lunes, 11 de febrero de 2019

LA ESPAÑA DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX (1905)


Hasta hoy, la historia del cine ha dejado a un lado el papel de la mujer a lo largo del siglo XX, especialmente si su rol se encontraba tras las cámaras, ámbito en el que simplemente ha sido ignorada y sustituida. Sin ir más lejos, hemos asimilado que entre los padres del cine narrativo se encontraban nombres como Georges Méliès o D.W. Griffith, a quienes se les ha adjudicado un valor que, en realidad, debe ser compartido con otras muchas más personalidades de la época que también llegaron a aportar su “grano de arena”. Precisamente, gracias a publicaciones como la realizada por la profesora e investigadora Alejandra Val Cubero, hemos descubierto en los últimos años que la vida de Alice Guy ha sido mucho más importante de lo que nos han hecho creer. Su libro, “Vida de Alice Guy Blaché” (2016), desgrana su estimable labor cinematográfica basándose en un preciado material personal facilitado por sus descendientes. Olvidada por los historiadores de cine, quienes, con desprecio, relegaron su valía a secretaria y posible amante del productor y empresario Léon Gaumont, esta mujer ha realizado una gran aportación al séptimo arte y sólo en estos últimos años se está comenzando a valorar, aunque parte de su extensa filmografía sigue perdida y otro tanto aún no haya visto la luz.

Recientemente reconocida como la primera directora de cine, Alice Guy estuvo detrás de más de 600 obras, la mayor parte de las cuales fueron inscritas con el nombres de sus respectivos directores de fotografía. Interesada en la ficción narrativa, la cineasta coqueteó con todo tipo de géneros cinematográficos, como se puede apreciar en metrajes como la fantasía de “El Hada de los Repollos” (1896), los trucajes de “Scène d'escamotage” (1898), la experimentación con el color en “Au bal de Flore” (1900) o del sonido en “Lilas Blancas” (1905); o la primera gran producción como fue “Vida, Nacimiento y Muerte de Cristo” (1906). Asimismo, sus viajes también eran recogidos en piezas documentales que, con el paso de los años, han adquirido un valor incalculable. Tal es el caso de “España”, una composición de grabaciones realizadas en 1905 que se han recopilado en un mismo cortometraje y se han convertido en un material indispensable para una cinematografía que, en una buena parte, fue destruida durante la guerra civil.

“España” recoge la travesía de Alice Guy por las calles de Madrid, la expectación surgida en plena Puerta del Sol con la llegada de un extraño aparato que recogía imágenes en movimiento; la despoblada Cibeles rodeada de tranvías en tránsito o el perenne Palacio de Oriente. Sorprende aún más que la cineasta tuviera la idea de salir de las zonas más turísticas para visitar la periferia de la capital, en donde el espacio obrero se distingue entre casas bajas y escombros en absoluto contraste a la arquitectura de los Austrias. También surge en pantalla La Alhambra y Sierra Nevada, en donde Guy aparece rodeada de niños como en pocas ocasiones se ha podido apreciar. La orilla del Guadalquivir describe el pasado de Sevilla, mucho más despoblada y otorgando protagonismo a sus embarcaciones, mientras que el Monasterio de Montserrat se distingue en un fugaz viaje a Barcelona. Asimismo, la directora también retrató a la población gitana de la época, niños bailando entre palmas en un documento inigualable, aunque existen más piezas grabadas por ella en las que se recogen nada menos que a la familia Amaya bailando flamenco en una de sus actuaciones públicas.

Sin embargo y aunque parezca una simple composición documental, lo cierto es que posee una gran novedad para la época. Frente a la cámara estática tan habitual en esta primera etapa preclásica del cine, encontramos a Guy realizando un sencillo movimiento de cámara, deslizándose con delicadeza por la realidad para cubrir esos grandes monumentos. Los metrajes que reúne “España” muestran un documento histórico y técnico sin igual, una pieza clave en la historia del cine que debe ser recogida en futuras investigaciones, especialmente para otorgar el sitio que se merece a la primera directora, productora y guionista del séptimo arte, Alice Guy.



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