras películas similares y, si además sumamos persecuciones, peleas y explosiones, esos elementos básicos de toda buena cinta de acción, tenemos una perfecta producción que despierta el interés desde el principio.
Dinámica en ritmo, engancha desde el primer minuto, aunque sólo sea por ver cómo consigue salir el protagonista de tal aprieto. Después de conocer la sinopsis, es inevitable pensar que la historia es más de lo mismo, pero no se puede estar más equivocado. Los giros argumentales rompen con algunos clichés que conocemos de otras películas similares y, si además sumamos persecuciones, peleas y explosiones, esos elementos básicos de toda buena cinta de acción, tenemos una perfecta producción que despierta el interés desde el principio.
Como
no podía ser de otra manera, los personajes se sumergen de lleno en el mundo de
la corrupción bajo la premisa de que los buenos no son tan buenos ni los malos
tan infames y a la vista está que queda claro desde el primer minuto. Aunque en la filmografía de Lee Seon-Gyun priman los papeles secundarios, nadie puede negar que su trabajo es más que correcto. Por su parte, el
villano recae en el actor Cho Jin-Woong, con una expresividad pasmosa que le
lleva a ser la joya del largometraje.
Lo
mejor: esos puntos de comicidad que rozan la locura y la mente criminal que
encarna Cho Jin-Woong.
Lo
peor: la cantidad de thrillers surcoreanos que le superan en intensidad.
A mí lo que realmente me pareció uno de los puntos más interesantes del guión es la manera en la que se perfila a la policía surcoreana. Lejos de ser una batalla entre el oficial bueno y el oficial malo, la historia se sumerge en la corrupción para desarrollar un relato en el que todos poseen actitudes despreciables. El humor funciona a la perfección como un intensificador de aquellos momentos serios en los que lo que sucede es demasiado fuerte o inverosímil, mientras que el final es algo extenso, pero esa última escena está muy bien lograda.
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