Estamos en una época en la que nuestra cartelera recoge más
remakes que de costumbre y es que se puede palpar con ambas manos una
monumental crisis de creatividad, sobre todo, en Hollywood. A veces, el resto
de mercados tampoco se libran y presentan alguna que otra producción un tanto
masticada y escupida. Y es que tratar de mejorar una película que ya se hizo
años o décadas atrás es muy arriesgado y no siempre tiene por qué ser mejor que
la original o conseguir más éxito que ésta. Hemos oído innumerables casos en
los que, por tratar de renovar o dar ese enfoque propio del nuevo director, se
ha conseguido un producto digno de cualquier basurero.
En cambio, los casos contrarios son escasos en número, sobre todo, porque entramos en un terreno demasiado
subjetivo. Hay quienes aún siguen luchando por señalar si la “Scarface” de Howard
Hawks (1932) se mantiene muy por encima de la visión de Brian De Palma (1983). Por otro lado,
recordemos ese “Amanecer de los Muertos Vivientes” (Zack Snyder, 2004) que superó, con
creces, a su antecesora “Dawn of the Dead” (George A.Romero, 1978), como también sucedió con “El Cabo del Miedo” (Martin Scorsese, 1991) frente a “El Cabo
del Terror” (J. Lee Thompson, 1962).
Algunos guardábamos las esperanzas de que “The Target: El Objetivo”, del director
surcoreano Chang, nos sorprendiera pese a basarse en la francesa “Cuenta Atrás” (Fred
Cavayé, 2010). Es cierto que la cinta bebe directamente de la nueva generación
de cine de Corea del Sur con su espectacularidad en cuanto a la acción y al
desarrollo de la narración, pero, a pesar de que sus títulos de crédito tan bien elaborados
hacían pensar que el remake mejoraría en calidad, al final, el resultado no
da la talla. Más bien parece que el autor se ha acomodado con la sensación de
que sería fácil superar a su antecesora.
Yeo-Hoon (Ryu
Seung-Ryong) es un antiguo mercenario que quiere llevar una vida normal, pero
unos criminales intentan darle caza. Malherido en el hospital, es localizado
por la policía y le inculpan como principal sospechoso de un asesinato. Sin
embargo, el doctor Tae-Joon (Lee Jin-Wook), que consigue salvarle de los
asesinos, se ve envuelto en una trama que desconoce cuando su mujer embarazada
es secuestrada y sólo será liberada si ayuda a Yeo-Hoon a salir a la calle.
Uno de los puntos más interesantes de su guión es el hecho de que el espectador conoce los mismos detalles de la trama que el propio médico, por lo que, según evoluciona la narración y se producen ciertos giros ligeramente previsibles, nos vamos dando cuenta del nivel de riesgo al que está expuesto su familia. Si a esto le sumamos unas excelentes escenas de acción con persecuciones, enfrentamientos, tiroteos y ligeros toques de violencia, el filme mejora de forma notable. Los planos detalle, los efectos a cámara lenta y la tensión bien llevada consiguen que “The Target: El Objetivo” cumpla su función primordial correctamente, la de entretener.
Uno de los puntos más interesantes de su guión es el hecho de que el espectador conoce los mismos detalles de la trama que el propio médico, por lo que, según evoluciona la narración y se producen ciertos giros ligeramente previsibles, nos vamos dando cuenta del nivel de riesgo al que está expuesto su familia. Si a esto le sumamos unas excelentes escenas de acción con persecuciones, enfrentamientos, tiroteos y ligeros toques de violencia, el filme mejora de forma notable. Los planos detalle, los efectos a cámara lenta y la tensión bien llevada consiguen que “The Target: El Objetivo” cumpla su función primordial correctamente, la de entretener.
No obstante, la psicología
de sus personajes se queda a medio camino. Jin-Wook posee un papel bastante ridículo
que sería más propio de una comedia y no de un thriller con un cariz tan serio.
El doctor, que no sabe defenderse y que el miedo a perder a su esposa le
imposibilita para pensar con la mínima claridad, termina
sobrando a mitad del metraje, siendo una carga o molestia para la fluidez de la trama. Por su parte,
Seung-Ryong despierta mayor interés al desenvolverse más fácilmente en este
tipo de situaciones. Conseguimos sentir más cercanía al conocer el pasado y el
lado más emocional de su personaje, al contrario de lo que ocurre con el resto,
incluido el villano (no diremos su nombre para evitar spoilers innecesarios), del que apenas
tendremos datos aun finalizando los 98 minutos de película.
A pesar de ello, Chang se
ha esforzado en preparar un trabajo que entretenga al espectador, que le haga
disfrutar con escenas de riesgo y que le mantenga atento durante el transcurso
de la trama. No está de más visualizarla con el único fin de entretenerse y
disfrutar un rato de otro largometraje coreano que engrosa las filas del
thriller.
Lo mejor: las escenas de
acción y el tratamiento de la violencia como algo natural en la ficción que
presenta la cinta.
Lo peor: apenas conocemos
a los personajes, por lo que es prácticamente imposible empatizar y, por tanto,
entrar por completo en la historia.
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