lunes, 22 de febrero de 2016

EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS (2011)


Park Chan-Wook es uno de los directores surcoreanos más internacionales. Su obra cumbre, “Old Boy” (2003), dentro de la famosa trilogía de la venganza (“Sympathy for Mr. Vengeance”, “Old Boy” y “Sympathy for Lady Vengeance”), le puso en el punto de mira del mercado hollywoodiense. Sin ir más lejos, en 2013, el productor y cineasta Spike Jonze se encargaría del remake de ésta, aunque con resultados pésimos entre la crítica y el público. Igualmente, también llegaría su primera producción estadounidense, “Stoker”, un fantástico thriller psicológico con un reparto inigualable encabezado por Mia Wasikowska, Nicole Kidman y Matthew Goode. Sin embargo, antes de emprender este gran salto en su carrera, Park Chan-Wook realizaría dos cortometrajes que se sumarían a su imparable trayectoria, “Night Fishing” (2011) y “Day Trip” (2013), en los que colaboraría con su hermano, Park Chan-Kyung.

En esta ocasión, “Night Fishing” es un mediometraje que, pese a partir como experimento cinematográfico, esconde tal profundidad que requiere de cierto conocimiento de la sociedad coreana para su comprensión. Partiendo de ello, nos sumergimos en la historia de un pescador (Oh Kwang-Rok) que, en un aislado bosque, espera tranquilamente a que algún pez muerda el anzuelo. No obstante, su presa será muy diferente de lo esperado.

La trama comienza de forma extraña con un grupo de música de lo más variopinto. A modo de videoclip, su actuación en mitad de un soleado paraje termina con la intervención del pescador que, casualmente, tararea la misma canción. Sumidos de golpe en un tétrico blanco y negro para crear una atmósfera sobrecogedora y entonar unos instantes a modo de pesadilla surrealista, nos trasladamos al más allá, al mundo de los espíritus. Y es que, en su tercera parte, que de nuevo se desarrolla a todo color, entramos en lo que verdaderamente significa este experimental mediometraje: un rito chamánico. Más explicaciones nos harían caer fácilmente en el spoiler, pero tan sólo con este pequeño preámbulo es sencillo concluir que “Night Fishing” esconde mucho más de lo que a simple vista podemos percibir.

Rodado con un simple iPhone4 y un presupuesto de 133.000 dólares, suena a casi un capricho del autor, pero también una especie de homenaje a las costumbres de su tierra. La pieza está cargada de simbologías clásicas que ya hemos podido ver en otros directores surcoreanos, como es el caso de Kim Ki-Duk y la famosa escena del anzuelo en “La Isla” (2000), un objeto muy apropiado para atar a la tierra a todo los cuerpos heridos. A ello se suma la llamada a quien está perdido a través de unos estridentes cascabeles, las velas que iluminan su oscuro camino, únicamente guiado por una alargada tela blanca que la chamana (Lee Jung-Hyun) atraviesa, etc. Un escalofriante rito que apacigua el dolor de quienes aún temen a la muerte por encima de todo.

“Night Fishing” recibió el Oso de Oro al mejor cortometraje en la edición 61ª del Festival de Berlín. Un galardón realmente merecido, pero que, a pesar de que cada minuto transcurrido es un auténtico placer cinematográfico, es cierto que, sin explicaciones previas, es complicado llegar a entender el mensaje que tratan de mostrarnos los hermanos Park.



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