Pocos son los privilegiados que han podido revisar alguna
película norcoreana, saber cómo funciona su industria, qué historias presentan,
etc. El país más hermético del mundo tiene su propio sistema y, hasta hace bien
poco, ningún cineasta había logrado traspasar la frontera para mostrarnos cómo
se desenvuelven en el séptimo arte. Anna Broinowski fue una de las elegidas para
hacerlo y la primera directora occidental que accedió a tan codiciado material, del cual podemos disfrutar gracias al documental “Aim High In Creation!”. Y no es que su fin
fuera enseñar al público cómo es el cine de Corea del Norte, sino que más bien
todo fue propiciado por unos pozos de gas metano que pretendían construir cerca
de la casa de la realizadora australiana. Para evitarlo, decidió crear un
cortometraje propagandístico que permitiera concienciar a la gente de los
cambios que llevaría a cabo la compañía de fracking
y sus consecuencias, sobre todo para la salud de los ciudadanos. Casualmente,
en sus manos cayó el libro “El Cine y la Dirección”, un manual
escrito íntegramente por el ya fallecido presidente Kim Jong Il basado en las técnicas
hollywoodienses, que registra las directrices de lo que sería una industria
cinematográfica en consonancia con el socialismo y, obviamente, la mejor forma
de adoctrinar a la población. Dos años después, tras muchas negociaciones y
gracias al apoyo de sus vecinos, Anna consigue pisar suelo norcoreano sin cámaras
para estar una semana a prueba y demostrar que no es ninguna clase de espía.
Una vez superado, es entonces cuando contacta con la élite artística, actores y
cineastas populares que llevan décadas dedicándose a trabajar en películas y
que, asombrados de la petición de la autora, la ayudan en su intento por
construir lo que para ellos es lo más habitual.
La cinta está repleta de curiosidades que todo cinéfilo
disfrutará, desde las claves por las que se rige cada uno de sus largometrajes,
los trucos para adiestrar a sus espectadores e, incluso, las instalaciones
industriales y los decorados de sus producciones, con nombres bastante directos
como “Japón
malvado”, “Europa imperialista” y “Decadente Corea del Sur”. Nos
aproximamos a sus ciudadanos y comprobamos cómo son sus personalidades,
cercanos y de gran sentido del humor. Se presentan muy seguros de sí mismos y,
en ocasiones, con cierto aire de superioridad al creer que son una de las
potencias cinematográficas más importantes del mundo, pero, sobre todo, son aplastantemente
sinceros y es que, incluso, la propia Anna vive en sus carnes el rechazo como pésima
actriz al participar en el último trabajo del mismísimo Ri Ri Gwan Am, uno de los más
afamados realizadores nacionales al que el documental califica como el Oliver Stone
norcoreano, que no duda en expresar tajantemente cómo, la escena en la que ella
participa, va a ser sustituída.
Llama la atención la gran variedad de géneros que se pueden
encontrar, desde thrillers hasta
comedias románticas o de terror. Ellos mismos saben el poder que genera el cine
y es por eso que no se limitan a las historias bélicas para reforzar la idea
del heroico socialismo contra el malvado capitalismo occidental. Prefieren no
incluir sexo, puesto que se trata de educar y no de liberar el pensamiento, las
mujeres valientes que se defienden por sí mismas son siempre las protagonistas,
aunque respaldadas por el pueblo, su escenario es la misma naturaleza, los
finales son felices y, sobre todo, la música es una pieza clave, con
estribillos pegadizos que lanzan mensajes politizados para afianzar la
ideología del régimen.
Anna no sólo consiguió presentar con éxito su cortometraje “The
Gardener”, incluido al final de “Aim High In Creation!”, sino que
además tuvo material suficiente para crear un documental que recogiera su
vivencia. A veces sentimos estar ante una parodia de lo que nos muestra, con
algún que otro sketch en el que
intenta inculcar a su equipo las directrices que un día escribiera el dictador;
y es que visualmente trata de imitar mínimamente a esa imagen analógica que
todavía explotan en Corea del Norte y que aparentemente no pretenden cambiar.
Los efectos coloristas y arcaicos también quedan registrados en un metraje que
nos enseña un aspecto bastante desconocido de este país, su industria
cinematográfica. 7/10
Lo mejor: la cantidad de anécdotas que nos siguen
sorprendiendo de este impenetrable territorio.
Lo peor: vemos paralelamente la pantomima que hacen la
directora y su equipo para emular el trabajo propagandístico norcoreano. Al
principio, resulta fresco y divertido pero, con el transcurso de la narración,
vamos perdiendo el interés.
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