No son pocas las películas que se han dedicado a retratar lo
acontecido durante la Segunda Guerra Mundial desde diferentes puntos de vista,
pero es verdad que todas ellas abarcan una parte de la historia que todavía es
cercana en el tiempo y que de una u otra manera nos ha obligado a tener presentes los
límites de violencia y crueldad que traspasó el ser humano. Con el holocausto
judío y la presencia del nazismo en el centro de Europa y parte del este, hemos
conocido tremendas barbaries, pero pocos testimonios nos han llegado más allá
de esas fronteras. En 1941, Estonia vio como sus ciudadanos eran expulsados de
sus tierras y destinados a distintas zonas de Siberia por mandato de Stalin y
con el único fin de controlar revueltas de la zona. Los campos de trabajo
forzaron a la población hasta la extenuación, dando lugar al genocidio
soviético que ha permanecido a la sombra de la figura de Hitler.
Sin duda, estos hechos apenas han sido representados a
través del cine, pero para autores como el debutante Martti Helde es la mejor
opción para reclamar un maravilloso homenaje a las más de 40.000 víctimas de
tal desgracia y todo ello gracias a su primer largometraje, “In The Crosswind”.
Tras varios cortos en su carrera, arriesga con un trabajo de excelente
potencial en el que retrata el suceso a partir de los recuerdos de Erna Tamn,
una mujer que experimentó en su propia piel tal calvario y que pudo expresarlo
con la palabra escrita. Tal registro de cartas compone una especie de sinfonía
poética para describir la tragedia. Ese pasado llega a nuestros días con Erna (Laura Peterson), una joven
estudiante de filosofía que está felizmente casada con Heldur (Tarmo Song), con
el que tiene una hija, Eliide (Mirt Preegel). Su tranquilidad se ve perturbada
cuando el ejército soviético obliga a la familia a exiliarse a Siberia. Para
ello, son separados y transportados en trenes hacia lo desconocido. La
supervivencia cada vez es más complicada, pero Erna mantiene la esperanza de
regresar a su hogar y poder ver a su esposo.
Es difícil retratar un episodio tan lamentable de nuestra
historia con tanta emoción y belleza que llegue a doler. Una sencilla obra que
provoca un sinfín de sentimientos, que perturba más de lo esperado, pero que,
sobre todo, deja un poso en las mentes más inquietas, esas que no se conforman
con un extracto y desean conocer mucho más. Helde consigue conmover tan sólo
insinuando sutilmente, sin necesidad de facilitar al espectador una trama
demasiado masticada. Con un ritmo
pausado que se extiende a lo largo de la hora y media de metraje, la cinta
explica el relato en forma de auténtico arte, sin pretensiones y con una
sencillez asombrosa para presentar una horrible y complicada etapa de su país.
Sin esperanza, sin comida y sin libertad, los personajes desfilan bajo el frío,
realizando trabajos forzados hasta la locura, sometidos al sufrimiento, a la
pérdida de sus seres queridos, a la falta de humanidad que gobierna el mundo y
a la injusticia que lo permite.
“In The Crosswind” guarda escenas que se clavan en la
retina, que conmocionan hasta límites insospechados y que desembocan en un
inigualable final. Acompañado en todo momento por la voz en off de Erna, que,
con suma delicadeza pronuncia cada palabra dedicada a su marido a través de sus
cartas, se deslizan sensaciones sumamente contradictorias. Desde el placer que
produce disfrutar de pura poesía visual al recuerdo de una angustiosa situación
que nunca dejará de sorprender. Bajo ese telón de horror, asistimos a las
vivencias de la protagonista, los instantes de fortaleza ante las constantes
desgracias. Junto a ella, se agolpa el destino de su pueblo, que le acompaña en
cada obstáculo, mientras que para sí misma guarda el recuerdo de aquellos días
al lado de su marido, en su hogar o en un paseo en barca por el río. Su
testimonio recorre el transcurso de las estaciones, las miradas y gestos,
contrarrestando una cruda realidad que la cámara no duda en repasar a fondo.
Helde se une a Erik Põllumaa para enmarcar una deslumbrante
puesta escena presentada en un aterrador blanco y negro. Los felices días de
Erna detienen su movimiento para ceder ante imágenes estáticas por las que paseamos sigilosamente, apreciando cada detalle y siendo testigos
de tal experiencia. Desplazándose con suma destreza alrededor de paralizados
personajes que no pueden gesticular y, ni siquiera, pestañear, sorprende la
originalidad y el poder visual con el que se decide contar la historia. Un
simbolismo que convierte cada plano en verdadero arte poético y que refuerza el
sentimiento de las víctimas, la incapacidad, la falta de libertad, la tortura y
la violencia. El compositor Pärt Uusberg aporta una banda sonora que se desliza
entre la aparente quietud de las figuras congeladas, entre el sonido de fondo
de los acallados diálogos y susurros ilegibles, perfeccionando una producción
que debería ser admirada.
Peterson reproduce con impactante exactitud y, en definitiva, una actuación soberbia la pérdida a la
que es sometida, el amor intacto hacia su familia, el desamparo ante la
soledad, la fuerza ante la adversidad y, en especial, la esperanza que no
quiere perder. El apoyo del resto de personajes
secundarios conforma un retablo cuanto menos escalofriante, pero de una belleza
sublime. “In The Crosswind” se ha ganado el derecho a ser distribuida y
visualizada, a dar voz a un homenaje totalmente indispensable a todas aquellas
víctimas olvidadas por el paso de los años, a dejar huella en todo aquél que
desee disfrutar de un cine muy diferente, de una obra de arte que describe otro
episodio más que evidencia las peores vilezas del ser humano.
Lo mejor: se trata de una cinta de obligado visionado tanto
por su valor técnico como narrativo.
Lo peor: por desgracia, las carteleras no suelen dejar hueco a este tipo de películas.
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