martes, 4 de julio de 2017

VIAJE A LA ADOLESCENCIA (2015)



Algunas generaciones hemos crecido con el cine familiar de los 80, con adolescentes que protagonizaban historias inimaginables, que acunaban nuestra propia creatividad y nos hacían creer que existía un mundo de fantasía a la vuelta de la esquina. Por nuestra mente pasan una infinidad de títulos con los que hemos crecido y que nos han llegado a influir hasta el día de hoy, un aspecto que también es fácil de observar en el propio cine con autores que vuelven a sacar a la luz el “niño interior” para mostrarnos ese imaginario tan aventurero que a veces queda en lo más profundo del olvido en nuestra etapa más adulta. Este es el caso del director y guionista francés Michel Gondry y de su obra “Microbe et Gasoil”, un título que describe a la perfección a los dos jóvenes personajes que encabezan toda una osada experiencia de vida.

Daniel (Ange Dargent) es un adolescente criado en el seno de una familia progresista. Su madre, Marie-Thérèse (Audrey Tautou) intenta comprender y apoyar a sus tres hijos por encima de cualquier castigo inservible. Sin embargo, desconoce que Daniel es apodado “el microbio” en el colegio debido a su corta estatura y que, a pesar de que le gusta una de sus compañeras de clase, Laura (Diane Besnier), poco puede hacer sin dar un estirón y dejar, por fin, de ser comparado con una chica. Théo (Théophile Baquet) llega nuevo al instituto entre gracias y desparpajo. Su vida es muy diferente con una madre casi siempre enferma y un padre que colecciona todo lo que ve. Su afición por la mecánica, de ahí su mote “el gasolina”, le lleva a ofrecer a Daniel una amistad muy diferente y un horizonte de posibilidades que nunca hubiera imaginado. Así es como, tras acabar el curso, deciden fabricar una casa sobre ruedas y ponerse en marcha por las carreteras de Francia ellos dos solos.

Todo un viaje iniciático que los dos personajes utilizan en su camino identitario no sólo para conocer realmente cuáles son sus debilidades y fortalezas, sino también con el fin de escapar de sus respectivas realidades y empezar desde cero sobre una destartalada casa construida con tablones de madera, una puerta de lavadora como ventana y dos geranios adosados para dar mayor calidez a su nuevo hogar. Aires ochenteros se respiran en una narración que nos transporta a las viejas películas familiares en la que los adolescentes comenzaban a vivir y a “independizarse” a partir de una aventura sin parangón que a todos nos fascinaba. Gondry recupera en parte esa esencia, esa imaginación desbordada con la que cualquier joven creía comerse el mundo para, tras múltiples obstáculos, volver a la realidad y superarla. 

El dinámico ritmo amenizado por los diálogos entre ambos protagonistas y la perpleja actitud de ciertos personajes que aparecen en su camino proporcionan poco más de 100 minutos de metraje totalmente disfrutables sin necesidad de grandes expectativas ni despliegue técnico. Una road-movie que comparte ciertos instantes de dramatismo muy mitigados, pero que dejan un poso de inquietud especialmente sobre la vida de Théo, mucho más cruda que en el caso de Daniel. Los problemas clásicos de la adolescencia toman mayor importancia en comparación con los de los adultos que, a pesar de permanecer en la oscuridad durante toda la película y formar un telón de fondo inamovible, nunca terminan de salir a la luz, invitándonos a introducirnos en todo momento en la mente de los jóvenes protagonistas.

Gondry cuenta con el director de fotografía Laurent Brunet para enmarcar una puesta en escena llamativa bajo una atmósfera de corte neoexistencialista. Más conocido por sus trabajos con directores de la talla del franco-israelí Raphaël Nadjari o del afamado autor Christophe Honoré, realiza una labor espléndida con un imaginario que rezuma creatividad y jovialidad en su imagen. A su vez, el compositor Jean-Claude Vannier acompaña esta aventura con gran delicadeza, acunando el cariño que muestra Gondry por sus personajes. Los jóvenes actores Dargent y Baquet asumen con total naturalidad el peso de toda la acción, amenizando cada instante por muy dramático o crudo que sea gracias a una frescura y un desparpajo encantadores. Por su parte, el cineasta vuelve a contar con la colaboración de la inolvidable actriz Audrey Tautou desde “La Espuma de los Días” (2013). Sin embargo, esta vez se ve inmersa en el simpático papel de madre “moderna” que trata de dialogar con sus hijos para llegar a comprender una edad tan difícil como es la adolescencia. 

“Microbe et Gasoil” no sorprende, no es original y no es tampoco la mayor joya creada por Gondry. Parece casi imposible superar la estela de “¡Olvídate de mí!” (2004), toda una película de culto que logró posicionarle como un autor indispensable. Atrás queda el surrealismo de “La Ciencia del Sueño” (2006), las risas de “Rebobine, Por Favor” (2008) o los coqueteos con el género documental como “The Thorn in the Heart” (2009) o el más maduro “Is the Man Who Is Tall Happy?” (2013). En esta ocasión, el cineasta deja los problemas adultos como telón de fondo para sumergirse de lleno en un terreno más liviano, esperanzador y aventurero, que se sobrepone a la crudeza de la realidad.

Lo mejor: las carismáticas interpretaciones de los dos protagonistas, Dargent y Baquet.

Lo peor: pasa a engrosar la filmografía de Gondry sin ser una obra mayor.


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