martes, 8 de septiembre de 2015

POR AQUÍ, POR ALLÍ, EN UN NIÑO TE CONVERTÍ (1971)



Nos trasladamos a nuestra más tierna infancia para recordar uno de los mejores clásicos de Disney, “La Bruja Novata”, del director y guionista inglés Robert Stevenson. Con el paso del tiempo, ciertas cintas de la factoría han acabado relegadas a un segundo plano, con lo que las nuevas generaciones apenas tienen conocimiento de historias tan interesantes y divertidas como la protagonizada por la mítica actriz Angela Lansbury. Basada en la novela de la escritora británica Mary Norton, cuenta las vivencias de una bruja aficionada, Eglantine Price, que debe de hacerse cargo de Paul (Roy Snart), Carrie (Cindy O’Callaghan) y Charlie (Ian Weighill), tres niños refugiados en la pequeña comarca a causa de los recientes bombardeos en la ciudad de Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Gracias al profesor Emelius Browne (David Tomlinson), que le envía algunos trucos por correspondencia como parte de su aprendizaje, Eglantine prepara un plan para impedir la invasión nazi en tierras británicas, pero las clases se cancelan antes de poder acceder al último hechizo y el más importante, “la locomoción sustitutiva”. Es por ello que, junto a los pequeños, decide viajar en una cama voladora para conocer al profesor y tener, por fin, entre sus manos, las palabras mágicas que le facilitarán poder enfrentarse a los enemigos.

Volver a visionar una película que formó parte de nuestra infancia y que nos conquistó desde el primer momento, a veces, resulta más que peligroso, puesto que puede perderse ese encanto que guardábamos junto al resto de buenos recuerdos. Por suerte, “La Bruja Novata” es de las pocas que no pierde ni un ápice con el paso del tiempo, aunque se disfrute desde un punto de vista más adulto. Sin embargo, para Stevenson y su equipo únicamente supondría una especie de preámbulo para crear su gran obra dentro de la compañía y que seguiría la misma línea, “Mary Poppins” (1964), que también contaría con la presencia de David Tomlinson como el Señor Banks, el padre banquero que necesitaba aprender una valiosa lección sobre la vida y su familia. Por su parte, Lansbury acabó regresando al medio que la vio crecer como una estrella, la televisión. En esta ocasión, y aunque ambos cumplen con su papel a la perfección, no llegan a despertar esa química esperada entre una pareja principal, pese a ese sutil guiño al romance que podría haberse dado, pero que no termina de desarrollarse.

Los estupendos coqueteos de una bruja patosa con la magia comienzan con un sencillo dominio de la escoba que, por desgracia, acaba de una forma bastante hilarante. Viajar en una cama a cualquier parte con tan sólo girar el boliche de una de sus patas fomentaba, aún más, nuestra maravillosa imaginando e inocencia, pensando que, al anochecer, la nuestra también nos llevaría a un sinfín de lugares inesperados.

Su mágica combinación entre personajes reales y animación, premiada con un Oscar a los Mejores Efectos Especiales en 1971, no hacen más que sumar atractivo para todo tipo de público. Esa búsqueda incesante del hechizo más importante les lleva a aterrizar en la isla de Naboombu, con un lago en donde los peces celebran un concurso de bailes de salón, mientras que en la superficie, un caprichoso león al que no le gusta perder, gobierna a sus anchas con un carácter un tanto especial. Dosis de distracción y diversión que sólo sirven para edulcorar el telón de fondo de esta historia, la miseria que iba dejando a su paso la guerra contra la Alemania nazi.

Obviamente y viniendo de la clásica factoría Disney, su guion está rematado con gran precisión, creando un producto agradable, pese al aspecto amargo del belicismo, y encantador, nunca mejor dicho. A ello hay que sumarle su magnífica banda sonora, compuesta por los famosos hermanos Richard M. y Robert B. Sherman y orquestada por el músico Irwin Kostal, que recrean llamativos números musicales realmente entretenidos gracias al uso de unos pegadizos estribillos que consiguen resonar en nuestras cabezas, incluso, décadas después. Así es cómo más de uno se ha visto tarareando mentalmente el tema “Portobello Road”, mientras visita el tradicional mercadillo de antigüedades en pleno Notting Hill de Londres y es que a la vista está que “La Bruja Novata” sigue acompañándonos pese al paso de los años, devolviéndonos un trocito de toda aquella inocencia perdida.

Lo mejor: prácticamente todo, desde la fusión entre animación y personajes reales hasta la memorable banda sonora de la que hace gala.

Lo peor: la falta de química entre Lansbury y Tomlinson. Algunos pensarán que el tipo de animación es demasiado clásica, pero lo importante es que no pierde todo su esplendor original.



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