miércoles, 11 de noviembre de 2020

LA ESENCIA FUGAZ DE LA AVENTURA ÓPTICA (1963)

Podría decirse que Stan Brakhage es todo un artesano cinematográfico, un explorador de la propia esencia, de la máquina en sí misma, un cuidadoso artista que la historia del cine nos ha presentado como uno de los directores de cine experimental más importantes del mundo. Su trayectoria, unida de por vida a las vanguardias modernas que surgieron a mediados del siglo XX en Nueva York y California, nos revela que estamos ante un autor sin igual, capaz de trabajar con el propio material no como medio, sino como un lenguaje en sí mismo. Brakhage, en definitiva, es fruto de su contexto, al formar parte de ese grupo tan influyente encabezado por el popular Andy Warhol y seguido por el controvertido Kenneth Anger o los inolvidables Maya Deren, Shirley Clarke, Storm de Hirsch, Chris Marker o Marie Menken, entre otros.

Precisamente, el artista nos ha dejado como legado una ingente cantidad de metrajes no narrativos compuestos por una amplia diversidad de formatos y estructuras, pero siempre centrados en su labor artesanal tan característica. Ya sea la pintura como el propio celuloide, el material se convierte en un fenómeno visual indescriptible, capaz de sumergirnos en experiencias muy diferentes, transformadoras, cambiantes, fluctuantes, determinadas, en muchas ocasiones, por los principales intereses y por la curiosa y críptica sensibilidad del autor. En todos ellos, podemos participar de esa reflexividad que se desprende de sus piezas, centradas en cuestiones existenciales, como la propia vida y mortalidad del ser humano, su fugacidad y hasta su sexualidad. Distanciándose de estas tendencias, del uso de la pintura en las diversas colecciones que posee o las rasgaduras que ejecuta en el material, podemos encontrar “Mothlight”, un metraje encontrado propio del expresionismo abstracto en el que Brakhage insertó pequeños fragmentos de hojas secas, pétalos de flores, hierba y alas de polillas, colocados entre dos tiras de celuloide, para proyectar una imagen realmente impactante y única.

Sin necesidad de hacer uso de la cámara, el artista recoge estos elementos tan propios del mundo natural que nos rodea para formar una especie de collage que no llega siquiera a 4 minutos de extensión en una cinta de 16mm. A través de sus texturas se vislumbra ligeramente la luz, lo que nos permite disfrutar de ciertas tonalidades, cuya experiencia únicamente se repetiría una vez más a lo largo de su extensa carrera con la pieza de 2 minutos “The Garden of Earthly Delights”, creada en 1981 a partir de flores y hojas de jardines. Sin duda, Brakhage vería recompensado un trabajo tan delicado como “Mothlight”, adquiriendo cierto reconociendo que le fue otorgado a través de certámenes como el Festival Internacional de Cine de Bruselas y el Festival de Cine de Spoleto.

“Mothlight” no solo trata de superar a conciencia cualquier convención cinematográfica dentro de la modestia que rodea al artista, sino que, además, surgió y vino inspirado por un instante de dolor y creatividad, que en palabras del propio Brakhage, bien pudiera responder a una etapa en su vida de mayor introspección, un punto de inflexión en una carrera siempre pendiente del bajo presupuesto que irremediablemente le robaba demasiado tiempo en detrimento de la atención que necesitaba su familia y que suponía prácticamente una lucha diaria. Esas alas de polilla que aparecieron una noche sobre su mesa, fruto de un sacrificio provocado por una bombilla, fueron trasladadas con mimo al material más elemental de su cine, provocando que hoy en día podamos disfrutar de un metraje experimental sin igual en el que aquellos insectos recobran su movimiento en una inolvidable aventura óptica.

 

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