martes, 12 de enero de 2021

A LA SOMBRA DE UN DILEMA (2014)

Hablar de Volker Schlöndorff es tratar sobre uno de los cineastas más importantes del nuevo cine alemán iniciado en los años 60, pero, más allá de este hecho, también es todo un autor de especial calado en la historia del séptimo arte por su revisión de la memoria histórica más controvertida y que empezó nada menos que con su primer trabajo, “Wen kümmert's?” (1960), un mediometraje que profundizaba en la guerra de Argelia y que, aun recibiendo inversión francesa, fue prohibida su exhibición en el país. Su reconocimiento internacional llegaría de forma precoz e inesperada con su primer largometraje, “El Joven Torless” (1966), que terminaría alzándose con el FIPRESCI en el Festival de Cannes. De esta forma parte la trayectoria profesional de quien ya es considerado director, guionista, productor, documentalista y actor.

A sus espaldas quedan un gran número de metrajes que le elevan a la categoría de “veterano”, pero, sin duda, una de las obras más significativas de su filmografía bien pudiera ser “Diplomacia”, premiada en certámenes internacionales como el de Shanghai, la Seminci de Valladolid o, incluso, en los Premios César, en donde obtuvo el galardón a mejor adaptación. Efectivamente, esta película parte de una obra de teatro del escritor francés Cyril Gely. Por ello, esta coproducción franco-alemana retrata un instante vital en la historia mundial: la noche del 24 al 25 de agosto de 1944, en la que se decidió la destrucción de París. La orden de Hitler de volar por los aires la capital convoca en el hotel Meurice al cónsul sueco, Raoul Nordling (André Dussollier), y al gobernador militar alemán de la ciudad, Dietrich von Choltitz (Niels Arestrup). Allí, entre cuatro paredes, precisamente en el instante en el que las tropas aliadas se acercaban a la ciudad, ambos se introducen en una eterna conversación que decidirá el futuro de quienes les rodean.

Claramente, aún hay muchos capítulos de nuestra historia que desconocemos por completo y que seguirán siendo un absoluto secreto, sobre todo, porque sus protagonistas ya no están entre nosotros. Tantos actos que han marcado nuestro pasado, presente y futuro y grandes héroes que permanecieron en la sombra para verse inevitablemente en el olvido. Tal vez, hoy hubiera sido muy diferente y “Diplomacia” deja constancia de ello. El resultado ya es conocido por todos, pero, en cambio, nunca está de más volver a revisar el pasado y tomar nota de él. De hecho, no es necesario siquiera salir de la habitación en la que se produce la reunión. Más allá de la posible espectacularidad que podría haber propiciado la trama, Schlöndorff se desvía totalmente para centrar toda la atención en los diálogos, siendo el mayor disfrute de la cinta. Toda una contienda verbal que se produce fuera del campo de batalla.

En la sencillez está la clave, en el incremento paulatino de una tensión brutal que se respira entre ambos personajes con direcciones opuestas para desembocar en un clímax a contrarreloj, en una decisión que no posee siquiera una escala de grises. Puede resultar un tanto tedioso permanecer encerrados en la habitación del hotel durante los 80 minutos que dura el largometraje, pero los diálogos son tan absorbentes y atractivos que no podemos ni tan siquiera retirar la mirada. Tan solo se nos permite respirar de tan claustrofóbica sensación a través de los impactantes planos de París, intercalados con imágenes de archivo de la Segunda Guerra Mundial.

El peso dramático, por tanto, recae en los dos reconocidos actores. Por un lado, André Dussollier aporta en todo momento un aire fresco a la tensión con cierta dosis de sátira que no ensombrece el enrevesado plan que ha trazado. Trata de confundir a su oponente, de empujarle irremediablemente a la reflexión antes del caos y de ponerle entre “la espada y la pared” para localizar cualquier posible grieta que exista en él. Rostro popular en el cine y la ficción televisiva francesa, el actor ha trabajo con innumerables cineastas de renombre, como los hermanos Arnaud y Jean-Marie Larrieu en “21 Noches con Pattie” (2015), el mismísimo Arnaud Desplechin en “Tres recuerdos de mi juventud” (2015) o, sobre todo, Alain Resnais, con quien ha colaborado más asiduamente con títulos tan emblemáticos como “Meló” (1986), “On connaît la chanson” (1997), “Las malas hierbas” (2009) o “Amar, beber y cantar” (2014).

Por su parte, Niels Arestrup es capaz de plantearnos una posibilidad más que plausible y hacernos dudar. Majestuoso como siempre, el actor nos exaspera de forma brutal, siendo consciente de que en sus manos se encuentra la decisión que podría cambiar el transcurso de la historia. De esta forma, estamos ante el personaje que podría convertirse en el héroe o villano de esta trama. Al igual que Dussollier, disfrutamos de un “peso pesado” de la actuación al que hemos visto trabajar con Jacques Audiard en “De latir mi corazón se ha parado” (2005) y “Un profeta” (2009); formar parte de éxitos como “La escafandra y la mariposa” (Julian Schnabel y Laura Obiols, 2007); retomar cierta compostura con “Diplomacia” y “Crónicas diplomáticas” (Bertrand Tavernier, 2013); colaborar nuevamente con Schlöndorff en “Regreso a Montauk” (2017); cruzar el charco para pisar Hollywood con “War Horse (Caballo de batalla)” (Steven Spielberg, 2011) o “Frente al mar” (Angelina Jolie, 2015); e, incluso, ser director de “Le candidat” (2007).

La sutil y elegante imagen, obra del director de fotografía Michel Amathieu, contribuye a la solidez que demuestra “Diplomacia”, siendo un metraje que podría ser considerado como uno de los mayores aciertos de Volker Schlöndorff, que, sin alardes de ningún tipo, nos atrae con los firmes encantos de dos grandes actores de la cinematografía francesa. Y, así, recogiendo esta revisión de la memoria histórica de la Segunda Guerra Mundial, nos adentramos en un momento clave en el transcurso del conflicto. Tan solo unas horas de máxima tensión, una madrugada eterna en donde París permanecía oscurecida a la espera del que podría haber sido su último instante como la ciudad que conocemos hoy. Un instante en el que somos testigos directos de toda una batalla campal dialéctica para ensalzar, sin duda, las verdaderas cualidades del arte dramático.

Lo mejor: seguir descubriendo nuestra memoria histórica.

Lo peor: puede que algunos sientan cierto hastío al verse encerrados entre cuatro paredes durante 80 minutos.

 

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