jueves, 1 de agosto de 2019

DERRIBANDO MUROS IMPOSIBLES (2019)



Resulta más sencillo de lo esperado sumergirnos en el segundo largometraje del director serbio Miroslav Terzić. “Desaparecidos” (“Šavovi”) es un drama con tintes de suspense en el que se trabaja con un hecho deleznable que se ha producido, incluso, en España. Desde hace ya unos cuantos años, las noticias sobre bebés robados en el pasado han formado parte de la agenda de los medios de comunicación. Esas inocentes víctimas que han tenido que esperar décadas para poder reencontrarse con sus familiares por culpa de la ambición de unos pocos. Entre favores y con ánimo de lucrarse, se dedicaron a destruir hogares para reconstruir otros con mayor poder adquisitivo a través de la falsificación de documentación para robar niños recién nacidos a mujeres a las que informaban del fallecimiento de sus hijos. Una cuestión sumamente delicada cuyas consecuencias seguimos observando en el presente y que el cineasta ha querido plasmar en su segunda obra.

Han tenido que pasar nada menos que siete años desde su ópera prima, “Redemption Street” (2012), que fue premiada en el Festival de Sarajevo tras apostar también por un thriller dramático sobre los crímenes de guerra en Belgrado. No se ha distanciado demasiado de esta premisa, puesto que sigue dispuesto a revisar la memoria histórica de Serbia. Basado en hechos reales, “Desaparecidos” se centra en el caso de Ana (Snezana Bogdanovic), una mujer de mediana edad que sigue empeñada en que robaron a su hijo cuando dio a luz hace 18 años. Su incesante búsqueda le ha llevado a un tremendo desgaste psicológico, pero nunca ha cesado de presionar para obtener información. En cambio, su marido Jovan (Marko Bacovic), su hija mayor Ivana (Jovana Stojiljkovic) y su hermana Marija (Vesna Trivalic) ya se han dado por vencidos. No consiguen convencerla de que continúe con su vida y deje de anclarse en el pasado. Es más, ha tenido que ser internada en el psiquiátrico, pero parece un caso perdido. Todo está estancado. Ana no para de chocar contra muros imposibles de derribar hasta que descubre una pista entre los documentos que le proporciona una funcionaria del gobierno. ¿Es posible que su hijo haya sido realmente robado?

La obra de Terzić profundiza en la psicología de sus personajes de manera magistral. Más allá de los grandes silencios y las miradas que parecen perdidas, pero que, en realidad, revelan el fuerte choque de emociones que se produce ante la pérdida; existe un espacio sombrío colmado de una soledad inesperada. Jovan siente una fuerte impotencia ante el descontrol de su esposa. Trata de ser comprensivo y cariñoso con ella, pero se encuentra forzado a un límite que le supera. Por su parte, Ivana se siente ignorada por su madre, viéndose forzada a permanecer a la sombra de un supuesto hermano que se ha transformado en un fantasma con el paso de los años. En un efecto rebote, Ivana culpa a su madre de muchos de sus problemas y trata de castigarla bien a través de la incomunicación, bien de los gritos y recriminaciones.

La narración construida por la guionista Elma Tataragic se desarrolla a fuego lento, adquiriendo momentos de una extraña parálisis que no hacen sino recordarnos el estancamiento que Ana sufre desde hace tantos años. Con una simple motivación, una pista llegada de la forma más imprevisible, el relato se activa al igual que la protagonista, que saca fuerzas de donde ya no existen para intentar corroborar esa duda que siempre ha permanecido en su interior. Ante un personaje de suma complejidad, Bogdanovic lleva a cabo un interpretación impecable, transformándose en una madre forjada a hierro, pero también en una mujer destruida que cada vez se ve más asfixiada por las debilidades que le infunden los demás. Junto a la actriz, tal vez sea mucho más destacable la labor realizada por la joven Stojiljkovic que la de Marko Bacovic gracias a ser puro temperamento y emoción. Quizá sea Ivana la que aprenda una lección mayor en comparación con el resto de personajes.

El director de fotografía Damjan Radovanovic acompaña a Ana en ese extraño luto que le embarga. Es cierto que su trabajo no destaca tanto como debiera, especialmente porque el interés que posee la obra de Terzić radica en su narración. Para cuando queremos darnos cuenta, la imagen de Radovanovic ha quedado en el olvido, mientras perseguimos con la mirada a Ana y su fortaleza, sus ansias de encontrar respuestas, su valentía al enfrentarse a los posibles culpables. Su historia ha formado parte de la programación de festivales como el de Beijing, Las Palmas o Berlín, entre otros, de los que se ha servido para exponer la memoria histórica de Serbia y las cuentas pendientes que aún quedan por cerrar. “Desaparecidos” es precisamente eso, el símbolo de una lucha constante, una batalla que se extiende durante décadas y que mina psicológicamente a sus víctimas.

Lo mejor: el ligero suspense que entraña una trama que, para nosotros, aún sigue siendo actualidad. El desarrollo tan exhaustivo de la psicología de sus personajes.

Lo peor: El estatismo en el que cae la narración en determinados momentos puede hacer perder la paciencia a más de uno.

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