martes, 3 de marzo de 2015

UNA TRÁGICA MORBOSIDAD (2013)

Mucho se puede hablar de la trayectoria profesional del director surcoreano Kim Ki-Duk, que se dió a conocer a nivel internacional y de forma más grandilocuente con su sorprendente para muchos e insulsa para otros tantos, "Hierro 3". Es sabido que su cine se caracteriza por ser pausado, sin demasiadas pretensiones y algo simple en cuanto argumento, al contrario de lo que ocurre con muchas de sus impactantes imágenes y la extraordinaria puesta en escena de la mayoría de sus obras.

Con "Moebius", ha rizado el rizo. Ya fue censurada en su país de origen y se dice, se comenta (vaya usted a saber si por darle más publicidad al tema o no), que provocó desmayos, vómitos y diarreas en más de un festival por lo truculento y mórbido de algunas de sus escenas. Y ya de por sí, la historia es controvertida.

La cinta se centra en el personaje de un padre de familia (Jo Jae-Hyeon), que evita quedarse sin pene por un ataque de celos de su mujer (Lee Eun-Woo). Ésta, al no poder cortarlo, la paga con su pobre hijo (Seo Young-Ju), que acaba perdiendo el miembro. Y así es como la familia termina desmoronándose, con la mujer dándose a la fuga, y el padre intentando ayudar a un malogrado hijo que no encuentra consuelo. A partir de aquí todo es una espiral de sexo frustrado, palizas, vejaciones e incestuosas situaciones entre padre, madre e hijo.

"Moebius" va más allá de toda cegadora polémica que nos impida llegar hasta la mente del director y sus intenciones a la hora de desarrollar una historia, tal y como ha sucedido infinidad de veces. Precisamente, Kim Ki-Duk no es una excepción a tan extraño plan. A veces, la consabida publicidad que ésto conlleva, como suele hacer el cineasta danés Lars Von Trier con sus trabajos, puede resultar más que golosa para dar a conocer o impulsar una carrera. Con una historia que se desarrolla sin un sólo diálogo, aspecto que el autor controla con suma maestría, nos hace dudar ante la posibilidad de que o bien siga perdido en esa espiral depresiva de creatividad, como anunciara en su documental "Arirang" (2011), o bien pretenda encerrar las miserias más bajas del ser humano en un filme que pida atención a raudales en detrimento de su tradicional poesía narrativa.

La falta de profundidad en la relación entre el padre y el hijo nos da pistas de que pudiera ser esta última opción, con escenas que tratan de abordar la cuestión del sexo de una forma más llamativa que expresiva y sin ese dramatismo que aporte cierta verosimilitud a lo que se nos está contando sin necesidad de caer en un desbordamiento emocional.

Sin duda, es inevitable sentirse atraído por el morbo, por los sinsabores de lo prohibido y por el tratamiento extrañamente erótico que rezuma la cinta. Atrás quedan los sentimientos de sus protagonistas, perdidos entre una especie de complejo de Edipo excesivamente evidente y la soledad de un dolor que no son capaces de exteriorizar correctamente.

Sin embargo, y pese a todo, Kim Ki-Duk es único a la hora de confluir perturbadoras obsesiones en hora y media de metraje. Su estilo resulta inigualable y quizá sea ésto lo que le convierte en un cineasta atrayente como pocos. La poesía, las tradiciones y las leyendas dejan paso a una nueva etapa de provocaciones, de impulsos y de, inesperadamente, polémicas, en la que ningún espectador podrá sentir indiferencia ante un trabajo que, ya de por sí, es realmente difícil de recomendar.

Lo mejor: las situaciones que se dan son demasiado disparatadas al no ser respaldadas con profundidad.

Lo peor: querer transgredir sólo por el mero hecho de hacerlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario