martes, 4 de septiembre de 2018

UN EJERCICIO DE DECONSTRUCCIÓN (1926)


El artista francés Marcel Duchamp se convirtió en uno de los pilares fundamentales del movimiento dada. Con la adquisición de una máquina óptica, comenzó a interesarse por las artes cinematográficas, expandiendo, así, su talento y creatividad más allá del arte moderno y sucumbiendo, como no podría ser de otra manera, a las nuevas tecnologías que empezaban a estar al alcance de unos pocos a principios del siglo XX. Así es como dio vida a “Anémic Cinéma”, aunque nunca la firmó con su nombre, sino con su alter ego Rrose Sélavy. No fue su primer coqueteo con el séptimo arte, puesto que, con anterioridad, filmó a la baronesa von Freytag-Loringhoven y su depilación de pubis, a pesar de que tal metraje acabara estropeándose y sólo pudiese salvarse una pequeña parte de él; y también tuvo tiempo para formar parte de la filmación de “Entreacto”, una de las obras más célebres de su amigo, el cineasta francés René Clair, en donde participa activamente con una partida de ajedrez junto a su compañero artista Man Ray.

Tanto él, que puso a disposición su estudio, como el director de fotografía suizo Marc Allégret ayudaron a Duchamp con la producción de “Anémic Cinéma”, en donde vuelve a rezumar ese erotismo de sus inicios cinematográficos, pero, esta vez, desde un prisma algo diferente. La cinta combina diversos objetos, de los cuales, es destacable la inserción de Rotoreliefs. Una mágica palabra inventada que venía a referirse a los dibujos animados que aparecían en la obra y que se unen tanto a los juegos de palabras que surgen desde el mismo título como a los escenarios que supuran ese atisbo de sensualidad. La dualidad que transpira su alter ego también se traslada a sus imágenes, entre sonidos y frases, que nunca surgen de forma caprichosa, sino como parte del subconsciente del autor. Versos que proceden de diversas fuentes, como de Adon Lacroix, la esposa de Man Ray, y que suponen un elemento más del propio movimiento surrealista.

Aparentemente, “Anémic Cinéma” podría ser tildada de cinta paranoica entre dibujos geométricos en movimiento, positivado de fotografías directas sin negativo o rayografía y palabras en francés sin sentido, pero, en realidad, Duchamp juega con el espectador para introducirle en un claro experimento visual y mental en el que los sonidos que recibimos son contrarios a las palabras que visualizamos. Paranomasias y aliteraciones que nos mantienen encerrados en el metraje hasta su punto y final gracias a la inevitable curiosidad que despierta la creatividad óptica del autor. Cada dibujo recortado en cartón, cada letra pegada, una por una, en estas piezas. La labor tanto del artista como de sus compañeros fue ardua, minuciosa y prácticamente al mismo nivel que otros metrajes de la época, como bien pudiera recordar al estilo de “Ballet Mécanique”, del director y guionista francés Fernand Léger

“Anémic Cinéma” también supuso un primer intento de venta de merchandising. Una maniobra francamente interesante e inteligente que, en cambio, se vio precipitada por los tiempos. La venta de aquellos cartones cortados en forma de figuras geométricas y que eran expuestos en una plataforma giratoria fueron un auténtico desastre para su bolsillo, pero, al menos, sirvió para dar pie a nuevos experimentos en otros ámbitos científicos. Al final, este proyecto de casi 7 minutos de duración se llevó toda la primera paga de su herencia, pero ha sido reconocido como una de las piezas experimentales más importantes de la historia del cine. Fue estrenada en pleno agosto en una pequeña sala privada de París y sólo unos pocos tuvieron la suerte de acceder a la visualización de un inigualable poema visual que utiliza las herramientas cinematográficas disponibles de una forma inesperada.


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