lunes, 23 de octubre de 2017

TIERRA, AGUA, SANGRE Y VÍSCERAS (2013)



Es irremediable pensar en el exotismo que puede ofrecer un cine al que pocas veces hemos tenido el gusto de recibir en la cartelera. En plena era de la globalización, esos otros cines que permanecen en la periferia de lo que comúnmente conocemos están cada vez más al alcance de nuestras manos. Ya no sirve ningún tipo de excusa para no ampliar horizontes y dejarnos llevar por cinematografías de gran riqueza narrativa y estética. Este es el caso del cine islandés, que cada vez más forma parte de las programaciones de los mejores festivales internacionales, como sucedió con “De Caballos y Hombres”, una cinta de lo más peculiar que supone una grata experiencia para los más exigentes con el séptimo arte. Su director y guionista, Benedikt Erlingsson, sigue siendo un gran desconocido a nivel popular tras esta ópera prima y una segunda obra de tipo documental, “The Show of Shows” (2015), pero, al menos, ha logrado alzarse con un gran número de premios en los certámenes de San Sebastián, Tokio o Göteborg, entre otros muchos.

En esta ocasión, la película trata de enmarcar la relación existente entre un hombre y su caballo, la percepción de ambos ante la misma realidad, ante el amor y la muerte presentes en cada impactante y solitario paraje. Los sentimientos e instintos más primitivos afloran entre historias cruzadas con igualdad de protagonismo para el ser humano y el animal. Conductas que, a veces, superan la racionalidad propia, creando una especie de manada que embriaga a la naturaleza, cruel, hipnótica e, incluso, irreal. Los aires de libertad salpican cada instante para presentar un relato por momentos impactante, seductor, que busca cierto equilibrio en las historias de quienes pisan tan lejanas tierras.

Una extraña comedia en clave trágica que emana, ante todo, experiencia y un aroma experimental al partir de la llegada de un extraño, un foráneo de origen latino, Juan (Juan Camillo Roman Estrada), con el que surgirá la inestabilidad en una población autóctona. El brillante debut de Erlingsson clama originalidad durante sus apenas 80 minutos de metraje, en los que las diversas tramas son presentadas a través de la mirada de un caballo. Sobre el exótico paisaje del campo volcánico de Islandia, el punto caliente con la mayor actividad volcánica y un enclave único e impactante; nace la rivalidad, la desconfianza entre los vecinos, pero también la atracción y el enamoramiento. Precisamente, las emociones a flor de piel provocan una fuerte erupción capaz de arrastrar todo a su paso hasta culminar en lo más destructivo. 

La ceguedad de los personajes, embargados por una absoluta oscuridad opaca en su ausencia de comunicación, parece recibir cierta luz entre la relación que poco a poco surge entre Kolbein (Ingvar Eggert Sigurðsson) y Solveig (Charlotte Bøving), a quien el director otorga una mayor iniciativa en la trama romántica. Rostros desconocidos para el público centroeuropeo, aunque no tanto para el lugar de origen de la producción. Sin embargo, no es el caso de Sigurðsson, actor que, en ocasiones, comparte labor con la escritura y la producción, y que posee un gran número de títulos a sus espaldas, sin contar con su premiada actuación en “Angels of the Universe” (Friðrik Þór Friðriksson, 2000) por los European Film Awards. Con una trayectoria tan variada se enfrenta a un claro semental montado sobre su yegua al que su instinto le traiciona paralizándole. Es Solveig, encarnada por la actriz danesa Charlotte Bøving, quien, como auténtica amazonas, toma el control de una situación que parece inerte.

La espectacular imagen es trabajo del director de fotografía Bergsteinn Björgúlfsson, que posee una trayectoria de lo más variada entre cortometrajes, documentales y series de ficción. La gran afición por los caballos que posee Erlingsson no podía quedar en mejores manos, siendo, precisamente, a través del aspecto visual en donde se hace un especial hincapié a la exótica belleza que rodea las historias y sus personajes. Estamos ante una elegante puesta en escena extrañamente serena y mucho menos discreta en comparación a la narración que acompaña. La grandeza de su escenario sirve de contrapunto a la modesta pequeñez de sus tramas, casi episódicas. “De Caballos y Hombres” absorbe de forma magnética en su búsqueda por plasmar los instintos más elementales del ser humano, transformándolo en un animal más ante un retrato a veces cercano, otras chocante y, en el peor de los casos, violento y cruel hasta apartar la mirada de la pantalla.

Lo mejor: la labor fotográfica de Björgúlfsson y la sencillez de la narración elaborada por Erlingsson.

Lo peor: es una obra compleja de digerir, especialmente, por la brutalidad de algunas de sus escenas.


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