A
las pruebas me remito. En España, el género que más gusta es la comedia y no es
que sea algo desfavorecedor con respecto a otros países europeos que se
decantan más por el drama o el thriller, al contrario, es un aspecto que dice
mucho del carácter de nuestra sociedad. Una cinta que engrosar las filas de este tipo de películas, pero que, por encima de muchas de ellas, destaca, es “Negociador”, del
director vizcaíno Borja Cobeaga. Quien saboreara las mieles del éxito con “Ocho
apellidos vascos” (Emilio Martínez-Lázaro), siendo coguionista del taquillazo
del 2014, se embarcó posteriormente en la historia de Manu Aranguren (Ramón Barea), un político vasco
que cree en el cambio, en el futuro pacifista del país y, precisamente por eso,
decide ejercer de representante del gobierno para entablar conversaciones con
el grupo terrorista ETA. Una posibilidad de conseguir el fin de la violencia a
través del acuerdo de ambos bandos.
Con
un tema de suma delicadeza, el autor nos presenta la primera comedia que
se hace al respecto. Un humor inteligente, verdaderamente cuidado y sutil, que
se basa en hechos reales, como son las negociaciones que tuvieron lugar entre
2005 y 2006 con Jesús Eguiguren, político del Partido Socialista
Vasco; y Josu Ternera, miembro de ETA. No se ha querido dar trascendencia a las
reuniones, por lo que apenas asistiremos a unos minutos de lo que sucede en el interior de la
habitación donde se reúnen. El cineasta trata de dar una mayor relevancia al
“durante”, a cómo los personajes entablan relación fuera de lo estricto, del
lugar donde se enfrentan para llegar a un acuerdo. Es por eso que vemos los
desayunos en el hotel, las habitaciones, el parque, etc., emplazamientos donde ambos
son una persona más. Esa “otra” visión es más apasionante, donde los toques de
humor quedan garantizados, a pesar de que nosotros, como público, aún no nos
hayamos acostumbrado a jugar con una cuestión tan peliaguda y que nos ha marcado tanto como es el terrorismo. Todavía es difícil ver
desde lejos lo que sucedió hasta hace unos años, pero eso no quiere decir que
los diálogos de “Negociador” duelan o recuerden fríamente esos hechos, sino
que, por fin, estamos viendo superado un asunto que dio demasiados dolores de
cabeza y que generó una violencia innecesaria.
Hacía
mucho tiempo que no veíamos a Barea en un papel protagonista. Han tenido que
pasar varios años para que el actor esté en el sitio que le corresponde. También
dramaturgo y director de teatro, galardonado con el Premio Nacional de Teatro
en 2013, el cine le relegó a ser un eterno secundario excepto en muy contadas
ocasiones. Por supuesto, su trabajo ha sido verdaderamente espléndido y es todo
un placer ver cómo encarna a un personaje que desprende cariño bajo altas dosis
de carisma. No cesa en su empeño por ver cómo el país puede conseguir un futuro mejor y
es por eso que su obstinación le lleva al sur de Francia, donde conocerá a un
distante Josean Bengoetxea, que se muestra misterioso y discreto en todo momento; y a Carlos Areces, con un papel que es todo lo contrario al resto del
elenco. Su intervención es totalmente hilarante al ser tan desvergonzado y reivindicativo con todo. Junto a ellos, también hacen
pequeñas intervenciones actores de la talla de Raúl Arévalo y Secun de la Rosa.
No se caricaturiza, pero es una forma de hacernos reír con lo más cotidiano a través de una narración muy personal para Cobeaga. Todo un placer es poder visualizar “Negociador”, una ficción “campechana” que nos recuerda parte de nuestra historia, pero que también nos invita a pasar 80 minutos de alguna que otra simpática risa y de encanto, mucho encanto. Con un escenario frío y minimalista; y una banda sonora escasa, pero muy correcta, el aspecto técnico tampoco toma una especial relevancia, porque, aquí, quienes mandan, son los personajes.
Lo
mejor: las actuaciones de Barea y Areces. Decir que son sublimes es quedarse
más bien cortos. Los satíricos diálogos que sueltan pequeñas dosis de humor en
los momentos más necesarios.
Lo
peor: ciertas escenas eternas que caen en el drama.
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