miércoles, 10 de noviembre de 2021

LAS LUCES DE UNA ARTISTA OLVIDADA (1966)

La historia del séptimo arte ha resucitado no hace mucho a importantes mujeres artistas que colaboraron con una valiosa aportación cinematográfica durante el siglo XX. Precisamente, una de ellas es la directora estadounidense Marie Menken, a quien se le debía un importante reconocimiento desde hace mucho tiempo por su estilo único a la hora de experimentar con la tecnología. Su obra, perteneciente a las vanguardias modernas norteamericanas de mediados de siglo, fue ensombrecida curiosamente ante la popularidad de sus amistades, como el artista pop Andy Warhol, el pintor Stan Brakhage o los cineastas Jonas Mekas y Kenneth Anger, entre otros muchos, con quienes fundó el Grupo Gryphon para producir y visibilizar las piezas artísticas de sus miembros. Es, por ello, que Menken fue muy valorada en círculos influyentes de la sociedad, siempre con su Bolex de 16mm. a cuestas.

Su rostro puede ser, para algunos, desconocido, a pesar de haber aparecido en piezas de Warhol, como “The Life of Juanita Castro” (1965) o la emblemática “Chelsea Girls” (1966), pero, más allá de esta imagen, lo cierto es que su aportación es original y única como pocas. El cine la conquistó durante su carrera pictórica, descubriendo la posibilidad de otorgar movimiento a sus creaciones. Fascinada por el medio cinematográfico como herramienta artística, comenzó su andadura con el cortometraje “Visual Variations on Noguchi” (1945), que, como se intuye por su título, retrató parte del trabajo del escultor japonés Isamu Noguchi. No tardó en recoger nuevamente este arte de la mano del compositor nipón Teiji Ito, protagonista de una pieza musical que incluyó en su metraje de animación “Dwightiana” (1959) y posteriormente de “Moonplay” (1962). También llegaron las flores en “Glipmse of the Garden” (1957), los espermatozoides en “Hurry! Hurry!” (1957), con el que mostró su lado más humorístico; los monjes ascetas de Granada en “The Gravediggers from Guadix” (1960), la geometría basada en la pintura Broadway Boogie-Woogie, de Piet Mondrian, en “Mood Mondrian” (1961) o los experimentos con la iluminación en “Eye Music in Red Major” (1961). Con “Drips in Strips” (1961) profundizó en su lado más personal, mientras que “Arabesque for Kenneth Anger” (1961) dedicaba los recuerdos de su viaje a la Alhambra de Granada a uno de sus mejores amigos. De hecho, sus relaciones quedaron plasmadas en muchas de sus cintas, como “Lita’s Party” (1964), “Visions of Warhol” (1964) y simplemente “Andy Warhol” (1965).

“Notebook”, su particular homenaje al arte que le permitió soñar más allá de sus cuadros, fue exhibido en 1963 basándose un collage que encerraba pequeños fragmentos de películas que había compilado desde 1940 hasta 1962. Sin embargo, “Lights” es, sin duda, la pieza de mayor impacto y por la que más se comenzó a relacionar a Menken dentro de la historia, tal vez porque su experiencia es prácticamente hipnótica, sobre todo, si se considera su proyección como una extensión de su arte. En poco más de seis minutos, las imágenes juegan con la iluminación y los patrones que se generan a través del movimiento de la cámara. Aprovechando la decoración navideña de los escaparates de las tiendas y los edificios, prácticamente a medianoche, la artista recurre a un elemento tan simple y cotidiano para generar una atmósfera única y espontánea en donde la cámara parece bailar al son de una pieza musical inexistente. Y así, de paseo nocturno por la gran ciudad, a la deriva, tan solo poseídos por las luces, el espacio se transforma en oscuridad, permitiendo que nuestra vista se focalice en las extrañas esculturas creadas como si se tratase de un sencillo reto que traspasa cualquier límite que posea el lienzo.

Artista, cineasta, mentora, musa, actriz. Menken fue una de las personalidades más influyentes de las vanguardias modernas estadounidenses que, por desgracia, cayó, durante varias décadas, en las inmensidades del pozo del olvido que posee la historia del séptimo arte mundial. “Lights” es posiblemente la obra más definitoria de su filmografía, en donde se aprecian los intereses de la artista, pero, sobre todo, en la que no es necesario extraer simbolismos insignificantes, sino tan solo disfrutar de una caminata entre llamativos colores, destellos y estelas. Un collage que se ha ido componiendo a lo largo de trece años de filmaciones ensambladas en una especie de evolución en el que la cámara también se convierte en la extensión del arte de la mujer. 


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