El
director parisino Jean-Luc Godard es de esos autores que nunca te dejan
indiferente. O lo amas o lo odias, pero nunca sabes qué pensar de sus obras,
sobre todo de las últimas que nos ha presentado. No sabes si lo que realmente
has extraído del filme es lo que verdaderamente él quiere comunicarte y, de
nuevo, sucede lo mismo en su trabajo, “Adiós al Lenguaje”, toda una
declaración de intenciones no apta para todo tipo de público.
Es
imposible explicar de qué trata, puesto que no hay un hilo argumental claro.
Tan sólo vemos la relación que hay entre una mujer casada y un hombre soltero,
cómo mantienen diversos diálogos sobre la humanidad, la naturaleza, la
política, la sociedad, etc. Una serie de reflexiones que nos muestran el claro
ejemplo de ese ser vivo que dicen ser inteligente. A su vez, un perro recorre las
calles de una ciudad y disfruta del aire y el colorido campestre y, aunque
parezca el personaje más irrelevante, en realidad, es el que lleva el mayor
peso de la esencia que el cineasta nos quiere revelar.
Ganadora
del Premio del Jurado en el Festival de Cannes (compartido
con “Mommy”, de Xavier Dolan) de 2014, desprende ese aroma revolucionario, al igual que
el resto de su filmografía y es que, a sus 84 años, no podríamos esperar otra
cosa de uno de los filósofos cinematográficos más importantes. Y es que pocos autores
llevan a su máximo esplendor la palabra “espectador”, haciéndonos partícipe de una
experiencia que va más allá del propio cine. Precisamente por ésto, pocos han
sabido valorar su carrera y aún menos son los seguidores de su vertiente más experimental
como tal.
Para
el francés, el cine ha muerto y nos lo muestra a través de un collage de
imágenes, sonido y diálogos existencialistas. Una visión espectacular en la que
colabora su compañero y director de fotografía, Fabrice Aragno. Concebida para ser visionada en 3D, la cinta
nos muestra a un Godard juguetón a nivel técnico, con imponentes planos de
profundidad combinados, cortes abruptos, trepidantes rotaciones de cámara de
360 grados, contrapicados vertiginosos, un sonido deliberadamente irregular en cuanto a volumen
y una paleta de colores saturados que expone con suma maestría
(sublime el uso que se hace del color rojo). A partir de elementos sencillos
nos construye una imagen cuidadosamente trabajada que transgrede todas esas
normas cinematográficas a las que tan habituados estamos, otorgando un par de
alas al séptimo arte, porque, en realidad, el cine es arte y muchas veces se
nos olvida.
Tanto
peso adquiere la parte visual, que, con respecto a la narración, nos
encontramos diálogos ciertamente espesos y alguna que otra frase inconexa. Pese
a que su duración es de apenas 70 minutos, es verdad que puede llegar a
resultar pesada con la encriptación de sus mensajes y por esa ausencia de un
relato claro. Quizá peque de pedante, tal vez puedan soportarlo únicamente
aquéllos que han amaestrado sus sentidos para este tipo de cine, pero de lo que
no cabe duda es que el director sigue queriendo probar con nuevas formas, con
un nuevo lenguaje que no haga desfallecer el arte.
Si eres valiente, debes verla. Si dejas tu imaginación volar, debes verla. Si
eres capaz de mirar más allá del cine convencional, debes verla. “Adiós al Lenguaje” nos invita a experimentar nuevas formas artísticas bajo la batuta de
un autor que, obviamente, pasará a la historia del cine como uno de sus grandes
filósofos. Atrevido, reivindicativo y, a veces, enigmático. Está
claro que Godard nunca deja indiferente al público.
Lo
mejor: es de esas obras que requiere más de un visionado para poder exprimir
toda su belleza.
Lo
peor: es una obra pesada que no todos serán capaces de visualizar hasta el
final.
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