martes, 3 de agosto de 2021

EXTRAÑOS RECUERDOS DEL HORROR (2019)

De alguna u otra manera, el cine húngaro que nos llega siempre termina sorprendiendo muy gratamente. No es muy asiduo en nuestra cartelera como otras cinematografías europeas, pero lo cierto es que en nuestra memoria siguen permaneciendo las obras de cineastas tan emblemáticos como Béla Tarr, Miklós Jancsó y el internacional Charles Vidor. A su vez, las nuevas generaciones también están haciéndose un hueco muy importante en la red de festivales internacionales, como fue el caso de László Nemes, cuyo primer largometraje “El hijo de Saúl” (2015) le encumbró de golpe en el panorama global. Entre los más jóvenes, destaca el premiado director, guionista, productor y editor Kristóf Deák, con una carrera muy enfocada al cortometraje tras ocho piezas producidas, en su mayoría, en Reino Unido, siendo “Sing” (2016) la más importante de todas al alzarse con un Óscar al mejor cortometraje de ficción en 2017 con una historia basada en el inquietante secreto que compartían los miembros del coro de un colegio de Budapest.

Su ópera prima, “Cautivos” (2019), nos invita a regresar al pasado, a despertar a la memoria histórica de la Hungría comunista. La década de los 50 se convirtió en un punto de inflexión en un país que se veía arrastrado por el proceso de desestalinización. En este contexto, la película nos presenta a la familia Gaál, residentes en Budapest. Estamos ante las primeras horas del día 4 de junio de 1951, para ser más exactos. Se trata de una fecha clave porque, en cuestión de poco tiempo, todo cambia para Ernõ (Ernõ Fekete), Ilona (Zsófia Szamosi), Eszti (Abigél Dömötör) y el pequeño Peti (Ágoston Sáfrány). Acaba de amanecer en la capital cuando dos autoridades se presentan en su hogar. Sorprendidos por tal visita, dejan pasar a los dos, que cierran con llave la puerta a su paso. Desde ese momento, nadie podrá salir de la casa. Ninguno de ellos sabe qué sucede ni la causa por la que se ven retenidos. Del mismo modo, sus vecinos, extrañados por lo que estará sucediendo en el interior del piso, no retiran la mirada del piso. Pronto comprobarán que todo el que llama a la puerta, no vuelve a salir.

Este extraño suceso está basado en hechos reales, provocando que la película adquiera una atmósfera siniestra a pesar de presentarse como una comedia dramática que, muy especialmente, hace gala de la sátira y no es para menos. Enfrentarse a un hecho tan caótico y extremo es más fácil de lidiar si se realiza desde un punto de vista absurdo y grotesco y, la verdad, funciona más que bien. No puede ser más controvertida y es que esta situación fue en la que se vio envuelta en la vida real la familia del pintor y artista Miklós Szüts cuando él tan solo era un niño y cuya vivencia se ve representada a través del personaje de Peti, el más pequeño y travieso de todos. Precisamente, el tratamiento narrativo que hace Deák junto al guionista András Vörös es la clave del éxito que llevó a conquistar tanto a la crítica como al público en su estreno nacional a través del Festival Internacional de Cine CineFest Miskolc y en su presentación al mundo en el Festival Internacional de Cine de la India (GOA).

Sin necesidad de grandes artificios, el cineasta sustenta el peso de la película en su magnífico elenco. En su mayoría, rostros desconocidos para el espectador internacional que se aprecian más cercanos gracias a esta obra y que vienen liderados por la joven actriz Eliza Sodró, que encarna a la hermanastra pequeña de Ilona, Sára, una joven que trabaja en la universidad y que forma parte activa del Partido de los Trabajadores Húngaros. Sin embargo, cuando acompaña a su familia, sus creencias, valores y, en definitiva, su mundo estable se tambalea. Es, a través de ella, que se puede observar la necesidad de un cambio, de una renovación que era vital para Hungría durante los años 50. El férreo control y el posicionamiento obligatorio en el que se ve Sára provoca que tenga que elegir entre el estado y su familia, un aprendizaje extremo al que es sometido el personaje durante apenas 5 días y que supone un punto de inflexión en su vida.

El director húngaro-venezolano Francisco Gózon se encarga de una fotografía de lo más llamativa. De hecho, su labor es primordial para embarcarnos en este viaje en el tiempo con un estilo limpio, cálido, retro, en donde las tonalidades azules adquieren un especial protagonismo para enmarcar la atmósfera de un triste periodo histórico. Deák hace hincapié en todo momento en la idea de que este tipo de circunstancias podían producirse de forma aleatoria e inesperada. Sin explicaciones, estamos tan solo ante un encierro en el que las sospechas vuelan, la culpabilidad por implicar a inocentes y la necesidad de revisar la vida propia por si hubiera algún error que pudiera afectar a la familia. Por ello, “Cautivos” mantiene una tensión irregular que favorece al conjunto de la película, puesto que cualquier acción se se torna en inesperada, peligrosa, inquietante. La preocupación permanece durante 85 minutos, concentrados en un pequeño piso atestado de familiares, vecinos, amistades y policías. El más mínimo error supone el fin y delatar al prójimo puede ser una oportunidad para salir de tan terrible situación.

Creado como telefilm, “Cautivos” merece una etiqueta de calidad superior. Kristóf Deák se estrena en el mundo del largometraje por todo lo alto con un trabajo más que destacable. Su mayor valía es el rescate y la revisión de la memoria del terror implícito que para muchos ciudadanos suponía no dormir en plena noche por si un coche negro aparcaba en su puerta, puesto que su significado nunca era positivo. Podría haber sido perfectamente un thriller psicológico, pero el hecho de que el cineasta inyecte sátira a la narración proyecta cierta seguridad en el camino por superar el pasado. Son los pequeños detalles los que mitigan el horror, como quedarse sin papel higiénico y verse forzados a limpiarse con las fotos de los miembros del gobierno impresas en el periódico. Esa generosidad al ofrecernos una mirada diferente bien pudiera elevar a “Cautivos” a la categoría, si es que hubiera, de película indispensable.

Lo mejor: su brillante elenco, que cargan con todo el peso narrativo de la película.

Lo peor: que no se explote la sensación claustrofóbica que supone verse encerrado en un piso durante varios días, tal y como hiciera, por ejemplo, Buñuel en “El ángel exterminador” (1962).

 

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