miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL ENCANTO DE LAS DIFERENCIAS (2015)

La cineasta y guionista estadounidense Nancy Meyers continúa con su carrera encasillada, de forma hermética, en la comedia romántica y es que, tras su debut en el hastiado remake “Tú A Londres y Yo A California” (1998), sumó estrellas populares a sus proyectos para darle fuerza a historias muy poco arriesgadas que siguen al pie de la letra los patrones más típicos del género. “¿En Qué Piensan Las Mujeres?” (2000) con Mel Gibson y Helen Hunt, “Cuando Menos Te Lo Esperas” (2003) con Diane Keaton y Jack Nicholson, “The Holiday” (2006) protagonizada por Cameron Diaz, Kate Winslet, Jude Law y Jack Black, y una de sus últimas obras “No Es Tan Fácil” (2009), que reúne a Meryl Streep, Alec Baldwin y Steve Martin. A la vista está que la autora sabe perfectamente cómo potenciar unos guiones que suelen pasar desapercibidos en taquilla, pero que, en el caso de sus últimas producciones, al menos logran que el espectador se entretenga con edulcoradas producciones llenas de positivismo. 

En esta ocasión, sigue perpetuando la misma fórmula de siempre a través de “El Becario”, que, en cambio, con un mayor trasfondo que va más allá del romance y la comedia convencional. Ben Whitaker (Robert De Niro) es un viudo jubilado de 70 años que necesita sentirse útil y salir de la aburrida monotonía de su día a día, por ello, no duda en presentarse para un puesto de trabajo como becario senior en About The Fit, una de las empresas de venta de ropa por Internet más punteras del momento. Aunque el negocio lleva poco tiempo en el mercado, se encuentra en plena expansión y, de cara al público, ha puesto en marcha un proyecto piloto de responsabilidad social. En su primer día, es asignado como asistente de la jefa y fundadora, Jules Ostin (Anne Hathaway), una mujer emprendedora que se ve desbordada por la cantidad de trabajo que tiene y que prefiere no tener a ningún becario a su disposición para no sentirse observada. Recelosa de su intimidad y extremadamente maniática, choca por completo con un carismático y amable Ben, que, poco a poco, irá acercándose a la vida de su superior.

Meyers va a lo seguro con una trama que parte de un concepto clave: el paso del tiempo. A lo largo de las 2 horas de metraje, esta cuestión se plantea desde el punto de vista del contraste generacional, no sólo entre sus dos personajes principales, sino también en multitud de detalles y diálogos, como las diferencias tecnológicas entre lo digital y lo analógico o la evolución de la moda masculina entre el traje de chaqueta y sus complementos y las camisetas de sport. La relación entre Jules y Ben va creciendo y no tardan en llegar al entendimiento en la primera mitad de la cinta sin posibilidades de alargar más este conflicto, por lo que la realizadora opta por centrarse en los problemas matrimoniales de la joven durante el resto de la película, tomando un cariz mucho más melodramático. 

Ben convive con la pérdida de su mujer, pero necesita llenar ese vacío recuperando parte de la actividad que tenía en su madurez y dejando atrás ciertas desgracias. Sin duda, es todo un caballero, servicial y sumamente carismático, es capaz de conquistar a todo aquél que se muestra ante él. Con gran trayectoria laboral, sabe que tiene mucho que aportar a sus compañeros, se siente seguro de sí mismo bajo la mirada de la experiencia, manteniendo la calma ante cualquier bache. En su primer día, Jules prefiere no encargarle ni una sola tarea, por lo que enseguida percibe que sólo ha entrado a la empresa para dar buena imagen y decide tomar la iniciativa para ganarse su confianza. Como era de esperar, De Niro realiza una sobresaliente interpretación en un papel hecho totalmente a su medida. Su simpática gestualización complementa a un personaje profundo y sentimental repleto de carisma. 

Por su parte, Hathaway lleva a cabo una labor fantástica con su estilo tan particularmente natural. Jules es una mujer que ha tenido éxito en el ámbito laboral, pero que inevitablemente ve cómo su estabilidad matrimonial se tambalea y cómo otras esposas la critican por tener a su marido, Matt (Anders Holm), en casa al cuidado de su hija Paige (JoJo Kushner). Una decisión que ambos tomaron y que le obligó a abandonar un importante empleo por el bien de la familia. Es evidente que con ella queda implícito el popular mensaje de que “en esta vida no se puede tener todo”. La actriz encara este papel sin dificultad y es que, en cierta manera, nos recuerda a su participación en “El Diablo Viste de Prada” (2006), pero, esta vez, con un cargo de mayor responsabilidad.

Ambos son el punto fuerte de “El Becario” gracias a la gran complicidad y carisma que desprenden en pantalla. Junto a ellos, un elenco de secundarios que aporta cierto toque de romance, en el caso de Rene Russo como la masajista Fiona, y de comicidad con los personajes de Jason (Adam DeVine), Davis (Zack Pearlman) y Justin (Natt Wolff), compañeros de batalla de Ben. Como curiosidad, destacar que la hija de Robert De Niro, Drena, también se encuentra dentro del reparto, aunque con un papel muy irrelevante como empleada de un hotel.

El compositor Theodore Shapiro aporta dinamismo a una película que, de otra manera, hubiera adoptado un ritmo demasiado pausado, mientras que el director de fotografía sudafricano opta por una estética sencilla y sumamente sobria para un trabajo que apenas sobresale en su amplia y variada trayectoria, pero que mantiene ese tono amable y fresco del largometraje. Es inevitable decir que Meyers ha cumplido a duras penas y todo por la gran labor realizada por De Niro y Hathaway. No obstante, su discreta simpleza encierra multitud de mensajes de nuestra sociedad actual, mientras logra entretener a un espectador que no espera más allá de una producción comercial de puro entretenimiento.

Lo mejor: el inigualable elenco del que se rodea la autora y al que debe el hecho de que su trabajo sea, al menos, salvable. La gran cantidad de mensajes que se pueden extraer de sus diálogos y personajes.

Lo peor: Meyers repite fórmula con otra trama edulcorada en la que no arriesga ni un ápice más que sus antecesoras.



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