Resulta curioso observar cómo el inigualable director Terry Gilliam tiene su particular forma de
entender la ciencia ficción y cómo ese universo siempre parece una
constante en su filmografía. No son pocos los que han comparado "Teorema Zero" como un auto-plagio de su anterior "Brazil" (1985), pero de un modo menos trágico y
más capitalista a la par que "realista". Tanto en esta última como en
"12 Monos" (1995), el cineasta se repite al usar elementos de estos trabajos en
cuanto a estética y cacharrería varia (salvo que en el título que nos
ocupa, no utiliza una guerra post-apocalíptica de por medio).
Aquí se narra la historia de un trabajador, una pieza dentro del gigantesco mecanismo de una sociedad pasada de tuercas, que vive obsesionado esperando una llamada que nunca va a llegar y que, conforme deja entrar a gente en su vida, ve cómo ésta se va desmoronando. Lo bueno de este último largometraje es que no abusa de ese englomerado visual de técnicas por ordenador que tan saturados nos tienen a día de hoy y que resultó perjudicial en su obra de "El Imaginario del Dr. Parnassus" (2009), utilizando aquí atrezzos de todo tipo, pantallas luminiscentes, tablets, móviles de última generación y elementos retrofuturistas (el anuncio de la iglesia de Batman Redentor, no tiene precio).
Aquí se narra la historia de un trabajador, una pieza dentro del gigantesco mecanismo de una sociedad pasada de tuercas, que vive obsesionado esperando una llamada que nunca va a llegar y que, conforme deja entrar a gente en su vida, ve cómo ésta se va desmoronando. Lo bueno de este último largometraje es que no abusa de ese englomerado visual de técnicas por ordenador que tan saturados nos tienen a día de hoy y que resultó perjudicial en su obra de "El Imaginario del Dr. Parnassus" (2009), utilizando aquí atrezzos de todo tipo, pantallas luminiscentes, tablets, móviles de última generación y elementos retrofuturistas (el anuncio de la iglesia de Batman Redentor, no tiene precio).
Gilliam
vuelve a crear un delicioso paisaje futuro como a él le gusta, sin
aspavientos formales pero con un exceso patente en cada plano. Como se
ha dicho antes, la visión de ese mañana figurado es muy cercana a la
que creó hace casi 20 años en "12 Monos". De hecho, los más freaks
encontrarán elementos comunes entre la película de Bruce Willis y esta
última, con Christoph Waltz. Este futuro se afronta desde una actitud de
viejo cascarrabias que conoce pero no acepta el tiempo al que nos
dirigimos. Demuestra más claramente la realidad en esas fiestas tan
modernitas de postureo en las que todo el mundo está con su tablet y
sus auriculares individuales. Acostumbrados a otras representaciones más
estilizadas, esto puede parecer menos natural, pero también es una predicción más probable.
Pero ahí radica el fallo, en resultar un
"quiero abarcar más de lo que puedo y me repito en mostrar la mismo". De
todos es sabido que un director peculiar impregna su trabajo con
elementos característicos, pero es la capacidad para adaptarse e innovar
lo que crea a un genio. Gilliam peca de intentar repetir esas
fórmulas una y otra vez en un universo que parece más bien creado para
sí mismo que para su público.
Waltz demuestra, una vez
más, estar a la altura del actor todoterreno en quien se pueda confiar.
Sus tics y muecas características están presentes desde principio hasta
el final. Por su parte, Mélanie Thierry, en el papel de prostituta-tutora; y el
resto de secundarios como Tilda Swinton o Matt Damon; se encuentran
en la justa medida que la trama avanza, ni más ni menos. "Teorema Zero" es una historia con un concepto interesante pero que se queda a
medio gas y podría haber dado mucho juego con los elementos metafísicos
que tanto nos gustan en la ciencia-ficción. Los amantes del cineasta la considerarán una joyita más y sus detractores, en cambio, un objetivo más al que bombardear.
Lo mejor: Gilliam se mantiene fiel a su concepto de "futuro". La
estética y la base de la que parte la trama. Christoph Waltz en su rol
de genio chiflado con sus rarezas.
Lo peor: la historia hace
aguas a mitad de la cinta, desde que se deja a un segundo plano la
resolución de la ecuación a la que da nombre la película. Algunos
secundarios.
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