Resulta más sencillo de lo esperado sumergirnos en el segundo
largometraje del director serbio Miroslav Terzić. “Desaparecidos” (“Šavovi”) es un drama con tintes de suspense en el que se trabaja con un hecho deleznable
que se ha producido, incluso, en España. Desde hace ya unos cuantos años, las
noticias sobre bebés robados en el pasado han formado parte de la agenda de los
medios de comunicación. Esas inocentes víctimas que han tenido que esperar
décadas para poder reencontrarse con sus familiares por culpa de la ambición de
unos pocos. Entre favores y con ánimo de lucrarse, se dedicaron a destruir
hogares para reconstruir otros con mayor poder adquisitivo a través de la falsificación de documentación
para robar niños recién nacidos a mujeres a las que informaban del
fallecimiento de sus hijos. Una cuestión sumamente delicada cuyas consecuencias
seguimos observando en el presente y que el cineasta ha querido plasmar en su
segunda obra.
Han tenido que pasar nada menos que siete años desde su
ópera prima, “Redemption Street” (2012), que fue premiada en el Festival de
Sarajevo tras apostar también por un thriller dramático sobre los crímenes de guerra en
Belgrado. No se ha distanciado demasiado de esta premisa, puesto que sigue
dispuesto a revisar la memoria histórica de Serbia. Basado en hechos reales,
“Desaparecidos” se centra en el caso de Ana (Snezana Bogdanovic), una mujer de
mediana edad que sigue empeñada en que robaron a su hijo cuando dio a luz
hace 18 años. Su incesante búsqueda le ha llevado a un tremendo desgaste
psicológico, pero nunca ha cesado de presionar para obtener información. En cambio, su marido Jovan (Marko Bacovic), su hija mayor Ivana (Jovana
Stojiljkovic) y su hermana Marija (Vesna Trivalic) ya se han dado por vencidos.
No consiguen convencerla de que continúe con su vida y deje de anclarse en el
pasado. Es más, ha tenido que ser internada en el psiquiátrico, pero parece un
caso perdido. Todo está estancado. Ana no para de chocar contra muros
imposibles de derribar hasta que descubre una pista entre los documentos que le
proporciona una funcionaria del gobierno. ¿Es posible que su hijo haya sido
realmente robado?
La obra de Terzić profundiza en la psicología de sus
personajes de manera magistral. Más allá de los grandes silencios y las miradas
que parecen perdidas, pero que, en realidad, revelan el fuerte choque de
emociones que se produce ante la pérdida; existe un espacio sombrío colmado de
una soledad inesperada. Jovan siente una fuerte impotencia ante el descontrol
de su esposa. Trata de ser comprensivo y cariñoso con ella, pero se encuentra
forzado a un límite que le supera. Por su parte, Ivana se siente ignorada por
su madre, viéndose forzada a permanecer a la sombra de un supuesto hermano que
se ha transformado en un fantasma con el paso de los años. En un efecto rebote,
Ivana culpa a su madre de muchos de sus problemas y trata de castigarla bien a
través de la incomunicación, bien de los gritos y recriminaciones.
La narración construida por la guionista Elma Tataragic se
desarrolla a fuego lento, adquiriendo momentos de una extraña parálisis que no
hacen sino recordarnos el estancamiento que Ana sufre desde hace tantos años.
Con una simple motivación, una pista llegada de la forma más imprevisible, el
relato se activa al igual que la protagonista, que saca fuerzas de donde ya no
existen para intentar corroborar esa duda que siempre ha permanecido en su interior.
Ante un personaje de suma complejidad, Bogdanovic lleva a cabo un interpretación
impecable, transformándose en una madre forjada a hierro, pero también en una
mujer destruida que cada vez se ve más asfixiada por las debilidades que le
infunden los demás. Junto a la actriz, tal vez sea mucho más destacable la
labor realizada por la joven Stojiljkovic que la de Marko Bacovic gracias a ser puro temperamento y emoción. Quizá
sea Ivana la que aprenda una lección mayor en comparación con el resto de
personajes.
El director de fotografía Damjan Radovanovic acompaña a Ana
en ese extraño luto que le embarga. Es cierto que su trabajo no destaca tanto
como debiera, especialmente porque el interés que posee la obra de Terzić radica en su
narración. Para cuando queremos darnos cuenta, la imagen de Radovanovic ha
quedado en el olvido, mientras perseguimos con la mirada a Ana y su fortaleza,
sus ansias de encontrar respuestas, su valentía al enfrentarse a los posibles
culpables. Su
historia ha formado parte de la programación de festivales como el de Beijing,
Las Palmas o Berlín, entre otros, de los que se ha servido para exponer la memoria histórica de Serbia y
las cuentas pendientes que aún quedan por cerrar. “Desaparecidos” es precisamente eso, el símbolo de una lucha constante, una batalla que se
extiende durante décadas y que mina psicológicamente a sus víctimas.
Lo mejor: el ligero suspense que entraña una trama que, para
nosotros, aún sigue siendo actualidad. El desarrollo tan exhaustivo de la
psicología de sus personajes.
Lo peor: El estatismo en el que cae la narración en
determinados momentos puede hacer perder la paciencia a más de uno.
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