martes, 15 de septiembre de 2020

LA NECESIDAD DE UNA EXPLICACIÓN (2019)

Algunos tuvimos el inmenso placer de conocer al director y guionista Martti Helde y, a su vez, sentirnos atraídos por los nuevos aires dentro del cine de Estonia, gracias a su ópera prima, “In the Crosswind”, una excelente obra experimental que suponía un homenaje a los ciudadanos de Europa del Este que, en 1941, fueron expulsados de sus tierras y destinados a distintas zonas de Siberia por mandato de Stalin. Este claro obsequio compuesto por retratos más vivos de lo que jamás hubiéramos pensado, dio paso a dos cortometrajes más, “Superbia” (2014) y “Tuult püüdes” (2015), que se suman a las otras piezas con las que el cineasta inició su carrera. Sin embargo, tuvimos que esperar cuatro años más para poder disfrutar de su esperado segundo largometraje, “Scandinavian Silence”, un drama que no se desprende de esa experimentalidad de la que partía Helde en sus primeros trabajos. 

Tom (Reimo Sagor) acaba de salir de la cárcel. A mitad de camino, un coche se detiene a pocos metros de él. Es su hermana Jenna (Rea Lest). Una vez que monta en el vehículo, ambos entran en un viaje experimental que pone a prueba sus sentimientos. El pasado sigue persiguiéndolos, el castigo permanece en sus vidas y los silencios se vuelven necesarios, puesto que, hasta entonces, ninguno de los dos había escuchado al otro. Un hecho fatídico cambió su destino y, como es lógico, tienen un punto de vista diferente en función de su experiencia y los lazos que les unían a sus padres. La violencia y los abusos han construido un muro entre los dos, cuando lo cierto es que se necesitan mutuamente, más que nunca, y nadie podrá cambiarlo. Es difícil superar los nueve premios que obtuvo con “In the Crosswind”, pero lo cierto es que esta historia no pasó tampoco desapercibida, puesto que logró alzarse con cuatro galardones, destacando especialmente su reconocimiento en nada menos que Karlovy Vary.

Lo más interesante de esta cinta es su construcción narrativa. Su influencia experimental transforma los 75 minutos de metraje en tres fragmentos en los que se repite la misma acción. En el primero de ellos, Tom es el único que habla. No espera que su hermana colabore, sino que escuche una versión del pasado que ella desconoce. De esta forma, pretende que comprenda por qué hizo lo que hizo y por qué aún sigue pagando por ello. Jenna solo gestualiza hasta que, en un determinado momento, actúa y desaparece sin darnos mayor detalle. No es hasta el segundo fragmento cuando descubrimos qué se esconde en la mente de la joven. Ella explica sus emociones, sus secuelas y le hace descubrir qué es lo que ha sucedido en ausencia de su hermano. Ahora podemos entender su comportamiento y cómo se relaciona con un tercer personaje anónimo, pero, aun así, sigue faltando una parte de la información que nos ayude a penetrar de alguna manera en su relación.

Efectivamente, la tercera parte de esta historia se centra en los detalles que completan el relato, continuando hasta un final en el que ambos vuelven a verse en el límite. La cuestión que surge en ese instante, en si merece la pena traspasar o no dicho límite, poniendo a prueba nuevamente su relación. Para entonces, ambos ya han hablado, han explicado la versión tan personal de sus recuerdos y eso ha provocado un cambio que determinará la conclusión de “Scandinavian Silence”. Sin embargo y, pese a que su construcción resulta llamativa, lo cierto es que las expectativas elevadas de su ópera prima no evitan que exista cierta desilusión por una trama que, al fin y al cabo, no nos marca en absoluto. Es cierto que Helde mantiene a la perfección el suspense con esta técnica narrativa, pero su clímax no deja de ser algo insípido para el atractivo desarrollo que tiene.

El hecho de que el cineasta permita que cada uno de los protagonistas pueda desahogarse sin interrupción alguna facilita que ambos actores puedan poner a prueba sus dotes interpretativas desde el más puro silencio o, por el contrario, desde la expresión misma de sus emociones. Sagor y Lest no solo deben poner énfasis en cada una de sus palabras, sino que, además, sus gestos y miradas son de vital importancia para la continuidad del suspense. Precisamente, este aspecto no defrauda, puesto que ambos realizan una excelente labor cargando con todo el peso dramático de la narración. Ninguno posee una trayectoria extensa ni ampliamente reconocida. Por un lado, la carrera de Sigor cambió tras su participación en “El Alpinista Fantasma” (Urmas Eero Liiv, 2015), a partir de la cual obtuvo su primer protagónico en el drama “Võta või jäta” (Liina Trishkina, 2018). Por su parte, Lest destacó especialmente en el papel principal de “November” (2017), la curiosa obra del cineasta Rainer Sarnet en la que la actriz interpreta a Liina, una joven enamoradiza en un escenario cubierto por magia negra, hombres lobo, extrañas plagas y espíritus errantes.

Helde vuelve a contar nuevamente con el director de fotografía Erik Põllumaa, que, en esta ocasión, además, colabora con el cineasta Sten-Johan Lill para realizar un trabajo inigualable. Si “In the Crosswind” nos dejaba extasiados por su imagen, “Scandinavian Silence” no se queda atrás. En un blanco y negro de extrema pureza y con fuerte contraste, nos deleitamos del paisaje más invernal de Estonia. Entre bosques y llanuras nevadas, Tom y Jenna se desplazan mientras nosotros disfrutamos de un panorama sublime, en donde el río parece haberse convertido en puro petróleo capaz de fragmentar la naturaleza salvaje. Un trabajo sin igual que acompaña a la narración experimental con la que Helde vuelve a sorprendernos a pesar de la sencillez de su trama.

Lo mejor: su construcción narrativa supone una perfecta maniobra para mantener la intriga. Su magnífica fotografía es su punto más fuerte.

Lo peor: la trama peca de excesiva sencillez a pesar de su tratamiento, siendo un aspecto tremendamente negativo tras las expectativas generadas con “In the Crosswind”.

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