sábado, 7 de marzo de 2015

LA VIRTUD DEL PERDÓN (2014)


Hay ciertas películas que, aunque no nos llame la atención su trama o el elenco de actores, nos parecen una auténtica maravilla una vez nos decidimos a darlas una oportunidad (la mayoría de las veces, por aburrimiento, siendo sinceros). Tal vez sea un ejemplo de ello “Calvary”, del director y guionista británico John Michael McDonagh.

Es cierto que tuvo poca promoción y que su historia, precisamente, no es demasiado llamativa, ya que la religión no suele ser una cuestión muy taquillera. A pesar de ello, está por demás decir que es necesario dar una oportunidad a esta producción, ya que al final resulta ser una grata sorpresa. Así es como, de golpe, nos adentramos en la vida del padre James Lavelle (Brendan Gleeson). Sin más dilación, la cinta comienza en el confesionario. El cura escucha atentamente a un feligrés cargado de odio por los abusos que sufrió en su infancia por parte de otro clérigo y es por eso que ha decidido devolver la moneda al destino y asesinar a alguien bondadoso como él. Tiene el plazo de una semana para poner todos sus asuntos en orden, pero el próximo domingo será su último día. Con tal amenaza empieza “Calvary”, cuyo título ya nos confiesa el estado en el que Lavelle se encontrará durante estos días.

Con este segundo largometraje, tras su ópera prima “El Irlandés” (2009), McDonagh da un paso firme en su carrera. No es un trabajo que destaque en demasía, pero sí es cierto que el autor arriesga con un tema controvertido que no deja de llamar a la polémica y que nos invita a participar en algo distinto. A pesar de que parte de un comienzo precipitado, el resto del metraje es tranquilo, pero a su vez se desarrolla de forma dinámica gracias a unos fantásticos toques de humor negro y abrasivo en unos diálogos muy perspicaces que marcan el punto fuerte de la película. Su ritmo es constante y la tensión se acumula poco a poco hasta romper en un auténtico clímax.

Su otro atractivo es la participación del actor Brendan Gleeson, con un trabajo que soporta la totalidad de la narración y que nos aporta todo tipo de sensaciones, desde el cariño hasta la rabia contenida, pero siempre haciéndonos partícipes de sus propias reflexiones y del lado más íntimo del personaje. Kelly Reilly es su hija, que pese a ser un papel aparentemente más importante que el resto de secundarios, termina transformándose en alguien más de la gama de protagonistas. Unos secundarios muy correctos, aunque no todos contribuyen a la historia, sino que más bien parecen estar de relleno, al igual que ciertas escenas que tampoco vienen al caso.

Sin embargo, “Calvary” es una gran sorpresa y un soplo de aire fresco en la siempre sorprendente industria irlandesa. Su toque intimista y melancólico nos encierra en la cuenta atrás de alguien que recibe un castigo inmerecido. Una observación sobre la crueldad y la hipocresía de nuestra sociedad que McDonagh vuelca de golpe en nuestro imaginario.

Lo mejor: la espléndida actuación de Gleeson y el retrato del asombroso paisaje irlandés del condado de Sligo. La labor fotográfica del director británico Larry Smith nos deja sin aliento.

Lo peor: engrosar la duración del filme a través de escenas innecesarias. 



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