lunes, 29 de julio de 2019

VIAJE DE RETORNO (2018)


Quienes han tenido que marcharse de sus lugares de origen por supervivencia mantienen una imagen de su país bañada de añoranza, con los consiguientes pensamientos de deseo de regreso prácticamente intactos a lo largo de todo su retiro, casi extensible por años e, incluso, por toda una vida. La memoria histórica mundial ha dejado grabadas millones de historias sobre el exilio, movimientos migratorios forzosos que aún a día de hoy se producen sin que seamos conscientes de ellos. Un gran número de conflictos bélicos abiertos han dejado un rastro de heridas que aparentemente no se ven, pero que dejan huella entre su población. Sobre esta base se desarrolla “Deslembro”, el primer largometraje de ficción de la directora y guionista brasileña Flávia Castro. Una coproducción brasileña-francesa-qatarí que ha ganado varios premios en el Festival de Río de Janeiro, entre otros.

En clave casi autobiográfica, la trama de esta obra nos sitúa primero en París, en donde la adolescente Joana (Jeanne Boudier) prepara sus maletas para trasladarse, junto a su familia, a Brasil, el país en el que nació y del que apenas tiene recuerdos. Su madre, Ana (Sara Antunes), tuvo que exiliarse por motivos políticos. Tras perder a su marido Eduardo/Thiago (Jesuíta Barbosa), el padre de Joana, rehizo su vida junto a Luis (Julián Marras) y su hijo, Paco (Arthur Raynaud). Ambos también se vieron forzados al exilio desde Argentina. Ahora que Brasil permanece en calma, es el momento de regresar y empezar la vida que siempre quisieron. A su llegada, Joana disfruta del primer amor en la figura de Leon (Hugo Abranches), mientras conoce a su abuela Lucia (Eliane Giardini), la persona que descubrirá a la joven quién era en verdad su padre.

La cinta de Castro es un perfecto viaje directo a la reconciliación histórica, un camino sin curvas en el que queda de manifiesto el choque al que se enfrentan los exiliados cuando emprenden su travesía de regreso. Los recuerdos se agolpan, pero aún más duro es enfrentarse a los traumas generados por las medias verdades y los secretos ocultos. La cineasta revela lentamente qué es lo que le ocurrió al padre de Joana, sembrando, incluso, la duda sobre los hechos que le han sido desvelados a una adolescente que comienza a forjar su propia identidad y que posee la inquietud por destapar su pasado. Al respecto, la narración se mantiene estable, conduciéndonos con soltura entre el presente y el pasado para conocer de cerca la verdadera historia que une a Joana, Lucia y Ana a través de un personaje que nunca se nos muestra, unas veces Eduardo, otras Thiago.

En este triángulo destaca la veterana actriz de series de televisión Eliane Giardini. Son contadas las ocasiones en las que podemos disfrutar de sus dotes interpretativas fuera de la pequeña pantalla, pero, sin duda, cuando se produce una oportunidad así, es imposible no permanecer eclipsados por el gran carisma y presencia que posee Giardini en cada una de sus escenas. Una madre acostumbrada ya a la pérdida de su hijo y a la ausencia de su nieta, que, de repente, por fin goza de cierta tranquilidad al reencontrarse con la pequeña Joana después de tantos años de exilio. Esa emotividad distante a la que queda sometida se complementa con la incomunicación de Ana, la cual no puede permitirse mirar al pasado para que no resurjan antiguos fantasmas a los que creía ya enterrados. Un trabajo más que sobresaliente realizado por la actriz Sara Antunes, a pesar de ser tan sólo su tercer largometraje. En este completo retrato de la memoria histórica a través de tres generaciones de mujeres, es importante señalar la labor actoral de Jeanne Boudier en su primer trabajo, mostrándose más comedida ante el descubrimiento de sus raíces en un in crescendo emocional que, en pleno clímax, termina por explotar y revelar todo lo que guarda en su interior sin necesidad de recurrir a las palabras. 

La directora de fotografía Heloísa Passos nos ofrece un retrato visualmente amable, sin grandes alardes, pero siempre con firmeza. Los recuerdos y la nostalgia parecen embargar la imagen y, en el fondo, la vida de Flávia Castro, que se estrena con buena nota en el cine de ficción tras sus incursiones en el mundo del documental, siendo todo un acierto apostar por desvelar parte de su propio pasado para colmar a “Deslembro” de un matiz íntimo y personal que se aprecia desde el primer instante. Es, precisamente, su honestidad el principal pilar sobre el que se asientan los casi 96 minutos de metraje de una obra que es también el relato de otros muchos exiliados que han tenido que abandonar su país de origen e, incluso, a sus familiares para poder sobrevivir.

Lo mejor: la honradez con la que la cineasta se desprende de sus recuerdos para que nosotros podamos ser testigos.

Lo peor: la sabia decisión de no revelar al completo las verdades, como si de la vida real se tratase.


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