martes, 4 de junio de 2019

EL LADO MÁS BIZARRO DE LA INDUSTRIA (2018)


A veces no es necesario crear un producto demasiado elaborado para conquistar a la audiencia. Tal es el caso de la serie de animación para adultos “Back Street Girls” (“Bakku Sutorīto Gāruzu”), una producción japonesa de lo más descabellada, que parte de una premisa suculenta y original. Precedida por el éxito del manga a manos de Jasmine Gyuh a través de la revista Young Magazine desde marzo de 2015, aprovecha cuestiones tan actuales y familiares como las bandas femeninas de música pop en Japón. Esta ficción cuenta también con apoyo estadounidense, un aspecto muy apreciable en las voces de los personajes. Pocas veces tenemos el placer de disfrutar de algo tan irreverente, salvaje, divertido y políticamente incorrecto y, por tanto, es algo de agradecer entre la inmensa oferta existente.

Estamos acostumbrados a ver a la yakuza en otro tipo de circunstancias. Hombres fieles con un brutal código de honor, siempre presentes en la sociedad japonesa de alguna u otra manera. Sin embargo, en esta ocasión, un simple fallo de un miembro no termina de la forma más esperada y que tantas películas y series nos han mostrado. Kentarō Yamamoto, Ryō Tachibana y Kazuhiko Sugihara trabajan para un jefe que no dejará pasar el error que han cometido. Es por eso que, de repente, se ven ante un castigo inimaginable. En un viaje directo a Tailandia, van a ser operados para convertirse en unas idols perfectas, ya que el nuevo negocio del jefe es trabajar como manager de una banda de chicas. Así es como Kentarō será la líder Airi Yamamoto; Ryū, la rubia Mari Tachibana; y Kazuhiko, la jovencita Chika Sugihara. A primera vista, sus cuerpos son de atractivas veinteañeras, pero, en su mente, siguen siendo tres rudos yakuzas muy poco acostumbrados a los formalismos femeninos en Japón.

El director japonés Chiaki Kon ya se encargó de animes notables como “Higurashi no naku koro ni” (2006-), “Hana sakeru seishônen” (2009-), “Otome youkai Zakuro”, (2010-) o “Gekijouban Sekaiichi hatsukoi: Yokozawa Takafumi no baai” (2014), entre otros. Sin duda, todos ellos más convencionales que “Back Street Girls”, el proyecto más arriesgado de su carrera. Junto a él, figuran el guionista Susumu Yamakawa y el compositor Gesshoku Kaigi, responsables de una serie de lo más trepidante y absurda que, en cambio, posee una crítica mordaz a la industria del entretenimiento. En plena oleada de idols japoneses y coreanos en expansión, estas jóvenes estrellas aparentemente frágiles, son sometidas a un duro entrenamiento durante años para perfeccionar aptitudes de canto, baile y modales no sólo en el escenario, sino también frente a la sociedad. Kentarō, Ryō y Kazuhiko deben vestirse de coloridas colegialas con provocativas minifaldas para salir a escena, firmar discos, acudir a entrevistas o llevar a cabo más de un "vis a vis" con su legión de seguidores, a cada cual más extraño y perturbado. Tras ello, sólo queda un apartamento deprorable con un pequeño zulo de castigo para quienes no sepan comportarse como deben.

Efectivamente, ante tanta niñería, delicadeza y apariencia “cuqui”, la comedia surge a partir de sus pensamientos y conversaciones. Ese choque entre lo que se espera de ellos y lo que realmente son transforman cada capítulo en una bizarra diversión entre tacos, desesperación y humillación por parte de quienes desean cumplir con el código de honor y sentirse agradecidos a un jefe que, en lugar de matarlos o amputarles un miembro, les ha convertido en estrellas de la canción. Como cabe esperar, no existen tabúes entre las tres jovencitas, capaces de emborracharse con sake en una postura políticamente incorrecta entre las japonesas, mientras charlan sobre el estreñimiento, las almorranas o sus genitales. Su verdadera forma de ser les hará pasar por más de una situación vergonzosa, en la que es importante no perder de vista las reacciones de quienes no conocen su pasado. 

Con este humor tan burdo no pueden faltar las exageraciones y cierta teatralidad tradicional tan propia del anime japonés. Sin embargo, cabe pensar que la serie ha sido construida con demasiada rapidez entre imágenes estáticas que merman la calidad de una producción que debería haber recibido más mimo. Ese aire a cortometraje de bajo presupuesto perpetúa la sensación de que, en realidad, todo está inacabado. Es cierto que, aunque parece que se nos olvida este detalle con el transcurso de los episodios, sus inicios suponen un fuerte bache a superar para quienes son grandes consumidores de la animación japonesa. 

“Back Street Girls” no puede ser más gamberra e inusual y, sólo por ello, quienes ya la han visionado, esperan seguir haciéndolo con nuevas temporadas. Sin duda alguna, es imposible no soltar unas cuantas carcajadas en cada capitulo e, incluso, llegar a ruborizarse con más de un comentario retorcido. Un producto fresco que se ha convertido en indispensable y que, sobre todo, funciona a la perfección para maratones una vez que superamos los citados fallos que contiene. A través de ella, nos adentramos en el lado oscuro de la industria del entretenimiento, en el perfil de los obsesionados fans, en los detractores capaces de destrozar una carrera por una cuenta pendiente, en los celos, en las ansias de poder y dinero, en el honor…

Lo mejor: su humor es capaz de conquistar y sacar los colores a cualquiera.

Lo peor: la sensación de una producción inacabada.


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