martes, 11 de septiembre de 2018

LA PÉRDIDA DEL SENTIDO COMÚN (1999)


Hay cineastas que son mundialmente conocidos por una obra en concreto, a partir de la cual despega su carrera de forma extraordinaria. Sin embargo, en otros casos no existe un consenso claro desde un punto de vista geográfico, crítico, académico, etc. Un ejemplo de ello bien podría ser el director surcoreano Park Chan-Wook, quien logró alcanzar una gran popularidad entre sus conciudadanos con “Joint Security Area (J.S.A.)” (“Gongdong gyeongbi guyeok”, 2000), uno de los primeros blockbusters que surgirían al amparo de la nueva ola. Sin duda, a nivel nacional, se trató de un punto de partida, una “segunda parte” en su trayectoria profesional que esta vez sí le conduciría directamente al éxito. Por otro lado, desde la mirada occidental, somos más proclives a recordarle gracias a su “Trilogía de la Venganza”, especialmente “Oldboy (Oldeuboi”, 2003), convertida a día de hoy en toda una película de culto por varias generaciones que, en cambio, a su vez, entran en conflicto con los cinéfilos más jóvenes, familiarizados con la faceta más universal del realizador a través de “Stoker” (2013) o “La Doncella” (“Ah-ga-ssi”, 2016). 

Sea como fuere e independientemente de su magnífica carrera llena de arriesgados títulos con los que ha navegado entre géneros, desde el thriller, pasando por la comedia dramática, los toques de surrealismo, las historias de vampiros, el cine experimental o el drama de época; existe un Park Chan-Wook totalmente desconocido para la mayoría de nosotros. Tanto su ópera prima, “Moon Is the Sun's Dream” (“Daleun... haega kkuneun kkum”, 1992), como su segundo largometraje, “Threesome” (“Saminjo”, 1997), se esfumaron en manos de un cineasta muy poco satisfecho con sus inicios. Tal es así que en 1999 decidió empezar desde cero, marcando un distanciamiento con estas dos primeras películas a través de un cortometraje que, con el paso del tiempo, adquiere un enorme valor. 

“Judgement” (“Simpan”) supone uno de los pocos coqueteos que posee el director con la comedia. Corea del Sur sufre un fuerte terremoto produciendo un gran número de víctimas. Por ello, el gobierno ofrece ayudas para paliar tal terrible desastre natural. Una de estas víctimas permanece en la morgue a la espera de ser reconocida por sus familiares. Dos padres acceden a la tétrica habitación para reclamar un cadáver que se encuentra totalmente desfigurado, pero, al parecer, uno de los empleados de la instalación también cree que la joven que yace sobre la mesa del mortuorio es su hija. Los 26 minutos de metraje comienzan con seriedad y gran solemnidad, pero, antes de que nos demos cuenta, la obra sucumbe a los encantos de la sátira. Tres padres, una joven y el principal dilema, ¿quién conseguirá el dinero que ofrece el gobierno?

Un giro en los acontecimientos que transforman una desdichada situación en una rocambolesca pantomima, en la que los principales personajes poco a poco acaban viéndose más degradados moralmente, tergiversando las verdaderas intenciones por las que se encuentran en el interior de la sala y olvidando a la verdadera víctima de todo aquello. Dos rostros sobradamente conocidos protagonizan los momentos más hilarantes, los actores Gi Ju-Bong y Choi Hak-Rak. El primero de ellos ya se encontraba en pleno ascenso en su trayectoria, que contaba con títulos como “The Quiet Family” (“Choyonghan kajok”, Kim Jee-Woon, 1998) o “Nowhere to Hide” (“Injeong sajeong bol geot eobtda”, Lee Myung-Se, 1999), en donde coincidiría con Choi Hak-Rak, con una carrera menos nutrida. La excelente actuación de Gi Ju-Bong le valió participar en posteriores obras del autor, como “Joint Security Area (J.S.A.)” o “Sympathy for Mr. Vengeance” (“Boksuneun naui geot”, 2002).

El director de fotografía Park Hyun-Chul se encarga de mantener el blanco y negro tan siniestro en el que se desarrolla la historia. Precisamente, en tan sencillo cortometraje, una decisión tan acertada posee un mayor encanto. Park Hyun-Chul realiza un trabajo impecable y elegante, aunque nunca existió un reconocimiento por ello, pasando totalmente desapercibido tanto para el público como para la industria. Al igual que ocurre con el metraje en sí, este director sólo ha adquirido importancia gracias a quienes con posterioridad disfrutan de “Judgement”, el principio de un nuevo Park Chan-Wook, un autor que sigue reinventándose a sí mismo y experimentando con su propia creatividad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario