Nadie
está preparado para convivir con la pérdida de un ser querido y utilizamos la
palabra “convivir” y no “superar”, como se suele decir habitualmente, porque
nadie es capaz de dejar atrás algo semejante y, sobre todo, porque nunca
volvemos a ser los mismos. A veces, es inevitable caer en la espiral de la
temida depresión, una enfermedad de la que es difícil salir si no ponemos de
nuestra parte. Los recuerdos de esa persona nos suelen consumir y si además nos
quedan cuestiones pendientes como el no habernos despedido o, tal vez, no
haberle mostrado el cariño suficiente, hace que nos ahoguemos en la pena y en
la constante imagen de aquellos últimos momentos, recreándonos en la
posibilidad de que fuesen diferentes.
Un
duro planteamiento es el que tenemos con “Stand by for Tape Back-up”,
el primer documental realizado por el escritor irlandés Ross Sutherland. Tras el
fallecimiento de su abuelo, el autor visita su apartamento. Allí encuentra una
vieja cinta de VHS, en donde el anciano grababa programas que se emitían en la
televisión. Una auténtica regresión a su infancia, cuando disfrutaba de
aquellos momentos en familia, pero que ahora sólo despierta unos demonios
interiores que le llevan a reflexionar sobre diferentes cuestiones, unas
divertidas, otras amargas, bañadas en el dolor, pero todas ellas sumergidas en
la nostalgia por tiempos mejores.
El
filme comienza cuando Sutherland le da al play y aparece un fragmento de “El Mago de Oz” (Víctor Fleming,
1939), con el que nos explica que el cerebro humano está acostumbrado a buscar
patrones entre la aleatorización y cómo estamos expuestos a casualidades
imposibles. Una excusa para dar rienda suelta al tema “The Dark Side of the Moon”,
de Pink Floyd,
y ver cómo se sincroniza a la perfección con las imágenes del clásico de
Hollywood. Así es cómo está construido este trabajo, en el que vemos pasar
pequeñas piezas acompañadas de la voz del director, que nos va narrando todo lo
que pasa por su mente, lo que le evoca y siente en cada momento. Algunas veces
nos describe lo que ya vemos, otras
utiliza el rap para dar rienda suelta
a cualquier asunto, pero su discurso es totalmente lúcido, aunque a veces no lo
parezca.
Quizá
este tinte experimental está más cerca de la performance y, tal vez, tener la experiencia de visionarlo en
directo hubiera conquistado más a su público, pero lo que sí es cierto es que
es inevitable sentirse identificado con esta especie de homenaje a su abuelo o,
quizá, terapia para el propio Sutherland, un medio para convivir con esa pérdida
con la que claramente se le ve luchar. “Los Cazafantasmas” (Ivan Reitman,
1984), “El Príncipe de Bel-Air” (Andy y Susan Borowitz, 1990), “Tiburón” (Steven Spielberg,
1975), el mítico videoclip de Michael Jackson, “Thriller” (John Landis,
1983), un partido de fútbol que se niega a volver a ver o algún que otro spot publicitario de un banco, con el
que el escritor aprovecha para contar su fatídica experiencia laboral; o,
incluso, de unas compresas. La imagen es puesta en slow motion o rebobinada una y otra vez según su capricho,
repasando cada instante de su memoria, con total libertad a la hora de
expresarse. Una montaña rusa para nuestro interés, que decae con sus
divagaciones filosóficas y resurge en su sentimentalismo gracias a la empatía
de quienes hemos vivido idéntica situación.
“Stand
by for Tape Back-up” es una obra muy personal no sólo para Sutherland,
sino también para nosotros mismos. La búsqueda de un pasado para comprender un
presente y convivir en paz con el futuro nos presenta un trabajo atípico que
cuesta visionar, pero que no deja de ser una simple terapia para quien intenta
superar una depresión, una pérdida que cuesta asimilar y por la que, pos
desgracia, todos pasamos. 7/10
Lo
mejor: cuando profundiza en sus experiencias
Lo
peor: los momentos en los que se pierde entre tanta filosofía.
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