martes, 19 de marzo de 2019

EN EL LABERINTO DE LA CREATIVIDAD (2016)


Hay ciertos directores que han pasado a la historia del cine por su innegable toque de originalidad en unas filmografías que son, cuanto menos, indispensables. Precisamente, uno de ellos es el afamado cineasta estadounidense David Lynch. Hombre enigmático por culpa de una mente inquieta a nivel artístico, es considerado como uno de los grandes maestros de la cámara que ha aglutinado un sinfín de fervientes seguidores. Está claro que o sabes apreciar su trayectoria o detestas su mirada tan personal, pero lo cierto es que nunca pasa indiferente entre los espectadores, especialmente por sus intrincadas narrativas, que a más de uno le sumerge en la máxima incomprensión ante la exigencia de un alto nivel de atención. Sin embargo, el autor no sólo experimenta en el mundo cinematográfico, sino que este loco genio guarda para sí mismo otras facetas desconocidas, aunque, a estas alturas, no resulten tan sorprendentes viniendo de él, puesto que sus primeros cortometrajes ya desvelaban una mente inquieta con ansias de explorar el mundo artístico en todas sus vertientes.

Los directores Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-Holm debutaban tras las cámaras con un documental que trata de esclarecer la identidad más íntima del cineasta, dejando a un lado su perfil de celebridad. Con dos nominaciones en los festivales de Londres y Venecia, “David Lynch: The Art Life” es una obra que rinde homenaje también a sus seguidores y a los espectadores más cinéfilos. Un acercamiento de apenas 90 minutos que supone un viaje a las profundidades en compañía del mismísimo Lynch. Esta coproducción británica-danesa indaga con cuidado en el interior del alma, observa el pincel en movimiento para desvelar, con el tiempo, una más de sus curiosas creaciones, pero evita en todo momento deconstruir por ansias de curiosidad. La cinta enlaza con gran elegancia los diferentes episodios en la vida de Lynch, formando un retrato de su verdadera identidad. 

Criado en el libre albedrío que sus cariñosos padres trataron de fomentar, Lynch quiso dedicarse al arte pictórico desde muy joven. Afectado por una familia nómada que nunca terminaba de asentarse en Estados Unidos, permitió que su idílica infancia se transformara en una adolescencia rebelde influida, en su mayoría, por las malas compañías de ciertas amistades. Las imágenes de archivo y la figura de Lynch apoyan un relato intimista que permite ver la deriva en la que se desenvolvía el cineasta en sus primeras etapas de la vida. Las constantes decepciones forjaron su juventud hasta conocer al padre de un amigo que le inspiró y que alimentó su curiosidad por el mundo de las artes. Y lo cierto es que Lynch nunca ha abandonado esta faceta, conmovido por aquel chaval perdido en la sociedad que, por primera vez, encontraba la motivación sobre la que giraría toda su trayectoria. 

“David Lynch: The Art Life” supone un fantástico recorrido que se distancia de su vertiente cinematográfica para situar al cineasta frente a un lienzo en blanco. Sin embargo, esa distancia que toma el metraje con respecto al cine, supone, al fin y al cabo, una visión incompleta de quien posee un lado artístico que no discrimina, sino que salpica con su pasión a las restantes facetas. Precisamente, se echan de menos mayores referencias a sus primeros cortometrajes, en donde es evidente la fuerte influencia artística que poseen, mientras nos vemos sumergidos entre recuerdos, anécdotas, fotos, colores y texturas de quien parece siempre innacesible.

Sus grandes inquietudes en el campo le llevaron a emprender una etapa vital en la que decidió trasladarse a Filadelfia para matricularse en la Pennsylvania Academy of Fine Arts (PAFA), momento en el que por fin adquiriría independencia. Así es como pudo adquirir y profundizar en ciertos conocimientos, en la que ya suponía su verdadera vocación, y forjar nuevas amistades, como su compañero de piso y también artista, Jack Fish. Esto también le llevó a embarcarse en toda una aventura, abanderada por su viaje a Austria para estudiar con el pintor del expresionismo austríaco Oskar Kokoschka. Una entrañable anécdota que, por desgracia, no pudo llevarse totalmente a cabo por falta de liquidez y le obligó a retornar dos semanas después. Desde ese instante, la obra de Nguyen, Barnes y Neergaard-Holm adquiere un matiz más sentimental para recordar el noviazgo con Peggy Lentz, madre de su primera hija, Jennifer Lynch, que también seguiría los pasos de su padre para convertirse en directora de cine.

El director Jason S., que formó parte de la producción del documental “Lynch (One)” en 2007, se estrena a la fotografía con una labor detallista y muy personal para crear una atmósfera sombría que potencia esa actitud contemplativa a la que asiste el espectador. Con un claro objetivo como es resaltar el trabajo ante el lienzo, la perfeccionista y cuidada ambientación viene acompañada por la mano del compositor Jonatan Bengta, que trata de conectar el presente del cineasta con su pasado, el material de archivo, las declaraciones de Lynch y los expectantes momentos en los que se dispone a desplegar su creatividad sobre un lienzo desnudo.

“David Lynch: The Art Life” se convierte en un metraje indispensable para todo cinéfilo, especialmente, para quienes deseen desentramar todavía una pequeña parte de la fascinante y misteriosa mente de uno de los cineastas más importantes de la postmodernidad cinematográfica. Totalmente loable la labor de Nguyen, Barnes y Neergaard-Holm, que, pese a las dificultades interpretativas de su creatividad, tratan de aproximarse con absoluto respeto a la oscuridad del hermetismo conscientes de los secretos que sigue guardando este magnífico autor, poniendo un punto y final que corona el trabajo realizado con las grabaciones del rodaje de “Cabeza Borradora” (1977), hoy en día toda una película de culto con la que comenzaría una de las trayectorias fílmicas más atractivas, inimitables y únicas de la historia del séptimo arte.

Lo mejor: las imágenes de archivo aportan uno de los mayores atractivos.

Lo peor: la falta de conexión entre la pasión artística y la profesión cinematográfica.

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