jueves, 12 de marzo de 2015

NO HAY LUGAR PARA LOS DÉBILES (2007)



Pocas películas saben transmitir esa adrenalina necesaria para que, aun siendo mediocres, acaben entre las favoritas de sus seguidores. Algo parecido ocurrió con “Crows Zero”, la carismática producción del director japonés Takashi Miike. Acostumbrados a la bizarra y demente carrera del autor, con un gran abanico de variedades que van desde la comedia, a la acción o, incluso, al terror y gore más excéntrico; de repente, en 2007, nos encontramos con una propuesta basada en el manga “Kurôzu Zero”, del artista Hiroshi Takahashi. La historia nos presenta a Genji Takaya (Shun Oguri), un adolescente, hijo de un jefe de la yakuza, que llega al instituto Suzuran, un lugar en el que reina la violencia y la ley del más fuerte. Es por eso que, el joven intentará hacerse con el poder del centro, pero no será el único en querer ese propósito.

No es una trama basada únicamente en golpes, peleas, sangre y más golpes. Sí, es un mundo violento el que se nos muestra, pero el protagonista se da cuenta de que él solo no podrá hacerse con todos los grupos. Pese a que éste es sólo el medio para demostrar a su padre que él es mejor, Genji también aprenderá el valor de la amistad, la camaradería, la superación, la fortaleza y la integridad. Obviamente, son aspectos que la sociedad japonesa premia fervientemente y en un largometraje de acción no podían faltar. No obstante, la cinta mantiene un ritmo enérgico y espectacular gracias a la perfecta coreografía de sus combates.

El trabajo realizado por el actor Oguri Shun deja atónito a cualquier espectador. Su furia interior, la indiferencia aparente o la búsqueda de aceptación y cariño, muestran a un personaje redondo y de fuerte interés. Su contrincante, en este caso, Tamao Serizawa, es interpretado, de forma impecable, por Takayuki Yamada, quien repetiría experiencia con el cineasta en años posteriores (“13 Asesinos”, 2010). Sin embargo, hay cierta manía por insertar una subtrama romántica como si fuese algo obligatorio en el género de acción y “Crows Zero” no iba a ser menos. La actriz Meisa Kuroki, que encarna a Luca Aizawa, lleva las riendas del lado más emocional del filme, pero, en conjunto, es una parte que sobra en la narración, con un personaje que apenas aporta a la historia y con unas canciones interpretadas por ella misma que rebajan el tono de una producción que pide intensidad constante.

The Street Beats, como grupo principal, que además repetiría en las dos ediciones siguientes; y la excelente labor del compositor Naoki Otsubo componen la banda sonora, con temas de influencia rock y punk, que otorgan esa fuerza necesaria para acompañar las grandes escenas de lucha. Por su parte, el director Takumi Furuya protagoniza otro punto fuerte de la película, con un trabajo fotográfico verdaderamente meticuloso al que se suma la precisión de una puesta en escena a cargo de Yuji Hayashida, con decorados callejeros y sucios, impregnados por ese aire yakuza inigualable.

Probablemente, “Crows Zero” no sea el mejor largometraje realizado por Miike, pero sí es cierto que no pierde mérito en ningún instante. Una exaltación de la violencia juvenil que engancha, divierte y nos transporta a un mundo en el que la supervivencia en el instituto es el objetivo primordial, excepto para quienes anhelan el poder, quienes no son capaces de conformarse, los líderes.

Lo mejor: las escenas de lucha tan logradas y apasionadas que nos ponen en tensión constantemente.

Lo peor: los toques de romanticismo y emotividad en una cinta que no lo necesita.



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