La
mezcla del imaginario de Salvador Dalí y Walt Disney nos provoca curiosidad
cuanto menos y “Destino” fue el cortometraje que dio nombre a esta relación.
Pese a que fue lanzado en 2003 por la compañía, en realidad, es una producción
por la que han pasado 67 años y que, a día de hoy, es una auténtica joya para
la vista.
El
trabajo está basado en la canción de mismo título del mexicano Armando
Domínguez. Su agilidad en el ritmo y la combinación de ballet y dibujos
animados continúan la estela clásica de la productora, pero la visión tan
especial del pintor hace que éste no sea como otra cinta cualquiera. Por
supuesto, viniendo de él, sería imposible realizar una sinopsis completa y
clara de lo que nos presenta la narración durante los 7 minutos que dura.
Una inmersión en el surrealismo clásico, donde nada es lo que parece y, como un sueño, nos transporta a un mundo de fantasía, donde una mujer es la protagonista de esta historia de luces y sombras, de relojes de cera derretidos, de esculturas “protohumanas” y ojos profundamente aterradores. Quizá son elementos que resultan demasiado familiares por la obra del catalán, pero verlos, por primera vez, en movimiento, es asombroso, arrastrándonos a parajes impensables y generando sensaciones indescriptibles.
Una inmersión en el surrealismo clásico, donde nada es lo que parece y, como un sueño, nos transporta a un mundo de fantasía, donde una mujer es la protagonista de esta historia de luces y sombras, de relojes de cera derretidos, de esculturas “protohumanas” y ojos profundamente aterradores. Quizá son elementos que resultan demasiado familiares por la obra del catalán, pero verlos, por primera vez, en movimiento, es asombroso, arrastrándonos a parajes impensables y generando sensaciones indescriptibles.
Posiblemente,
“Destino” sea de ese tipo de producciones de las que disfrutamos repetidas
veces. Tal vez buscando un significado o quizá sea simplemente por
maravillarnos de nuevo con la belleza de sus imágenes, por el hipnotismo inmerso en el contraste de los colores, de la luz, etc. Sí, estamos ante unos minutos
de poesía compuestos a través de la música, el arte y la creatividad; y sólo
con esto, es fácil decir que éste puede ser uno de los mejores metrajes de la
historia de la animación. No esperes entender, de buenas a primeras, lo que sucede durante los
próximos minutos, pero, ante todo, no pierdas la oportunidad de tener esta experiencia.
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