jueves, 29 de octubre de 2015

DILEMAS UNIVERSALES (2012)

Poco a poco vamos descubriendo cómo es la industria cinematográfica israelí. Muy de vez en cuando recibimos en nuestra cartelera algunos títulos de interés que han pasado por varios festivales internacionales, pero lo más importante de todo esto es que, con mayor asiduidad, llegan grandes títulos a nuestras manos. Precisamente, uno de ellos es “Llenar el Vacío”, la ópera prima de la directora norteamericana, de origen judío, Rama Burshtein

Tardamos más de dos años en tenerla en nuestros cines, pero, al menos, tuvimos la posibilidad de disfrutar de una historia situada en el seno de una comunidad ultraortodoxa judía de Tel Aviv. Shira Medelman (Hadas Yaron), una joven de 18 años que pertenece a una familia ortodoxa jasídica, celebra su propuesta de matrimonio. Su futuro esposo es de buena familia, pero ha sido escogido por sus padres y ella no puede negarse. La alegría de congregación se tiñe de luto con el fallecimiento de la hermana mayor de la protagonista, Esther (Renana Raz) que, tras dar a luz a su hijo, dejó totalmente solo al cuñado de Shira, Yochay (Yiftach Klein). Pese a la desgraciada situación, él decide volver a casarse para, sobre todo, buscar una madre para su bebé. Desde Bélgica aparece una candidata perfecta para él, pero la familia Medelman no quiere que se marche, puesto que dejarían de tener contacto con su nieto. Ante tales circunstancias, deciden entregar a Shira, que se verá en un intenso dilema entre su deber y sus sentimientos, entre lo impuesto y lo que su corazón realmente desea.

La película va más allá de cualquier interés cinematográfico y es que su trama despierta un sinfín de curiosidades en torno a la religión y el comportamiento humano, puesto que estamos ante una comunidad excesivamente hermética. El costumbrismo de ésta queda perfectamente reflejado, con una rutina entorno a una ideología que establece el día a día de la vida sefardí más estricta. A través de Shira percibimos el papel que posee la mujer, un detalle que no sorprendería si estuviéramos ante de una cinta de época, pero que, en esta ocasión, recoge el presente de quienes poseen estas creencias. Prácticamente a la sombra, el mundo femenino apenas tiene presencia en su realidad, puesto que queda más que evidente el tradicionalismo machista imperante en el colectivo. No obstante y evitando ciertas polémicas y sorpresas, la autora realiza un fiel retrato de un mundo muy diferente al que conocemos. 

La delgada línea entre lo racional y lo pasional queda plasmada de forma elegante e inteligente en un metraje en clave documental protagonizado por Yaron, que hace su primera incursión en el séptimo arte con una estupenda interpretación. Premiada con la copa Volpi en el Festival de Venecia de 2012, la joven despliega un gran encanto, expresividad y carisma que nos arrastra en un torbellino de sentimientos encontrados y encerrados en su interior. Por su parte y como compañero de reparto, Klein, con mayor experiencia, se mantiene sobrio y algo más distante ante las cámaras, de forma que su duelo apenas es exteriorizado ni se profundiza más allá de lo necesario en él. Ambos protagonizan unos intensos y emocionantes diálogos que nos mantienen expectantes hasta el final del largometraje. Los personajes forman un contrapunto entre la madurez y la inocencia que confluye en la gran química que despliegan ante nuestros ojos.

El director de fotografía Asaf Sudri ha creado un estilo visual muy cuidado. Su precisión es asombrosa, haciendo un especial hincapié en dar luminosidad a una comunidad que se supone oscura para nosotros. Su composición pulcra y perfeccionista viene acompañada por una banda sonora a cargo del compositor Yitzhak Azulay, encargado de aportar temas folclóricos que consiguen acercarnos aún más al costumbrismo sefardí. El interesante debut de Burshtein nos hace estar pendientes de sus próximos trabajos, puesto que, al menos, con “Llenar el Vacío”, cumple sobradamente con un relato sobrio y cautivador que despierta nuestra curiosidad desde el primer minuto y, sobre todo, empatizar con una mujer a la que sentimos cercana aun perteneciendo a una sociedad bien distinta.

Lo mejor: el desarrollo de la historia. La brillante actuación de Hadas Yaron.

Lo peor: apenas nos acercamos a los personajes secundarios. No se profundiza en demasía en Yochay y su luto.


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