martes, 12 de noviembre de 2019

LA ETERNA INSATISFACCIÓN (1985)

Hay sentimientos que nos llevan a emprender un camino de dolor constante y es que, como es bien sabido, nosotros mismos somos nuestro máximo enemigo. El cine siempre ha perseguido el retrato perfecto de esta idea a través de la profundización en la psicología de los personajes, de la búsqueda del máximo realismo a través de la ficción. Hemos visto caer a muchos personajes en sus propios traumas y miedos, en una evolución laberíntica y oscura de la que es complicado salir y cuya onda expansiva ha arrasado con todo aquello que les rodeaba. Y es que el cerebro humano es uno de los grandes misterios de nuestro tiempo. 

“Plenty” es un drama psicológico que se sumó a la amplia lista de este subgénero en el año 1985. Esta coproducción británico-estadounidense, dirigida por el cineasta y guionista australiano Fred Schepisi y basada en la obra de teatro homónima realizada por el dramaturgo David Hare, parte de la Segunda Guerra Mundial, en la que la joven inglesa Susan Traherne (Meryl Streep) colabora en lo que puede con la resistencia francesa desde 1943 hasta verse dañada psicológicamente. En su traumática experiencia conoce a Lazar (Sam Neill), con el que disfruta de una noche de pasión. Sin embargo, su vida en Inglaterra se verá lastrada por el dolor del recuerdo de aquellos días. Acompañando a la posguerra europea, Susan también tendrá que reconstruirse emocionalmente, pero la insatisfacción se adueñará de cada uno de sus éxitos, manteniéndose la eterna sensación de que siempre puede hacer más, de que sus necesidades superan con creces cualquier tipo de logro. Su mundo se transforma inmediatamente en una realidad superficial que supera los límites del desprecio y, en pleno caos, el dolor que encierra en sí misma se expandirá hacia todos aquellos que la rodean.

De nada servirá buscar nuevas amistades, como la de su compañera de piso y mejor amiga, Alice Park (Tracey Ullman). Tampoco ayudará su impulsivo deseo de ser madre utilizando a hombres como Mick (Sting), ni mucho menos tratar de mitigar esa insatisfacción a través del matrimonio con el diplomático Raymond Brock (Charles Dance), al que se une más por agradecimiento que por amor. Al final, su retrato desvela que Susan siempre ha parecido tener todo y que, en realidad, nunca ha tenido nada. Y en esa vorágine de sentimientos escondidos, aplastados y reprimidos resurge una imagen tétrica, una especie de sombra oculta que siempre ha estado ahí, pero que pocas veces hemos visto en ella desde nuestro papel de espectador.

Schepisi cocina a fuego lento su obra, posiblemente para permitirse el lujo de deleitarse con cada pincelada que da sobre una historia sencilla, centrada en una linealidad que, a pesar de sus saltos temporales con escasas indicaciones, parece dilatar el tiempo al máximo y provocar que nos perdamos en su transcurso. Tanto si el cineasta lo ha hecho a conciencia o no, lo cierto es que se agradece que el texto, ya de por sí, no sea tan fácil de digerir y que, por tanto, Schepisi haya respetado eso. Sentir el peso del tiempo nos acerca cada vez más a Susan, congelada en los recuerdos, aunque no en su nostalgia. Y aunque todo ello parezca contradictorio, la cinta solo nos viene a señalar lo enigmática y caótica que es en sí Susan

“Plenty” supuso un punto de inflexión en la carrera profesional de Schepisi, ya que, a partir de esta obra, el director pudo contar con elencos sumamente reconocidos, como Steve Martin y Daryl Hannah (“Roxanne”, 1987), Sean Connery y Michelle Pfeiffer (“La Casa Rusia”, 1990), Will Smith y Donald Sutherland (“Seis Grados de Separación”, 1993), Tim Robbins y Meg Ryan (“El Genio del Amor”, 1994), Michael Caine (“Last Orders”, 2001) o Clive Owen y Juliette Binoche (“Lecciones de Amor”, 2013). Llegó a reunir a la popular familia Douglas, incluido a Michael y Kirk Douglas, en torno a “Cosas de Familia” (2003) y su retrato de los Gromberg; y volvió a contar con Meryl Streep una vez más para interpretar el papel de una madre coraje en “Un Grito en la Oscuridad” (1988), en donde también coincidiría con Sam Neill.

Sin duda, contar con una actriz del nivel de Meryl Streep supone todo un acierto para la obra y todo un deleite para el espectador. Susan supone desplegar un amplio abanico de emociones concentradas en tan solo dos horas de metraje que resumen una vida. Su personaje es una jovencita que lucha entre ideales para luego convertirse en una mujer calculadora y carismática, capaz de arrastrar a los hombres hasta alcanzar sus impulsos o caprichos. Pero también se verá anulada y aislada en las lejanas tierras jornadas o, incluso, superada por el mundo superficial que le rodea. Esta claro que se trata de un papel sumamente goloso al que pocas actrices le hubieran podido sacar tanto partido como lo hace Meryl Streep. A ella se suma la comediante Tracey Ullman como amiga fiel de Susan, un personaje que aparece y desaparece a lo largo del metraje y que, en ciertos momentos, se echa de menos su presencia y palabras estabilizadoras para la protagonista. Por su parte, Charles Dance interpreta a Raymond Brock, el abnegado marido de Susan que, en algunos instantes, procura cierta dualidad a su papel, haciéndonos dudar de sus verdaderas intenciones. Muy reseñable es la aparición tanto de Sam Neill como de Sting, que terminan por conformar las ambiciones de Susan.

“Plenty” es de esos dramas psicológicos que han pasado desapercibidos en la historia del cine, pese a ser un interesante trabajo realizado por el premiado Fred Schepisi e, incluso, una de sus grandes obras en una filmografía que posiblemente podría haber sido más extensa de no ser por el consabido perfeccionismo que siempre ha mantenido en cada uno de sus proyectos y que provocaba que sus creaciones tardaran en culminar. Incansable en su tarea, “Plenty” se suma a aquellos largometrajes que se deleitan en sus propios personajes, en su devenir, su autodestrucción y sus experiencias vitales.

Lo mejor: la brillante interpretación de Meryl Streep con un personaje de gran dificultad en su desarrollo psicológico.

Lo peor: la dilatación temporal y, en algunas ocasiones, redundante en la vida de Susan Traherne.


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