La película da sus primeros pasos con un flashforward de
decenas de jóvenes desnudos en el interior de una vivienda a modo de una
onírica fiesta sin límites e inmediatamente la historia retrocede dos meses
atrás a través de cinco personajes que se darán cita en una desmedida locura.
Georges (Marilyn Lima) y Laetitia (Daisy Broom) son dos amigas con
personalidades muy diferentes. Mientras que la primera juega al desenfreno con
los chicos, la segunda conserva su virginidad intacta, pero todo cambiará
cuando conozcan a Alex (Finnegan Oldfield), un desinhibido compañero del
instituto que vive solo en una gran casa de campo en la que se reúne con Nikita
(Fred Hotler), un pelirrojo sucumbido por el placer de las drogas. Los cuatro
entrarán en una rutina sexual entre celos y ambición, arrastrando a otros al clásico juego de verdad o atrevimiento, pero desvirtuado por completo hasta
convertirse en un “bang gang”, en el que también se verá envuelto Gabriel (Lorenzo
Lefebvre), el reservado vecino de Laetitita. Todos se rinden al momento, pero
ninguno de ellos medirá las consecuencias de sus actos.
La traición y el despecho llevan a actos desesperados que,
en condiciones normales, no se llevarían a cabo y que, en cambio, producen
arrepentimiento, soledad e, incluso, tal y como Husson pretende aleccionar,
en problemas de salud. Los arrebatos de emoción y las decisiones sin sopesar
nutren un argumento que refleja el abuso de las drogas y el sexo
bajo el telón de los sentimientos, la confianza y la amistad. La historia se distancia de la mirada de los padres y adultos que giran en
torno a los protagonistas, adjudicándoles papeles poco representativos,
mientras que hace especialmente hincapié en un nuevo elemento de estos últimos
años: el uso de las redes sociales y el teléfono móvil, medio por el que no sólo se dan cita los amigos, sino que además expanden la noticia de sus locos planes.
Sin embargo, “Bang Gang (A Modern Love Story)” continúa la
estela dejada por el famoso director estadounidense de cine independiente Larry
Clark. “Kids” (1995) logró hacerse con multitud de seguidores y detractores,
pero, sin lugar a dudas, no dejaba de ser un valiente retrato de la
adolescencia desde el punto de vista más crudo, convirtiéndose en una cinta indispensable para todo fanático del
cine indie. El tema se mantendría en estado latente a lo largo
de su filmografía, pero la visión de una juventud autodestructiva fue retomada
nueve años después con “The Smell of Us”, en la que se traslada la acción a París y se tratan más ampliamente cuestiones como la prostitución y la homosexualidad.
Con tales antecedentes, Husson apenas sorprende con su trabajo, en el que se
respira poca innovación y más onirismo que realidad, aunque, por supuesto, este último aspecto no sea negativo.
Con un ritmo bastante dinámico, la película entra en una
segunda mitad algo más floja, en la que nos damos cuenta enseguida de que la
autora ha olvidado por completo profundizar en sus propios personajes,
provocando que la narración cada vez sea más vacua y que tengamos una sensación constante de
gratuidad innecesaria. Pese a presentarse como una historia de amor moderno, se
trata más bien de un relato sobre el egoísmo, la soledad, de jóvenes perdidos,
aburridos con su situación y todo aquéllos que les rodea, pero, sobre todo, posee intenciones de aleccionar al público sobre
enfermedades de transmisión sexual en lugar de invitar a la reflexión. Muchos guionistas cometen del error de facilitar en exceso cualquier tipo de idea que se desprenda de la cinta, provocando que apenas quede más por aportar al espectador, como ocurre en este caso, pero si, además, sumamos el hecho de que la cineasta se olvide prácticamente de sus propios personajes, de los que no terminamos de
conocer las inquietudes que sienten, los
problemas que arrastran ni las inseguridades de cada uno, hacen que “Bang Gang (A Modern Love Story)” sea, por desgracia, un intento fallido en su recta final.
Este desentendimiento sólo provoca que los enigmas con respecto a los protagonistas vayan creciendo con el transcurso del metraje. Laetitia modifica su conducta, tal vez por celos, envidia o como forma de venganza hacia Georges, que, a pesar de ser la precursora de tan arriesgado juego, vemos cómo se siente desencantada de esta extraña venganza. De una u otra manera, todos terminan cambiando en sus vidas a través de comportamientos contradictorios, pero las razones quedan en el aire, quizá como metáfora de lo que oculta un adolescente en su interior y ese sentimiento de perdición que parecen experimentar o bien es posible que la propia autora desee restarles atención, como bien podría ser. Repletos de clichés, ninguno de ellos es destacable ni interesante gracias a esa falta de profundidad que, a mitad de película, se convierte en una carencia importante, restando cualquier atisbo de empatía hacia ellos.
Este desentendimiento sólo provoca que los enigmas con respecto a los protagonistas vayan creciendo con el transcurso del metraje. Laetitia modifica su conducta, tal vez por celos, envidia o como forma de venganza hacia Georges, que, a pesar de ser la precursora de tan arriesgado juego, vemos cómo se siente desencantada de esta extraña venganza. De una u otra manera, todos terminan cambiando en sus vidas a través de comportamientos contradictorios, pero las razones quedan en el aire, quizá como metáfora de lo que oculta un adolescente en su interior y ese sentimiento de perdición que parecen experimentar o bien es posible que la propia autora desee restarles atención, como bien podría ser. Repletos de clichés, ninguno de ellos es destacable ni interesante gracias a esa falta de profundidad que, a mitad de película, se convierte en una carencia importante, restando cualquier atisbo de empatía hacia ellos.
El director de fotografía danés Mattias Troelstrup realiza
un trabajo estético muy reseñable y totalmente diferente a lo que presentó en
“El Bosque de los Suicidios” (Jason Zada, 2016). Las proyecciones en el salón
de la gran casa y las escenas entre cuerpos desprenden un toque onírico
realmente interesante que potencian cierta sensibilidad ante el contacto entre
los personajes, pero que no logra encajar con el intento de realismo que Husson
pretendía otorgar al inicio de la cinta. “Bang Gang (A Modern Love Story)” termina en
un edulcorado romance, en sexo por amor. En ella no hay perversidad, no hay
riesgo e, incluso, en ciertos momentos, pierde verosimilitud. Apenas traspasa la delgada línea de la
indecencia que han querido vender y simplemente opta por quedarse en
un precario experimento que sirve como recuerdo de otras producciones mucho más
potentes.
Lo mejor: la labor fotográfica es lo más destacable, por encima
de cualquier otro aspecto técnico o narrativo.
Lo peor: tras casi 100 minutos de metraje, apenas conocemos
a los personajes y mucho menos comprendemos sus acciones. El desenlace
aleccionador, como si de un cuento con moraleja se tratase.
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