Ninguna investigación tiene un camino directo. Todas ellas
tienen multitud de callejones sin salida, muchos de ellos oscuros y peligrosos, pero sólo uno
supone la vía correcta para desenmarañar las incógnitas del objeto a estudiar.
Sin embargo, la exploración de todo un laberinto supone destapar hechos
paralelos, nuevas calles sin transitar que pueden conducirnos a finales
insospechados. Así es como han sido los seis años que ha tardado el director, productor y guionista danés
Mads Brügger en desvelar parte de sus objetivos, plasmados en parte a través
del documental “La muerte de Hammarskjöld”, la cual ha obtenido varios premios
en festivales internacionales, siendo destacable el recibido en Sundance.
Brügger inició su proyecto con el fin de recopilar información en torno a la muerte de Dag Hammarskjöld, el que fuera secretario
general de la Organización de las Naciones Unidas entre 1953 y 1961, año en el
que también recibió el Premio Nobel de la Paz. Su viaje a Ndola terminó en un
accidente de avión en Rhodesia del Norte (Zambia), en el que murieron todos los
pasajeros, pero no todos los datos que se ofrecen apuntan a esta hipótesis,
sino que, en realidad, bien pudiera haber sido un asesinato. En 2017 salió a la
luz una nueva variable en este puzle por la que se consideraba la posibilidad
de que el avión hubiera sido derribado por otro. Sin duda, la actitud pacifista de Hammarskjöld, especialmente
en el continente africano, en donde se acumulaban un gran número de intereses
económicos y políticos por parte de las potencias occidentales, le podría haber
costado la vida. Brügger, acompañado en todo momento por el investigador privado sueco
Göran Björkdahl, hijo de un oficial sueco de la ONU, persigue
esclarecer este suceso, mientras otras cuestiones paralelas de gran magnitud se
presentan ante él.
El cineasta siempre ha trabajado con el género documental, ya
sea para televisión como para la gran pantalla. Desde sus inicios, se ha
interesado por cuestiones controvertidas, presentando extensas investigaciones
que le han llevado a infiltrarse en Corea del Norte con la excusa de un teatro
vodevil en “Det røde kapel” (2006, 2009) o a hacerse pasar por el embajador
de Liberia para destapar el comercio de diamantes en África en “El Embajador”
(2011). No se distancia de este emplazamiento para entrar de lleno en el pasado a través
de los conflictos colonialistas de mediados del siglo XX. Con una estructura
narrativa de lo más atractiva, la obra se nutre de una gran cantidad de grabaciones de archivo,
documentación y entrevistas. Todo ello adornado por el relato que Brügger dicta a un par de
secretarias congoleñas para que lo transcriban a máquina.
Los intereses occidentales en el territorio africano quedan ampliamente retratados a través de la cinta, en donde salen a relucir cuestiones como el origen y expansión del SIDA en la zona, el papel camuflado de los mercenarios, las víctimas que éstos se han cobrado, etc. Más allá del supuesto “accidente” de avión de Hammarskjöld, el trabajo de campo del director y su compañero Björkdahl pone de manifiesto un brutal entramado hasta la fecha desconocido por el que nos sentimos más de una vez sorprendidos, incómodos e indignados. Toda una vorágine de tensión y suspense que nos absorbe en una espiral de misterios, intenciones ocultas y planes secretos.
Los intereses occidentales en el territorio africano quedan ampliamente retratados a través de la cinta, en donde salen a relucir cuestiones como el origen y expansión del SIDA en la zona, el papel camuflado de los mercenarios, las víctimas que éstos se han cobrado, etc. Más allá del supuesto “accidente” de avión de Hammarskjöld, el trabajo de campo del director y su compañero Björkdahl pone de manifiesto un brutal entramado hasta la fecha desconocido por el que nos sentimos más de una vez sorprendidos, incómodos e indignados. Toda una vorágine de tensión y suspense que nos absorbe en una espiral de misterios, intenciones ocultas y planes secretos.
Es francamente destacable la facilidad con la que el
cineasta nos conduce por su travesía, aportando, incluso, ciertos toques de
sátira que logran relajar la pútrida atmósfera que le envuelve, especialmente
tras el descubrimiento de la “Operación Celeste”, cuya documentación cae en
sus manos. En su interior, quedan recogidos un gran número de detalles sobre el asesinato del
secretario de la ONU. Desde ese instante, el Instituto Sudafricano de
Investigación Marítima (SAIMR) pasa a convertirse en su principal objetivo.
¿Cuál es su finalidad? ¿Son ciertas cada una de las páginas que componen el
informe? ¿Quiénes estaban tras esta organización? ¿Quién les financiaba?
Frente a la cámara desfilan, incluso, antiguos miembros del
Instituto con el fin de perseguir la labor de su antiguo líder, Keith Maxwell, un hombre
que se hacía pasar por médico altruista entre los más pobres de algunos
municipios marginales de Sudáfrica para poder experimentar con el ser humano.
El afán de ambos investigadores por descubrir la verdad a través de sus diarios les lleva a revelar
declaraciones engañosas y actividades ilícitas, componiendo un retrato de las
calamidades que soporta la memoria histórica de un continente utilizado como
campo de batalla, cuyos habitantes han sido simples marionetas en manos de los
países occidentales.
“La muerte de Hammarskjöld” supone una labor revolucionaria.
Tanto es así que el trabajo de Brügger y Björkdahl logró ser noticia en los medios de comunicación gracias al gran
número de datos que se aportan con respecto a un caso que se cerró sin
investigación policial, aportando una documentación falsificada con la que
cerrar bocas y terminar cuanto antes con un acto del apenas se tenían pistas y
que, además, favorecía muchos intereses. No es la primera ni será la última
vez que conozcamos hechos de la memoria histórica mundial que forman parte de
un misterioso entramado que se esconde tras la realidad que conocemos a simple
vista. Por suerte, aún quedan personas que realizan un trabajo de campo
asombroso para ofrecernos la perturbadora verdad de todo lo que habíamos dado por cierto.
Lo mejor: la extensa labor de investigación que nos presenta
Brügger.
Lo peor: abrir un camino supone descubrir otros muchos que,
en casi 130 minutos de metraje, son imposibles de tratar en profundidad.
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