miércoles, 4 de marzo de 2015

CUANDO LA LIBERTAD SE ESCAPA (2014)


Actualmente, oír hablar del director canadiense Xavier Dolan es como pensar en el niño mimado del cine de género, pero ni mucho menos. De ser así, tal vez debería haber sido más laureado con su última producción, “Mommy”, aunque a sus espaldas ha cosechado éxito en el Festival de Cannes y en los Premios César. Una historia que para pocos pasará desapercibida y es que su autor ya apuntaba maneras desde el inicio de su carrera que, para sus 25 años, no es nada escasa, siendo éste su quinto trabajo.

En un mundo utópico sobre tierras canadienses, Die Despress (Anne Dorval) deja internado a su hijo adolescente Steve (Antoine-Olivier Pilon), que padece ADHD (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), en una especie de correccional o psiquiátrico, respaldada por una ley por la que los padres que no puedan controlar a sus hijos, pueden abandonarlos en un centro especial con total libertad. Tras varios años separados, Die le recoge para empezar una nueva vida y, junto a su vecina Kyla (Suzanne Clément), sostendrán una relación llena de cariño, tensión y autodestrucción, pero siempre con ganas de seguir adelante y vivir.

En esta ocasión, el cineasta ha preferido no aparecer delante de cámara como uno más de sus personajes, al igual que hacía en sus anteriores cintas, tal vez por su extrema obsesión con la perfección; sino que prefiere mantenerse a la sombra de las luces y ver cómo, lo que ha creado, se convierte en una realidad de la que, posiblemente, siga, a día de hoy, sin estar satisfecho del todo. 

Como si de un conjunto de videoclips se tratara, la música es la que dirige toda acción y a la vez, es un protagonista más, ya que es la única que expresa auténtica liberación, la que indica cómo sienten y qué desean los tres. Cada uno de los temas responde a esa libertad que ninguno de ellos sabe manejar, pero que anhelan con todas sus fuerzas. Mucho se ha dicho de este largometraje, como que en su interior alberga una de las mejores escenas de la historia del cine, a la que acompaña la canción de Céline Dion, “On Ne Change Pas”. Sin embargo, a gusto personal, irradia un mayor encanto el momento en el que las primeras notas de un archiconocido “Wonderwall”, de los británicos Oasis, empiezan a sonar, para dar rienda suelta a la imaginación técnica de un autor que desde ese instante nos hace pensar en el asombroso futuro que le espera. 
Pese a que la mayor ovación de la crítica se la llevó la actriz Suzanne Clément, por su fantástica interpretación como una mujer con claros problemas en su matrimonio que la han llegado a afectar incluso en el habla y que sólo ella misma puede superar; el ejercicio que realiza el joven Pilon es, sin lugar a dudas, una de las mejores actuaciones en mucho tiempo y en tan corta edad. Esa intensidad en su mirada, en cada una de sus palabras y, ante todo, en los momentos de ira incontrolada que intenta evitar, dejan anonadados a un espectador que se centra en comprender su mente y saber qué es lo que piensa en cada escena, que quiere detener el tiempo para asimilar y a la vez acelerarlo para dejarle huir y ver cómo responde.

“Mommy” es de esas películas que duele ver, con la que sientes más de lo debido gracias a la interpretación de sus protagonistas, a una historia envolvente que te obliga, incluso, a llevarlo a un terreno personal, es decir, acabas empatizando aunque no quieras. Probablemente no sea una producción para todos los gustos, pero Dolan no lo pretende ni tampoco lo necesita.

Lo mejor: la banda sonora y el uso que el director hace esta como base coordinadora de este trabajo. La reflexión final que desprende.

Lo peor: a más de uno le parecerá una experiencia eterna con 139 minutos de duración.


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