Mucho se ha escrito sobre el fotógrafo, artista y cineasta
italiano Paolo Gioli, pero pocas veces tenemos la oportunidad de ver su obra en
pantalla grande, abordando cada una de las experiencias que nos ofrece. El
director tiene a sus espaldas una gran cantidad de cortometrajes no narrativos
desde que iniciara su andadura en 1969, aunque la investigación académica ha demostrado que existe poca
seguridad con respecto al número exacto de sus creaciones. Tan solo dos años
después de haber vivido en Nueva York, la ciudad de los vanguardistas modernos
que claramente influyeron en su trabajo cinematográfico, comenzó a desarrollar una idea clave en torno a la que gira su poética: la liberación de la
máquina a través de su propio movimiento.
Su trabajo, centrado en lo más primario del séptimo arte,
los químicos, el celuloide o las técnicas de iluminación; funde diferentes
artes en su filmografía para otorgar de vida a las imágenes a través de su
manipulación, la mayor parte de ellas enfocadas al cuerpo humano y a las
expresiones faciales. Un perfecto ejemplo de ello es “Film stenopeico (L'uomo
senza macchina da presa)”, un metraje de apenas 13 minutos en el que Gioli
experimenta con la técnica estenopeica en 16 mm con absoluta destreza y
creatividad, ya que él mismo fabricaba sus propios dispositivos, como el que
podemos apreciar en otras de sus más emblemáticas obras, “Traumatografo” (1973) o “Filmarilyn” (1992).
La cámara de cine es la materia misma, la propia esencia de
sus creaciones. Sin embargo, “Film stenopeico (L'uomo senza macchina da presa)”
remplaza esa cámara tradicional para reestructurarla por medio de una vara
metálica de 1 cm de espesor, 2 cm de ancho y casi un metro de altura. Con nada
menos que 50 agujeros en su contorno mientras permanecían en movimiento por medio de sucesivos giros, el director nos ofrece una
mirada única del metraje encontrado. Las imágenes nos permiten observar
diversas partes de una casa, cuadros, ventanas, un gato, plantas, pero también
un arma atada con un cordel cuando aún no hemos sobrepasado el tercio de la obra. Gioli también nos muestra el cuerpo de una mujer en detalle, sus partes
más íntimas quedan retratadas junto a su cara o su nuca, mientras se sostiene
el pelo. Para cuando el reloj se ha detenido en el tiempo, es el rostro del
hombre el que toma protagonismo. La forma en la que recoge el cineasta el
cuerpo se torna siniestra con una mujer estática y sumisa y un hombre con actitud mucho más
agresiva y enloquecida.
No queda tiempo para discurrir cuando nos hallamos ya en la
calle. Troncos de árboles y diferentes perspectivas de una calle desértica tan
solo interrumpidas por la imagen de un tupido bosque al atardecer, un retrato
casi idílico con el que cierra Gioli su metraje después de habernos sometido a la inquietud que nos transmitía con
anterioridad y que aceleraba y desaceleraba a su antojo. “Film stenopeico (L'uomo senza macchina da presa)” no deja
indiferente a nadie por su originalidad, creatividad y, en definitiva, por toda una maquinaria
sugestiva que explora a fondo esa parte más pura del séptimo arte. El legado de
Gioli supone el pilar fundamental de la historia del cine experimental
italiano, al igual que su eterno deseo por la propia historia del arte, en la que quedó
inscrito gracias a su inolvidable labor que aún sigue engrosando toda una extensa y célebre
filmografía.
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