martes, 29 de mayo de 2018

LOS INDIES TAMBIÉN QUIEREN SU CIENCIA FICCIÓN (2014)



El cineasta estadounidense William Eubank apenas posee un par de largometrajes bajo su batuta, ya que su carrera profesional parte más de su faceta como director de fotografía. Al respecto, por sus manos han pasado películas de acción, thrillers e, incluso, alguna un poco más siniestra y terrorífica, como "Wreckage" (John Asher, 2010). Son embargo, no fue hasta 2011 cuando Eubank se lanzó de lleno a construir su propia filmografía, partiendo de un drama en clave de ciencia ficción llamado "Love", sobre la solitaria supervivencia de un austronauta. Al igual que en este caso, su segundo trabajo,  "La Señal", se mantiene en su zona de confort, jugando con las claves del mismo género.

Nic (Brenton Thwaites), su novia Haley (Olivia Cooke) y su mejor amigo Jonah (Beau Knapp) son tres estudiantes que investigan el rastro de un hacker. Mientras viajan por carretera, tratan de localizar a un genio informático que, en el pasado, logró acceder a los sistemas del MIT, evidenciando, así, los problemas de seguridad que tenía la organización. Sin embargo, tras conocerse, todo cambia. Nic no es capaz de localizar a sus compañeros, pero, además, se encuentra siendo interrogado por el Dr. Wallace Damon (Laurence Fishburne). Entre ellos surge una batalla de ingenio, mientras el protagonista trata de dilucidar qué es lo que ocurre, dónde están sus amigos y cómo puede liberarse.

Tanto en "Love" como en "La Señal", Eubank demuestra tener mucho talento para crear climas y mantener el suspenso. Sin embargo, y pese a los esfuerzos por crear una obra más redonda que su ópera prima, lo cierto es que su trama de fondo guarda grandes similitudes, que se hacen cada vez más evidentes a medida que avanza el metraje. Tras 95 minutos de diálogos brillantes y una tensión que aumenta lentamente, pero con buen pulso, nos damos cuenta de que uno de los problemas que esta segunda cinta posee es su clímax. Así es, no termina siendo tan satisfactorio como cabía esperar, simplemente porque no contesta todas las preguntas planteadas en su argumento. Aún con ello, la película es lo suficientemente intensa, inteligente e interesante como para ganarse una recomendación en esta época en donde abundan las mediocridades y las ideas refritadas.

martes, 22 de mayo de 2018

LA ERA DEL VAPOR (2004)


Katsuhiro Ôtomo es uno de los dibujantes de manga y directores y guionistas de anime más célebres que tenemos. Pudimos disfrutar de su talento gracias a una de las obras de animación más importantes y toda una cinta de culto, "Akira" (1988), con una historia futurista de lo más apocalíptica. Tras la presentación de ésta, la que fuera su tercera película, el cineasta quiso experimentar con el cine de ficción "de carne y hueso", creando "World Apartment Horror" (1991), en la que fusionaba la presencia de la yakuza con el terror sobrenatural e, incluso, ciertos toques de comicidad. Sin embargo, tras esta experiencia, regresó a su zona de confort para ofrecernos más animación a través de pequeños cortometrajes de gran esencia, como "Carne de Cañón" (1995), incluido en "Memories" (1995), una colaboración en la que también participaban los directores Koji Morimoto y Tensai Okamura.

Algunos cortometrajes más engrosaron una filmografía por la que el tiempo transcurría a la espera de uno de sus célebres largometrajes. Es entonces cuando, en 2004, vería la luz "Steamboy" a modo de desfile visual de hipnótica belleza. Dando lo máximo de sí mismo, Ôtomo se lanzaba de lleno en un proyecto del que resultaría una labor técnica tan apabullante y magnífica que su narración quedaría en un segundo plano. Tanto es así que cada minucioso detalle queda plasmado de forma asombrosa en la que supone, todavía a día de hoy, una cinta indispensable para todo amante del género que se precie. De pasmosa complejidad, el imaginario que el autor concibe es cada vez más infinito, con una perfección pocas veces vista para un espectador que, a ciencia cierta, se asombrará del impactante trabajo de todo un artesano de la animación.

Contextualizada en plena Inglaterra victoriana, la historia nos presenta a un joven inventor, Ray. Su abuelo, Lloyd, un gran científico, le entrega una misteriosa bola metálica que conducirá a Ray a emprender la aventura más excitante de su vida. El valor del regalo que le ha dado su abuelo esconde profundos secretos que despertarán la codicia de ciertas organizaciones que poseen un gran poder, tanto para bien como para mal, por lo que el protagonista debe discernir quiénes son de fiar en una extensa batalla que se desarrollará en todos los ámbitos, tierra, mar y aire, convirtiéndose finalmente en un arriesgado camino a la madurez y al descubrimiento de uno mismo.

miércoles, 16 de mayo de 2018

EL ARTE DE LO HÚMEDO (2001)

Dirigida por el veterano director y guionista japonés Shôei Imamura, el argumento nos traslada a una situación actual en la que podemos creer que nos están llevando a un drama más que masticado y deglutido una y otra vez, pero nada más lejos de la realidad. Su autor ya nos trajo hace bastante tiempo la maravillosa “Dr. Akagi” (1998), cinta con la que guarda alguna que otra similitud. “Agua Tibia Bajo Un Puente Rojo” apenas obtuvo la atención del circuito de festivales internacionales. De hecho, aunque logró formar parte de la sección oficial del Festival de Cannes, se alzó con un único premio en el Festival de Chicago gracias a la labor interpretativa del popular actor Kôji Yakusho, que encarna a uno de los dos intensos personajes que protagonizan esta obra.

Yosuke Sasano (Kôji Yakusho) tiene 40 años. Es un hombre humilde cuyo destino cambia al perder su trabajo y ser abandonado por su esposa. Toda su seguridad y su vida caen en lo más profundo de un pozo. Un día, un vagabundo le cuenta una vieja historia en la que revela que mantiene escondido un Buda de oro que robó de un templo situado en Kioto. Sin pensarlo demasiado, Yosuke marcha en busca de ese valioso objeto hasta llegar a una lejana casa al lado de un puente rojo. En su aventura, no encuentra rastro alguno de ese Buda, pero si aparece ante él Saeko Aizawa (Misa Shimizu), una atractiva y enigmática mujer que posee la habilidad de hacer crecer a las flores. Por su cuerpo es capaz de correr el agua, pero también inyecta esperanza en la vida de Yosuke.

Una historia de amor única, lírica, diferente, intensa, sexual, atrevida. Siguiendo la esencia de este tipo de cinematografías, Imamura se centra en explorar su propia narración con la máxima profundidad posible a través de metáforas, creando, en definitiva, pura poesía convertida en imágenes hipnóticas. Con cierto aire semidocumental, el metraje, de dos horas de duración, se transforma en un auténtico sueño de gran belleza marítima en forma de un cálido letargo casi invernal. Por supuesto, los espacios naturales adornan con gran acierto una narración colmada de sentimientos, emociones que, en alguna ocasión, se transforman en violencia e intensa sexualidad entre sus misteriosos personajes.

lunes, 7 de mayo de 2018

TECNOLOGÍA PARA EL BIENESTAR (1991)

No solo "Los Simpsons" predicen el futuro. Llegada a nuestro país gracias a Manga Video, esta cinta nos muestra una situación que nunca ha podido ser más veraz, sincera y humana. "Roujin-Z" la obra del director Hiroyuki Kitakubo, no es el clásico telefilm dramático-social de la hora del café ni pretende sacarle la lágrima fácil a nadie. Es una excelente mezcla de drama y comedia, con mucha acción y un ritmo trepidante a medida que arranca la trama. El guionista japonés Katsuhiro Ôtomo realiza una mordiente crítica a la sociedad, centrada en dos aspectos. Por un lado, la dejadez de las familias y el gobierno hacia la tercera edad, siendo los abuelos vistos como un estorbo, sin apreciar todo aquello que la cultura tradicional (en este caso, la nipona) veneraba en las personas mayores; por otro, la escalada tecnológica que, con el pretexto de facilitar la vida de sus ciudadanos mediante la tecnología y la robótica, no hace sino alejar a las personas, obligándolas cada vez más a necesitar de un medio tecnológico para comunicarse con otra gente o simplemente dejándolas a merced de máquinas.

Durante sus escasos 80 minutos de metraje, asistimos a una historia protagonizada por el señor Takazawa, un anciano que desconoce totalmente que ha sido reclutado por el Ministerio de Sanidad. La finalidad de esta acción es la de formar parte de un experimento que, supuestamente, busca el bienestar de la tercera edad y mejores en su asistencia. Para ello, se crea el proyecto Z-001, una cama mecánica que viene equipada por una supercomputadora gubernamental y que debe conectarse al cerebro del paciente para conocer cuáles son sus necesidades. De tal forma que, con esta información, pueda proporcionarle todo lo que requiera al momento. Todo un revolucionario sistema que ha terminado por conquistar a la sociedad, pero del que, en cambio, desconfía Haruko, la enfermera del señor Takazawa.