martes, 25 de septiembre de 2018

EL TRUCAJE COMO MEDIO (1901)

El director, productor, actor y guionista francés Ferdinand Zecca logró convertirse en uno de los protagonistas de la etapa pre-clásica del séptimo arte. Su visión del trucaje, que por aquellos entonces no sólo se había puesto de moda en el cine, sino que también había logrado desbancar los aires documentales de los hermanos Lumière, se distanciaba totalmente de lo que predominaba en la época. Mientras que nombres populares como Georges Mèliés apostaban por potenciar sus dotes de ilusionismo a través del cinematógrafo, Zecca dedicaba sus esfuerzos a contar historias en las que aquella extraña magia que podía provocar la desaparición de la gente en pantalla se ponía al servicio de la narrativa. 

Además de ello, el cineasta formaba parte del imperio creado por Charles Pathé en colaboración con sus hermanos, la Pathé Frères, dedicada exclusivamente al cine y los discos fonográficos y que el propio fundador levantó desde cero. La obra “El Melómano Mudo” (1899) le valió muy merecidamente formar parte de la empresa, llegando a ser, incluso, su principal cineasta a principios del siglo XX. Sin embargo, “Historia de un Crimen” es, precisamente, el claro ejemplo de su pensamiento. Una pieza de 110 metros y seis cuadros que fue un rotundo éxito y que el propio Pathé acabaría otorgándole la cualidad de ser el primer drama de la historia del cine, mientras que, con el paso de los años, se especificó que, en realidad, era la primera obra del género policíaco. 

martes, 18 de septiembre de 2018

LA FRIVOLIDAD ARISTOCRÁTICA (1936)


Dos son las películas que terminaron de encumbrar la carrera de un animador que decidió experimentar con la dirección de cine desde la primera década del siglo XX, pero que, en cambio, no recibió el merecido reconocimiento por sus compañeros de profesión. El mítico cineasta Gregory La Cava grabó su nombre en la historia del séptimo arte gracias a las nominaciones a los Óscar que obtuvieron sus obras “Al Servicio de las Damas” (1936) y “Damas del Teatro” (1937), permitiendo, así, que se popularizaran sus restantes metrajes y el star system del momento se pusiera a sus órdenes. Aunque Claudette Colbert ya formaba parte de sus trabajos, a ella se sumaron estrellas como Katharine Hepburn, Ginger Rogers o Gene Kelly para encumbrar aún más una extensa filmografía que se detendría con “Vivir a lo Grande (La Gran Vida)” en 1947, el último largometraje en el que figuraría como director, puesto que en “Venus era Mujer” (1948), de William A. Seiter, ni siquiera aparecería en los créditos.

“Al Servicio de las Damas” es considerada hoy como una de las obras maestras que conforman el patrimonio cinematográfico de Hollywood. Una elegante cinta en la que se evidencia la gran distancia que fluía entre las clases sociales de la época. Mientras el país hace frente a los devastadores efectos que ha causado la Gran Depresión de 1929, Irene Bullock (Carole Lombard), una alocada e infantil chica de la alta sociedad, participa en un trepidante concurso a modo de gymkana en el lujoso Hotel Waldorf Ritz junto a su adinerada familia y amigos. Las pruebas consisten en recoger toda clase desechos entre risas, conversaciones e importantes apuestas. En una de las búsquedas de Irene y su hermana Cornelia (Gail Patrick), encuentran a Godfrey (William Powell) en las orillas del East River, un culto e inteligente vagabundo que ha sufrido las consecuencias económicas de la época. Es perfecto para tal juego de caza, por lo que deciden invitarle al hotel y presentárselo a sus amigos. De esta forma, Godfrey consigue obtener un empleo como mayordomo en la impresionante mansión de la familia, en la quinta avenida de la cosmopolita ciudad de Nueva York. Allí, observará detenidamente la frivolidad hilarante de la clase pudiente, mientras trata de esconder por todos los medios un importante secreto.

martes, 11 de septiembre de 2018

LA PÉRDIDA DEL SENTIDO COMÚN (1999)


Hay cineastas que son mundialmente conocidos por una obra en concreto, a partir de la cual despega su carrera de forma extraordinaria. Sin embargo, en otros casos no existe un consenso claro desde un punto de vista geográfico, crítico, académico, etc. Un ejemplo de ello bien podría ser el director surcoreano Park Chan-Wook, quien logró alcanzar una gran popularidad entre sus conciudadanos con “Joint Security Area (J.S.A.)” (“Gongdong gyeongbi guyeok”, 2000), uno de los primeros blockbusters que surgirían al amparo de la nueva ola. Sin duda, a nivel nacional, se trató de un punto de partida, una “segunda parte” en su trayectoria profesional que esta vez sí le conduciría directamente al éxito. Por otro lado, desde la mirada occidental, somos más proclives a recordarle gracias a su “Trilogía de la Venganza”, especialmente “Oldboy (Oldeuboi”, 2003), convertida a día de hoy en toda una película de culto por varias generaciones que, en cambio, a su vez, entran en conflicto con los cinéfilos más jóvenes, familiarizados con la faceta más universal del realizador a través de “Stoker” (2013) o “La Doncella” (“Ah-ga-ssi”, 2016). 

Sea como fuere e independientemente de su magnífica carrera llena de arriesgados títulos con los que ha navegado entre géneros, desde el thriller, pasando por la comedia dramática, los toques de surrealismo, las historias de vampiros, el cine experimental o el drama de época; existe un Park Chan-Wook totalmente desconocido para la mayoría de nosotros. Tanto su ópera prima, “Moon Is the Sun's Dream” (“Daleun... haega kkuneun kkum”, 1992), como su segundo largometraje, “Threesome” (“Saminjo”, 1997), se esfumaron en manos de un cineasta muy poco satisfecho con sus inicios. Tal es así que en 1999 decidió empezar desde cero, marcando un distanciamiento con estas dos primeras películas a través de un cortometraje que, con el paso del tiempo, adquiere un enorme valor. 

martes, 4 de septiembre de 2018

UN EJERCICIO DE DECONSTRUCCIÓN (1926)


El artista francés Marcel Duchamp se convirtió en uno de los pilares fundamentales del movimiento dada. Con la adquisición de una máquina óptica, comenzó a interesarse por las artes cinematográficas, expandiendo, así, su talento y creatividad más allá del arte moderno y sucumbiendo, como no podría ser de otra manera, a las nuevas tecnologías que empezaban a estar al alcance de unos pocos a principios del siglo XX. Así es como dio vida a “Anémic Cinéma”, aunque nunca la firmó con su nombre, sino con su alter ego Rrose Sélavy. No fue su primer coqueteo con el séptimo arte, puesto que, con anterioridad, filmó a la baronesa von Freytag-Loringhoven y su depilación de pubis, a pesar de que tal metraje acabara estropeándose y sólo pudiese salvarse una pequeña parte de él; y también tuvo tiempo para formar parte de la filmación de “Entreacto”, una de las obras más célebres de su amigo, el cineasta francés René Clair, en donde participa activamente con una partida de ajedrez junto a su compañero artista Man Ray.

Tanto él, que puso a disposición su estudio, como el director de fotografía suizo Marc Allégret ayudaron a Duchamp con la producción de “Anémic Cinéma”, en donde vuelve a rezumar ese erotismo de sus inicios cinematográficos, pero, esta vez, desde un prisma algo diferente. La cinta combina diversos objetos, de los cuales, es destacable la inserción de Rotoreliefs. Una mágica palabra inventada que venía a referirse a los dibujos animados que aparecían en la obra y que se unen tanto a los juegos de palabras que surgen desde el mismo título como a los escenarios que supuran ese atisbo de sensualidad. La dualidad que transpira su alter ego también se traslada a sus imágenes, entre sonidos y frases, que nunca surgen de forma caprichosa, sino como parte del subconsciente del autor. Versos que proceden de diversas fuentes, como de Adon Lacroix, la esposa de Man Ray, y que suponen un elemento más del propio movimiento surrealista.