jueves, 9 de julio de 2015

EL SONIDO DEL SILENCIO (2014)


De vez en cuando el cine nos sorprende con una nueva obra que se desmarca de los límites convencionales para presentarnos algo singular, especial y que genere nuevas sensaciones en el espectador. Así es el caso de “The Tribe”, la ópera prima del director y guionista ucraniano Myroslav Slaboshpytskiy, que arrasó en la Semana de la Crítica de Cannes en 2014.

El elemento sorpresa de este trabajo es que no existen diálogos sonoros, puesto que el autor se rodea de personas sordomudas que no son profesionales de la interpretación para embarcarse en una historia situada en una institución de personas con discapacidad auditiva y vocal en la que asisten con total normalidad a clases escolares. Sin embargo, tras su jornada estudiantil, las reglas y la autoridad dejan de existir. Los alumnos se agrupan en bandas para delinquir y dar rienda suelta a las más viles bajezas como la violencia o la prostitución. Uno de estos jóvenes llega a esta residencia y, como tal, debe acatar las normas que le imponen los más veteranos, adaptándose a las circunstancias y ocupando su lugar en la escala de poder.

Grigoriy Fesenko encabeza el reparto en un interesante papel protagonista. Su timidez es encubierta bajo un rostro frío e inexpresivo y, gracias a una personalidad tan sumisa, parece ser aceptado rápidamente por los demás compañeros. Su estupenda evolución es el punto fuerte de la cinta, donde vemos cómo modifica cada aspecto de él hasta aparecer ante nosotros con una actuación impredecible.

El desconocimiento del lenguaje de signos podría impedir seguir el hilo de la trama, pero Slaboshpytskiy da un claro ejemplo de lo innecesarias que, a veces, pueden resultar las palabras, exponiendo, durante 130 minutos, conversaciones a las que no podemos acceder con un silencio muy similar a su día a día, pero otorgándonos la ventaja de escuchar el ambiente que les rodea, las pisadas en la nieve y en los pasillos, los golpes, el roce de la ropa y la piel, la respiración, el ruido del motor de los vehículos, etc. Es posible que el director haya querido dar voz a quien habitualmente no la tiene, pero tras esta simple reflexión se esconde una crítica a la situación en la que se ve inmersa Ucrania y que se desconoce fuera de sus fronteras, en la que la sociedad es callada forzosamente y cuyas nuevas generaciones se ven relegadas a convivir con esta situación.

Es difícil apartar la mirada de la fuerte presencia visual que se nos presenta, pero la crudeza de algunas escenas hace que sintamos una rápida incomodidad y que, incluso, nos exaspere, siendo una de ellas el colmo de la tortura cuando escuchamos gritar y sollozar a una de las protagonistas. La decadencia social, el machismo, los celos, el abuso, el odio como liberación, el maltrato, la marginación y, en definitiva, la juventud corrupta estremece hasta el último minuto del largometraje.

“The Tribe” se desarrolla muy lentamente, hasta el punto de que resulte fácil perder el interés en su primera media hora. Nuestra impaciencia, la ausencia de palabras y los eternos planos-secuencia de los que el director abusa en más de una ocasión, pueden dar la sensación de que el tiempo ni siquiera transcurra. No obstante, el esfuerzo es recompensado, entregándonos una cinta atrevida y devastadora a partes iguales. Es imposible permanecer indiferente ante su visionado. Su atmósfera se recarga de tonos azules que parecen mantener en estado de letargo a cualquier adulto, permitiendo que estos adolescentes se desenvuelvan en una realidad hiriente y menospreciable. Slaboshpytskiy consigue estar en el punto de mira con un trabajo que es poco usual ver entre los debutantes. Nunca está de más enfrentarse a nuevas experiencias cinematográficas si se tiene la oportunidad y “The Tribe” es una de ellas. 7,5/10

Lo mejor: una experiencia diferente que transmite más de lo que a simple vista se distingue.

Lo peor: la ausencia de diálogos y la extensión del metraje pueden hacer que más de uno se piense visualizar la cinta.



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