Pocas veces hemos podido disfrutar en pantalla grande de
alguna de las obras del cineasta, director de fotografía, guionista, productor,
editor e, incluso, actor canadiense Guy Maddin. Autor de un gran número de
cortometrajes, el director solo cuenta con una decena de largometrajes, de los
cuales ha quedado inevitablemente en nuestra retina la comedia musical “The Saddest Music in the
World” (2003). La crítica siempre le ha alabado por la originalidad y
extravagancia con la que siempre suele trabajar. Su nostálgica estética, para la que siempre
cuenta con el director de fotografía estadounidense Benjamin Kasulke, nos
traslada a tiempos pasados, en donde la extrañeza campa a sus anchas como si de
ilusiones fragmentadas se tratase.
Los géneros del terror, el fantástico, la comedia, el drama,
el suspense o el musical no se han resistido tampoco en sus manos. Ni siquiera el
documental o el cine no narrativo se han librado de su ingenio. En su ópera
prima, “Tales from the Gimli Hospital” (1988), conseguimos fluir entre las
historias que dejaron rastro en un hospital islandés, mientras que, tan solo
dos años después, en 1990, entrábamos de lleno en la Primera Guerra Mundial con
“Archangel”. No sería hasta 1992 cuando veríamos una obra que marcaría su
trayectoria con el enmudecimiento absoluto de sus personajes. “Careful” marcaría a las
posteriores “Dracula: Pages From a Virgin's Diary” (2002) y “Los cobardes se
arrodillan” (2003), “Brand Upon the Brain!” (2006) con esa ausencia de la
palabra desde un punto de vista mucho más nostálgico del esperado que claramente nos exponía a un homenaje al cine mudo de lo más personal.
Dentro de ese cine experimental que tan interesantes
metrajes nos ha proporcionado, encontramos “Mándame a la silla eléctrica”
(2008). De título sugerente y controvertido, esta pieza, que explora algunos
códigos del drama un tanto difusos, nos presenta a una mujer (Isabella
Rossellini) sentada en una silla eléctrica y rodeada de varios hombres que
parecen iniciar una especie de ritual que nos transporta a las vanguardias clásicas,
concretamente, al surrealismo. En esta ocasión, su macabra y sugestiva
atmósfera se funde entre el placer y el dolor que produce la tortura, una
ambivalencia conducida por la extrañeza y el hipnotismo del que siempre hace
gala Maddin.
Esta obra se expuso prácticamente por todo lo alto con una
proyección en diferentes fachadas de edificios dentro de la serie Urban Screens
del Festival de Cine de Rotterdam de 2008. La gran Isabella Rossellini, una de
sus más importantes musas, encabeza el reparto junto a nombres algo más
desconocidos, como Darcy Fehr, Brent Neale, David Evans, Louis Negin o Jesse
Fraser. Actores y bailarines acompañan en este trance a la actriz entre aires
de clasicismo cinematográfico y un contraste truculento que, cuanto menos,
genera inquietud en el espectador.
Al contrario de lo esperado, se trata de una de las pocas
piezas en las que Kasulke no se ve involucrado, siendo sustituido por el
director de fotografía Ricardo Alms, que siempre ha formado parte del
departamento artístico en los anteriores trabajos de Maddin. Sin duda, el binomio
Maddin-Kasulke resulta una fórmula excelente para disfrutar de nuevas
experiencias narrativas en las que explorar con nuestra mirada y comprensión.
Pero, a pesar de estar ante una de las pocas excepciones, “Mándame a la silla
eléctrica” supone un viaje sin igual, aunque tengamos que conformarnos
con visionar este cortometraje en nuestras casas en lugar de las inmensas
proyecciones en las fachadas de los edificios para los que se creó en su momento y que muy seguramente nos habrían impactado para siempre.
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