miércoles, 11 de julio de 2018

LA TRANSFORMACIÓN DE MIA (2017)


La adolescencia. Maldita adolescencia. Pocos pueden decir que ha sido la mejor etapa de sus vidas. Los cambios de actitud. Querer ser mayor, dejar la infancia atrás, pero sin adquirir las responsabilidades de adulto. Sentir cómo tu cuerpo se transforma en un ser extraño, repleto de hormonas que dominan tu existencia, con más pelo, más granos. Ver que tus padres son una auténtica molestia en tu día a día, que si las notas, que si las amistades, que si no haces los deberes, que si sales demasiado. Eso te lleva a no soportar a absolutamente nadie, excepto a tus amigos, lo que más valoras. Ellos están por encima de todo, incluso, de ti mismo. El sentido de pertenencia te dirige, buscando siempre ser aceptado por otros, tomando excesiva importancia las opiniones de los demás, que parecen finalmente definirte. 

La actriz, directora y guionista suiza Lisa Brühlmann utiliza esta inseguridad para crear su primer largometraje, “Blue My Mind”, el retrato de una nueva generación que en lo más profundo no dista de otras tantas. Con varios premios obtenidos en el Zurich Film Festival y los Premios de Cine de Suiza, la cinta explora esta etapa en la vida de Mia (Luna Wedler), una adolescente de 15 años que se traslada con sus padres a las afueras de Zurich. La distancia con sus progenitores es cada vez más grande y ahora, además, debe afrontar el primer día en su nuevo instituto. Allí conoce a Gianna (Zoë Pastelle Holthuizen), una compañera de clase bastante rebelde. Mia necesita ser menos tímida, por lo que se acerca a ella y a su grupo de amigos para pedirles un cigarro. Poco a poco acaba integrada en el grupo, convirtiéndose en una persona que no quiere ser, guardando secretos inconfesables, llevando a cabo acciones para sentirse integrada, teniendo comportamientos fuera de lo común y todo ello bajo la amenazante sombra de la transformación de su propio cuerpo.

La narración de Brühlmann comienza como cualquier otra película sobre adolescentes con ciertas reminiscencias inevitables de la mítica “Kids” (Larry Clark, 1995). Chavales problemáticos, inadaptados, en los límites, deseosos de experimentar, con falta de comunicación, etc. Sin embargo, esas primeras influencias desaparecen a medida que transcurren los casi 100 minutos de metraje, en los que algunos toques fantásticos afloran para trasladarnos a la mente de Mia, para ver a través del prisma de su joven y extraña mirada. El potente desarrollo de la obra cautiva lentamente, pero a paso firme, construyendo un nuevo imaginario que resulta de lo más fascinante. La rutina de la protagonista se torna incómoda, con escenas cada vez más perversas, oscuras, dolorosas, inquietantes. Escenas que muestran un viaje de autodescubrimiento, de una identidad confundida, inducida a emprender un camino equivocado, indeseado, perturbador, para alcanzar un clímax único, una metáfora en sí misma del florecimiento, de una adolescente aceptando su propio destino, su ser.

Tras un giro sorpresivo en el que la protagonista decide devorar con ansias un pequeño pez del acuario de sus padres, se produce una mutación en “Blue My Mind”. La confusión se adueña de Mia, la cual emprende una auténtica aventura en forma de pesadilla que le impide ser ella misma delante de sus amigas. Impulsiva en sus acciones, la joven trata de acercarse cada vez más a Gianna, sin darse cuenta de que, cuanto más unida se siente a ella, más obstáculos surgen y secretos guarda. Mientras tanto, su amiga encuentra la afinidad que buscaba, aunque Brühlmann no termina de definir a Gianna como hubiéramos deseado. En la distancia surge una joven incomprendida, apartada de su familia, que posee las mismas inseguridades que Mia y que, en definitiva, cualquier adolescente. 

Luna Wedler fue premiada en los Premios de Cine de Suiza por su magnífica interpretación. Su frágil físico contrasta con su personalidad, endurecida para su aceptación, simulada ante la extrañeza, confundida por la experimentación. La autolesión, las agresiones, las drogas, el alcohol y el sexo son llevados a un nivel superior, errores que se superponen y que tan sólo sirven para olvidar por un instante la verdadera preocupación de Mia: su transformación. No comprende por qué se producen tales cambios ni con quién puede compartirlos. No sabe si seguirá siendo aceptada o si será tratada como un auténtico monstruo. Sin embargo, pese a todas sus dudas y miedos, el proceso sigue adelante, imparable.

El director de fotografía suizo Gabriel Lobos se encarga de colocar entre algodones a Mia. La sensación de frialdad que transmite la imagen evidencia, en realidad, el mimo y cuidado con el que Brühlmann trabaja el perfil de la protagonista. Los tonos azulados no hacen más que identificar a Mia, sumergiéndola en su propia identidad, en las profundidades de un gélido destino que poco a poco se hace más presente. “Blue My Mind” es una obra de lo más atractiva, un retrato sobre la incomunicación, el miedo al rechazo y los límites transgredidos. Una cinta que, en sí misma, se antoja cambiante, siendo a veces elegante en su planteamiento, otras violenta en su conducción, pero, en definitiva, una fascinante aventura sobre la autoexploración.

Lo mejor: la original mirada de Brühlmann sobre la adolescencia y los cambios.

Lo peor: pequeños fallos de raccord y personajes secundarios poco perfilados que podrían haber completado y enriquecido la narración. El tráiler revela más de lo deseado, desvelando lo más atractivo de la cinta.


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