martes, 2 de abril de 2019

EL VIBRANTE EXPRESIONISMO ABSTRACTO (1958)


La directora estadounidense de cine independiente y experimental Shirley Clarke bien podría haber sido recordada como una de las precursoras del videoclip contemporáneo, como sucede con Kenneth Anger y su tan célebre “Scorpio Rising”. Más recordada por otras de sus labores, como sus metrajes dedicados a la danza, que tanto conquistaron a la crítica; y su cargo dentro de Unicef y la televisión pública norteamericana; Clarke nunca planeó dedicar su vida al séptimo arte, aunque la influencia de compañeros de estudios, como Hans Richter, o sus más cercanas amistades, entre las que destacaban nombres como Maya Deren, Stan Brakhage o Jonas Mekas; que pudieron tener parte de culpa.

Precisamente, un ejemplo de las influencias que llegaron a su vida fue su cortometraje “Bridges-Go-Round”, que recoge una mirada muy especial de los espectaculares y emblemáticos puentes que atraviesan el puerto de Nueva York. Realizado a partir de grabaciones sobrantes de algunos proyectos anteriores, la pieza transmite una ensoñación rítmica a partir de abstracciones reveladas al son de la música. La historia ha permitido recordar esta obra como un perfecto ejercicio de expresionismo abstracto que contaba con dos bandas sonoras: la primera, una base electrónica a cargo de los pioneros Louis y Bebe Barron; y la segunda, muy diferente, una composición de jazz creada por el compositor Teo Macero. Esto bien pudiera deberse a caprichos de la cineasta o a favores por amistad, pero, en realidad, los posibles problemas con los derechos de autor obligaron a Clarke a contar con una segunda opción como reemplazo. Curiosamente, nunca se produjo tal conflicto, por lo que se pudo exhibir el metraje con ambas piezas, sumergiendo al espectador en dos experiencias que parecen totalmente distintas.

Otorgar de movimiento a elementos inamovibles fue una de las grandes obsesiones de las vanguardias modernas y, como tal, Clarke lo expresa a través de estructuras fortalecidas por el paso de las décadas. La viveza de los filtros de colores fue otra de las características que más llamaron la atención en su exhibición. Sin embargo, los diversos tratamientos que se han utilizado para su restauración y mantenimiento apagaron su brillo, únicamente recuperado gracias a un magnífico trabajo de postproducción posterior. De esta forma, “Bridges-Go-Round” se convierte en heredera de su tiempo entre bailes creados por el montaje y las superposiciones. 

El paisaje extraño que se nos muestra, se transforma en una jungla urbana, capturando casi de forma mágica las creaciones industriales del hombre por medio de una distorsión absoluta de la realidad. A pesar de contar con imágenes idénticas, el cambio en la pieza musical modifica por completo la obra, induciendo al espectador a observar una experiencia diferente, hipnótica, misteriosa y llena de libertad. Casi una mirada futurista desde la perspectiva de los años 50, que funciona como una ensoñación lejana, distante.



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