lunes, 11 de enero de 2016

MEDIDAS ANTICRISIS (2015)

Recordamos la infancia como la época en la que hemos sido más felices, jugando, aprendiendo y apreciando que cada día parecía ser totalmente nuevo. No obstante, también fue un tiempo de ideales, de crear metas para nuestro futuro. Todos hemos construido nuestra vida sobre un castillo de deseos que pocas veces se cumplen. Y así es cómo un buen día despiertas con 30 años y ves que tus sueños de niño han naufragado en un océano de crisis, paro y demás circunstancias personales. Al final, labras un segundo plan dejando la desilusión a un lado para poder seguir adelante y no sentir que el mundo puede contigo.

El director y guionista madrileño Álvaro Fernández Armero rescata a una familia española a través de una serie de historias cruzadas. Luisa (Inma Cuesta) y Alberto (Raúl Arévalo), que son los protagonistas de “Las Ovejas No Pierden El Tren”, sufren precisamente esta situación, por lo que se ven obligados a trasladarse al campo para poder mejorar su calidad de vida. Ambos están pasando por una crisis matrimonial, por lo que ella ha tomado la decisión de quedarse embarazada por segunda vez para poder solucionarla. Mientras tanto, él se encuentra inmerso en la escritura de una nueva novela, pero ni siquiera es capaz de centrarse y mucho menos pasar de la primera página. Junto a ellos, la egocéntrica hermana de Luisa, Sara (Candela Peña), que está desesperada por conseguir una pareja y casarse, y Juan (Alberto San Juan) el hermano de Alberto, un periodista de 45 años que comienza una relación con una joven de 25, Natalia (Irene Escolar).

Armero crea una sencilla y agradable comedia romántica sin grandes aspiraciones centrada principalmente en el desarrollo emocional de estos personajes. Los ligeros toques de comicidad cargan de optimismo un guion que tan sólo invita al espectador a pasar un buen rato sin artificios ni reflexiones posteriores. Un entretenimiento edulcorado en el que el autor no toma riesgos para construir un producto más que convencional al seguir con los clásicos patrones impuestos por el género.

Su elenco actoral es el principal atractivo del largometraje. Un equipo asentado en la comodidad por papeles simples y comedidos. Arévalo y Cuesta encabezan el reparto con dos interpretaciones cercanas y atractivas. El actor se desenvuelve con gran naturalidad en un rol al que ya está acostumbrado desde sus inicios en la profesión. Es palpable la estupenda química entre ambos, aunque él sobresalga en los momentos más dramáticos por encima de su compañera, que no resulta tan creíble como en otros trabajos. 

Por su parte, San Juan, entre los secundarios, protagoniza una subtrama con menor desarrollo, quedando totalmente desaprovechado y a la sombra de Peña, que lleva a sus hombros la mayor parte del peso cómico de la narración con un personaje alocado que logra incomodar por su disparatado comportamiento, pero que, a su vez, emociona en los instantes más dramáticos. A ellos se suma la joven Escolar que, a pesar de aportar cierta simpatía, no termina de captar la atención del espectador. Por otro lado, la afamada Kiti Mánver participa como la madre de Luisa con una intervención en la que queda más que evidente su fantástica elegancia y perfección. El reparto principal se cierra con Jorge Bosch en el papel de Paco, un amigo de la familia que se ve constantemente envuelto en las obsesiones de Sara, con la que completa alguna que otra divertida situación de enredo.

El paisaje invernal del municipio segoviano de Valdeprados resulta un perfecto escenario para el impecable trabajo de fotografía del director madrileño David Azcano. No obstante, ciertos fallos en la dirección y en el poco fluido metraje mitigan la labor tan cuidada de este autor. Desgraciadamente, su banda sonora, a manos del compositor pamplonés Mikel Salas, también se ve salpicada por este aspecto.

“Las Ovejas No Pierden El Tren” es una historia fácil de olvidar, pese al llamativo reparto de actores. El poco riesgo que toma Armero hace que tengamos un producto efímero y es que hoy en día, con tanta oferta cinematográfica, no es excusa permanecer en lo “meramente correcto” para salir del paso, como se produce en la mayoría de los casos. Una trama bastante floja que procura pocos alicientes para que el espectador sienta una total satisfacción tras visualizar prácticamente los 100 minutos de metraje y que, en cambio, sólo sirve para entretener como tantas otras.

Lo mejor: la interesante interpretación de Peña. 

Lo peor: el realizador ha preferido permanecer hermético a los patrones tan convencionales del género sin aportar nada nuevo.



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