De vez en cuando, podemos tener el privilegio de seguir explorando el cine de Azerbaiyán, muy comprometido con su realidad, cultura y memoria histórica. Para algunos, ofrece una mirada exótica totalmente desconocida, una ventana a un contexto social y político muy distante, mientras que otros aprecian la frescura técnica de cineastas aún por descubrir con un potencial irresistible. Este es el caso del director y guionista Hilal Baydarov, que debutó en 2018 con el magnético largometraje “Hills Without Names”, en el que se podían apreciar los primeros elementos autorales que poco a poco van distinguiendo su filmografía. Esa visión poética del mundo, en esta ocasión, a través de la figura de un errante que regresa a su país en un viaje que supone un antes y después, invita a saborear las mieles de una imagen impecable e impactante a partes iguales.
Tras su primer trabajo en la ficción, Baydarov se volcó por completo con el género documental de forma prácticamente paralela a su ópera prima. Así surge “Birthday” (2018), en donde se aprecia muy claramente la fuerte influencia que ejerció el reconocido autor húngaro Béla Tarr, uno de sus profesores en la Academia de Cine de Sarajevo. Ese blanco y negro de fuerte contraste encierra una historia sobre la soledad, la viudedad y la esperanza. Muy poco después llegaría “One Day in Selimpasha” (2018), un trabajo realmente intimista e introspectivo que se desarrolla en el interior de un pequeño apartamento. No fue hasta su siguiente obra documental, “Mother and Son” (2019) cuando el cineasta saltó a la red de certámenes de cine internacionales, en donde recibió dos nominaciones con su participación en el Festival de Cine Documental de Ámsterdam y el Festival de Trieste. Su título revela, ya de por sí, un entrañable metraje sobre los lazos maternales en la vida rural de Azerbaiyán.
Esta relación también es explorada en “When the Persimmons Grew” (2019), un documental que le permitió, por fin, obtener el reconocimiento buscado al alzarse con varios premios en el Festival de Sarajevo y el Nyon Visions du Réel. Fruto de esta estabilidad surge “Nails in My Brain” (2020) para retomar el regreso a los orígenes, tal y como hiciera en “Hills Without Names”, pero, al mismo tiempo, pudo volver a experimentar con la ficción a través del drama social “In Between Dying”, que le catapultó a formar parte de la programación del Festival de Venecia en 2020. Su historia nos conduce hasta el joven Davud (Orkhan Iskandarli), que busca a su familia para poder sentir el amor de nuevo. Su viaje le lleva a tener un fuerte conflicto y ser perseguido incansablemente, lo que le obliga a reconocer cómo es el miedo, la muerte e, incluso, el amor.
Consciente de que, si no encuentra a su propia familia, no podrá volver a sentir este verdadero amor, Davud emprende un camino inesperado que le permite cruzarse con personas de todo tipo, pero, sobre todo, le ayudará a conocerse a sí mismo. Los obstáculos que van surgiendo en el trayecto, mientras el joven es perseguido, ofrecen también un lado amable en su vida. Davud es capaz de comprender a cada persona y, por ello, recibe en sus manos la bondad. De forma paralela, surgen cuestiones como el maltrato, el abuso o el matrimonio, que nos permite percibir la concienciación del cineasta por el papel de la mujer en Azerbaiyán y, por tanto, la crítica implícita que llevan consigo estas pequeñas tramas. Es más, en esta exploración en la psicología del protagonista, es fácil captar el deseo de liberación femenino, la necesidad de escapar de los grilletes de una tradición, especialmente en el ámbito rural; y las consecuencias que conlleva esta aspiración en la actualidad y en el interior de una sociedad tan hermética.
Pese a estas pequeñas píldoras que muy posiblemente seguirá explorando Baydarov a lo largo de su trayectoria profesional, el personaje de
Davud mantiene en todo momento cierta distancia con el espectador, por lo que
resulta especialmente problemático llegar a profundizar en su psicología. Ni
que decir tiene que, si con él no logramos romper esa barrera que permanece a
lo largo de toda la narración, con el resto de personajes ocurre exactamente lo
mismo. Es, por ello, que la obra respira una frialdad entre silencios y planos
panorámicos, aunque, al menos, estos elementos nos permiten deleitarnos con su entorno.
Precisamente por ello, el director de fotografía y productor Elshan Abbasov
adquiere un papel relevante. Baydarov vuelve a contar con él tras su magnífico
trabajo en “Hills Without Names”, en donde logra proporcionar una profundidad visual como
pocas veces hemos podido apreciar. Tal vez sea ese exotismo en los paisajes o,
quizá, la forma en la que los personajes desarrollan sus acciones en la
inmensidad de este mundo lo que provoca que su labor sea sumamente hipnótica y
seductora, calificativos con los que bien podría resumirse “In Between Dying” gracias a él.
El segundo largometraje de ficción de Baydarov le ha proporcionado un importante reconocimiento en comparación a sus anteriores cintas. Sus premios obtenidos en los festivales de El Gouna, Los Cabos y Tokyo FILMeX así lo demuestran. Estamos ante una ventana al infinito, a la vida rural, a las relaciones familiares, a la nostalgia, a las nuevas sensaciones, al resurgimiento, a una nueva vida colmada de emociones extrañadas. La muerte, el miedo, la mujer, las deudas, la ausencia, la soledad, la familia o el verdadero amor componen el retrato de la incomprensión, de una juventud que permanece en constante búsqueda, que no se conforma, que trata de exteriorizar sus necesidades y todo ello desde una mirada poética, diferente.
Lo mejor: su fotografía nos recuerda que Béla Tarr fue uno de sus maestros más influyentes.
Lo peor: la falta de evolución psicológica de sus personajes, que mantienen, incluso, un muro imposible de romper.
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