Los
países escandinavos se suman al furor del thriller
de gángsters con gran éxito. No hay nada más que ver “Uno Tras Otro”, del
director noruego Hans Petter Moland. Un largometraje de intriga que conquista
por su sencillez narrativa y acidez en su humor a partir de la historia de Nils Dickman
(Stellan Skarsgård), un honrado conductor de un vehículo
quitanieves, que es nombrado ciudadano del año por su ejemplar labor en las
carreteras condales. Su tranquilo día se ve interrumpido con la noticia de la
muerte de su único hijo por una supuesta sobredosis de droga. La esposa queda
sumida en el dolor, mientras que Nils es incapaz de aceptar la realidad,
determinando que, en realidad, se trata de algún ajuste de cuentas. Es por eso
que iniciará una extenuante búsqueda por su cuenta para dar con los culpables
del asesinato, cueste lo que cueste.
Su
camino se ve envuelto de una enmarañada trama que enfrentará a noruegos,
daneses y serbios. Mafias en el punto de mira y un elemento clave que deja al
descubierto la genialidad de esta obra: una lista prácticamente interminable de
muertes que el propio autor nos va señalando en pantalla con el nombre de la
víctima y la cruz, en función de la religión que profese éste, sobre un fondo
negro, volcando toda clase de ironía y maldad a tan creciente repertorio de
cadáveres.
Bajo
la espesa capa de nieve del desértico suelo nórdico, no podemos evitar recordar
a los hermanos Coen
con su mítica “Fargo” (1996). Una sombra que persigue irremediablemente a “Uno Tras Otro”, aunque sepa distanciarse de su antecesora gracias a la
sátira bien dosificada y al trabajo realizado en los diálogos, totalmente
eficaces y entretenidos, en los que cabe, incluso, la crítica hacia el sistema
carcelario nacional.
La
sed de venganza es el motor principal de la narración, de la que disfrutamos,
sobre todo, gracias al veterano Skarsgård, pieza indispensable en la filmografía
de Moland,
que empezó a contar con él desde su segundo largometraje, “Zero Kelvin” (1995). Perfecto
en su papel, se adapta a la frialdad de su personaje, que prefiere esconder sus
sentimientos para fortalecerse ante la adversidad.
En igualdad de condiciones se encuentra también el fantástico Bruno Ganz al dar vida al jefe de los serbios, que se ve inmerso en plena batalla como un peón más en la partida de ajedrez. Por su parte, Pål Sverre Hagen se encuentra en el extremo opuesto ejerciendo de un antagonista bastante especial y que nos entrega varios momentos hilarantes. Es difícil tomar en serio sus “despiadadas” decisiones cuando le vemos llorar en solitario o enfadarse de una forma demasiado infantil. Sin embargo, y a pesar de reírnos con su ocurrente interpretación, acaba siendo el eslabón débil de la película, puesto que, en algunas escenas, resulta más que molesto y entorpecedor para el desarrollo de la trama. Protagonista absoluto del humor, vemos cómo discute con una ex-mujer que le saca de quicio y con su total incultura, relegando su imagen a la de un líder patoso y que lo único que parece entretenerle es matar a alguien de vez en cuando.
En igualdad de condiciones se encuentra también el fantástico Bruno Ganz al dar vida al jefe de los serbios, que se ve inmerso en plena batalla como un peón más en la partida de ajedrez. Por su parte, Pål Sverre Hagen se encuentra en el extremo opuesto ejerciendo de un antagonista bastante especial y que nos entrega varios momentos hilarantes. Es difícil tomar en serio sus “despiadadas” decisiones cuando le vemos llorar en solitario o enfadarse de una forma demasiado infantil. Sin embargo, y a pesar de reírnos con su ocurrente interpretación, acaba siendo el eslabón débil de la película, puesto que, en algunas escenas, resulta más que molesto y entorpecedor para el desarrollo de la trama. Protagonista absoluto del humor, vemos cómo discute con una ex-mujer que le saca de quicio y con su total incultura, relegando su imagen a la de un líder patoso y que lo único que parece entretenerle es matar a alguien de vez en cuando.
“Uno Tras Otro” es desinhibida y descarada, demostrando una vez más que no
es necesario emplear un gran presupuesto para crear una estupenda obra, con
gran sencillez y sin demasiados efectos. Junto a esa afilada comicidad, también
hay tiempo para retratar la violencia con la que actúan estos grupos armados,
que, aunque en este caso se enfoque al norte europeo, bien podría ser el
ejemplo de otras bandas que pueblan el continente. Una de cal y otra de arena,
así es cómo funciona este entretenido thriller
que consigue enganchar desde el primer minuto. 7,5/10
Lo
mejor: los elegantes toques de humor cargados de ironía y crítica.
Lo
peor: la figura del antagonista roza lo ridículo, por lo que es imposible
tomarle mínimamente en serio.
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