A veces no es necesario crear un producto demasiado
elaborado para conquistar a la audiencia. Tal es el caso de la serie de
animación para adultos “Back Street Girls” (“Bakku Sutorīto Gāruzu”), una producción
japonesa de lo más descabellada, que parte de una premisa suculenta y original.
Precedida por el éxito del manga a manos de Jasmine Gyuh a través de la revista Young
Magazine desde marzo de 2015, aprovecha cuestiones tan actuales y familiares como las bandas femeninas de música pop en Japón. Esta ficción cuenta también
con apoyo estadounidense, un aspecto muy apreciable en las voces de los
personajes. Pocas veces tenemos el placer de disfrutar de algo tan irreverente,
salvaje, divertido y políticamente incorrecto y, por tanto, es algo de
agradecer entre la inmensa oferta existente.
Estamos acostumbrados a ver a la yakuza en otro tipo de
circunstancias. Hombres fieles con un brutal código de honor, siempre presentes
en la sociedad japonesa de alguna u otra manera. Sin embargo, en esta ocasión,
un simple fallo de un miembro no termina de la forma más esperada y que tantas
películas y series nos han mostrado. Kentarō Yamamoto, Ryō Tachibana y Kazuhiko
Sugihara trabajan para un jefe que no dejará pasar el error que han cometido.
Es por eso que, de repente, se ven ante un castigo inimaginable. En un viaje
directo a Tailandia, van a ser operados para convertirse en unas idols
perfectas, ya que el nuevo negocio del jefe es trabajar como manager de una
banda de chicas. Así es como Kentarō será la líder Airi Yamamoto; Ryū, la rubia
Mari Tachibana; y Kazuhiko, la jovencita Chika Sugihara. A primera vista, sus
cuerpos son de atractivas veinteañeras, pero, en su mente, siguen siendo tres
rudos yakuzas muy poco acostumbrados a los formalismos femeninos en Japón.
El director japonés Chiaki Kon ya se encargó de animes
notables como “Higurashi no naku koro ni” (2006-), “Hana sakeru seishônen”
(2009-), “Otome youkai Zakuro”, (2010-) o “Gekijouban Sekaiichi hatsukoi:
Yokozawa Takafumi no baai” (2014), entre otros. Sin duda, todos ellos más
convencionales que “Back Street Girls”, el proyecto más arriesgado de su
carrera. Junto a él, figuran el guionista Susumu Yamakawa y el compositor
Gesshoku Kaigi, responsables de una serie de lo más trepidante y absurda que,
en cambio, posee una crítica mordaz a la industria del entretenimiento. En
plena oleada de idols japoneses y coreanos en expansión, estas jóvenes
estrellas aparentemente frágiles, son sometidas a un duro entrenamiento durante
años para perfeccionar aptitudes de canto, baile y modales no sólo en el
escenario, sino también frente a la sociedad. Kentarō, Ryō y Kazuhiko deben
vestirse de coloridas colegialas con provocativas minifaldas para salir a
escena, firmar discos, acudir a entrevistas o llevar a cabo más de un "vis a vis" con su
legión de seguidores, a cada cual más extraño y perturbado. Tras ello, sólo queda un apartamento deprorable con un pequeño zulo de castigo para quienes no sepan comportarse como deben.
Efectivamente, ante tanta niñería, delicadeza y apariencia
“cuqui”, la comedia surge a partir de sus pensamientos y conversaciones. Ese
choque entre lo que se espera de ellos y lo que realmente son transforman cada
capítulo en una bizarra diversión entre tacos, desesperación y humillación por
parte de quienes desean cumplir con el código de honor y sentirse agradecidos a
un jefe que, en lugar de matarlos o amputarles un miembro, les ha convertido en
estrellas de la canción. Como cabe esperar, no existen tabúes entre las tres
jovencitas, capaces de emborracharse con sake en una postura políticamente
incorrecta entre las japonesas, mientras charlan sobre el estreñimiento, las
almorranas o sus genitales. Su verdadera forma de ser les hará pasar por más de
una situación vergonzosa, en la que es importante no perder de vista las
reacciones de quienes no conocen su pasado.
Con este humor tan burdo no pueden faltar las exageraciones
y cierta teatralidad tradicional tan propia del anime japonés. Sin embargo,
cabe pensar que la serie ha sido construida con demasiada rapidez entre
imágenes estáticas que merman la calidad de una producción que debería haber
recibido más mimo. Ese aire a cortometraje de bajo presupuesto perpetúa la
sensación de que, en realidad, todo está inacabado. Es cierto que, aunque
parece que se nos olvida este detalle con el transcurso de los episodios, sus
inicios suponen un fuerte bache a superar para quienes son grandes consumidores
de la animación japonesa.
“Back Street Girls” no puede ser más gamberra e inusual y, sólo por
ello, quienes ya la han visionado, esperan seguir haciéndolo con nuevas
temporadas. Sin duda alguna, es imposible no soltar unas cuantas carcajadas en
cada capitulo e, incluso, llegar a ruborizarse con más de un comentario
retorcido. Un producto fresco que se ha convertido en indispensable y que,
sobre todo, funciona a la perfección para maratones una vez que superamos los
citados fallos que contiene. A través de ella, nos adentramos en el lado oscuro
de la industria del entretenimiento, en el perfil de los obsesionados fans, en
los detractores capaces de destrozar una carrera por una cuenta pendiente, en
los celos, en las ansias de poder y dinero, en el honor…
Lo mejor: su humor es capaz de conquistar y sacar los
colores a cualquiera.
Lo peor: la sensación de una producción inacabada.
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