La artista estadounidense Marie Menken sigue siendo objeto de investigación en la actualidad. Ignorada por la historia del cine no narrativo hasta hace pocas décadas, la cineasta dejó un valioso legado dentro de la experimentalidad tanto del séptimo arte como de las bellas artes. Deseosa de transmitir la idea de que la pintura no tiene por qué ser estática, su filmografía rindió las cuentas necesarias entre ambas artes. Con el tiempo, se han comenzado a valorar los escritos dejados por los vanguardistas modernos en los que Marie Menken era considerada una de las artistas más importantes de esta etapa. En cambio, los libros acabarían tristemente otorgándole el único papel trivial de toda su trayectoria, la protagonista de “Chelsea Girls” (1966), la obra de Andy Warhol en la que el talento superó a la popularidad. Considerada mentora y musa de contemporáneos como Kenneth Anger, Stan Brakhage o Jonas Mekas, entre otros; la directora comenzó su andadura cinematográfica en 1945, año en el que vio la luz el cortometraje “Variations on Noguchi” (1945), en donde puso en funcionamiento su famosa cámara Bolex que tanto utilizaría durante su carrera para ponerla al servicio de la creatividad y el arte.
Este diálogo entre el cine y la pintura fue aún más evidente en la pieza “Drips in Strips”, un metraje abstracto, contemplativo y, en definitiva, de puro movimiento. Sin duda, no podría ser más revelador. Menken ya contaba con gran experiencia en el “action painting” y como tal, quedó reflejado en esta obra, un único metraje pintado a mano en el que la pintura se transforma frente a nuestra mirada en forma de salpicadura, efectuando sus movimientos en base a la gravedad. A través de él, podemos observar los patrones que se construyen en su resbaladiza caída, combinados con los juegos de colores, tal y como describiría ella misma. Rodado en 16 mm., no cuenta con sonido, aunque tampoco sea necesario. En apenas 2 minutos escasos de duración, la pintura juega consigo misma, borrando el rastro de su propio ser anteriormente configurado de la misma manera.
Las gotas caen una tras otra, propiciando el mayor deseo de Menken y el principal objetivo por el que daría el salto al cine experimental: capturar el movimiento de la pintura. Ya hemos visto sus trabajos con la animación, el collage e, incluso, el stop-motion. En todos y cada uno de ellos, la artista volcó su talento con el único fin de no ver una obra terminada, sino ser testigos de cómo es su desarrollo. Es, por tanto, que “Drips in Strips” ofrece la metodología de una artista, un goteo expresionista y abstracto que rezuma, incluso, cierto halo humorístico, pero que quedó prácticamente ensombrecido por metrajes mucho más relevantes y que, ahora, la historia está tratando de otorgarles el lugar que les corresponde, como “Glimpse of the Garden” (1957), “Dwightiana” (1959), “Arabesque for Kenneth Anger” (1961), “Notebook” (1963) o, la más importante de todas, “Lights” (1966).
Tal y como sucede en la mayor parte de sus piezas, “Drips in Strips” también se realizó para ser disfrutada visualmente, un experimento cuyo objetivo no puede ser más evidente y que no guarda ningún tipo de simbología, al contrario de lo que sucedía en las filmografías de algunos de sus contemporáneos vanguardistas. No hay más. No puede ser más sencillo. Una cámara, un lienzo, pintura y los inevitables efectos de la gravedad. Ahora es el momento de deleitarse con la amplia filmografía de una de las artistas y cineastas de las vanguardias modernas estadounidenses, Marie Menken.
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