jueves, 2 de febrero de 2017

LOS QUE NO QUIEREN VER (2013)

El afamado director canadiense Xavier Dolan necesita, a estas alturas, pocas presentaciones. Su inserción en el largometraje con “Yo Maté a mi Madre” auguraba un gran porvenir tras colarse en la programación oficial del Festival de Cannes de 2009 y ser nominada a mejor película extranjera en certámenes tan importantes como los Premios César o los Satellite Awards de la International Press Academy de Los Ángeles. Pero, dentro de su escala imparable al estrellato, el cineasta también ha coqueteado con el mundo del videoclip y no sólo con el popular trabajo realizado en “Hello” (2015), de la cantante y compositora británica Adele.

El famoso grupo francés de pop/rock y new wave Indochine le encargó una tarea que posteriormente sería la más polémica de su carrera: filmar un vídeo que acompañara a la canción “College Boy”, uno de los temas incluidos en su álbum “Black City Parade”. Sin embargo, el Consejo Superior de lo Audiovisual (CSA) de Francia decidió que su visualización no era recomendada para menores de 18 años, abriendo, así, un debate infinito en cuanto al uso de la violencia para denunciar precisamente esto, la violencia y el abuso; sin mencionar las más que evidentes duras críticas a la sociedad, la justicia y la religión.

Nada más lejos de la realidad. Dolan buscaba remover conciencias en cuanto a cuestiones como la homofobia o el acoso escolar dentro de su contexto actual, por lo que, la violencia expuesta en las imágenes del videoclip quedaría justificada. Pese a ello, muchos consideraron que al autor se le fue de las manos su “creatividad” hasta el punto de generar un material muy poco apropiado, que, para colmo, en lugar de cumplir su función de denuncia social, tan sólo muestra el lado más banalizado de problemáticas tan preocupantes hoy en día. Independientemente de ello y dejando a un lado todo tipo de controversias, lo que a simple vista vemos en “College Boy” es la dureza con la que un adolescente (Antoine-Olivier Pilon) es tratado por sus compañeros de clase, que llegan a agredirle y a humillarle sin piedad hasta rebasar los límites del propio joven, mientras que los demás permanecen a su alrededor en silencio ante esta situación.

El metraje comienza con una advertencia para aquellos que sean más sensibles. Estamos ante imágenes de gran dureza, pero, una vez aceptado el acuerdo, nos adentramos en el mundo de los personajes con elegantes zooms y primeros planos en blanco y negro y en formato 4:3, mientras que el cineasta relega los planos detalle para involucrarnos en esta historia. Todo empieza cuando algunos alumnos deciden tirar pelotas de papel al protagonista. A la luz de la sombra, caen sobre él decenas de ellas entre un efecto enrejado. La escuela es su cárcel. Risas, dolor, miedo, inseguridades, pero nadie hace nada. La profesora sabe qué ocurre, pero considera que es mejor dar la espalda y seguir concentrándose en escribir en la pizarra. Mientras tanto, el niño presencia cómo caen sus primeras gotas de sangre inocente provocadas por un bolígrafo lanzado contra su rostro.

El timbre suena, pero los demás se han adueñado de su privacidad, a la que decoran con rollos de papel y un cristal roto en pedazos. Su reflejo es amórfico, es su realidad, la de quien no es capaz de reconocerse, la de quien sufre el acoso, un acoso del que se avergüenza, pero, sobre todo, no quiere que nadie le vea sufrir, que nosotros, como espectadores, no le veamos padecer. Y entonces corre medio descalzo. Lo que sin querer identificarmos con la libertad, aquí se une a la huida, al escapar de quienes abusan, mientras que los demás permanecen como testigos con los ojos vendados.

El vídeo es todo un mensaje a la reflexión a través de una terrible crudeza que Dolan maneja de forma explícita, pero necesaria e, incluso, prácticamente insuficiente para representar a las víctimas del bullying que soportan este tipo de agresiones durante demasiado tiempo. Y mientras esto sucede, la sociedad permanece cegada, callada ante la injusticia que reina entre niños y adolescentes. En su transcurso nos acompaña una cámara que se centra en cada detalle sobre un escenario engrandecido que, a su vez, empequeñece a cada personaje. El particular estilo del cineasta resulta totalmente identificable en “College Boy”, un magnífico videoclip que va más allá de la presentación del tema de Indochine y que acabó siendo encumbrado gracias a toda la controversia generada.



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