La historia ha demostrado
que el régimen nacionalsocialista de Adolf Hitler ha sabido sacar el máximo partido al cine como arma
propagandística. Su ministro Joseph Goebbels consideraba que la producción de películas
era una de las mejores herramientas para adoctrinar a la población y, en
especial, a la juventud. Sus cifras dejan temblando a cualquier taquillazo que
conozcamos y es que, desde 1933 hasta 1945, se produjeron alrededor de 1.300 filmes
de los que disfrutaron millones de espectadores en sus primeras semanas de
estreno, como en el caso de uno de los largometrajes más afamados, “El
Judío Suss” (Veit Harlan, 1940), que reunió a 20
millones de personas en las salas del país. Con el final de la
guerra, unos 300 metrajes realizados durante el nazismo fueron prohibidos y se
mantuvieron bajo llave en un depósito de la Fundación Murnau al que sólo unos
pocos podían acceder. Actualmente y aunque la cantidad de títulos se redujeron
en gran medida, la situación sigue siendo la misma con unas barreras infranqueables
para quienes desean visionarlos, por lo que las oportunidades se reducen a
algunas filmotecas y eventos muy concretos. El miedo a que se repitan los mismos hechos a
través de este material hace que, en pleno 2015 y tras 70 años de aquella
nefasta época, siga en pie un eterno dilema: ¿es correcto seguir manteniéndolos
ocultos y alejados de toda la población por evitar las posibles consecuencias
de su publicación o es mejor que sean exhibidos como forma de entender el
pensamiento nacionalsocialista, nuestra memoria histórica y como parte de un
sistema educacional?
“Forbidden
Films”, el documental realizado por el guionista y director alemán Felix Moeller, expone esta cuestión ampliamente, aportando
diversas entrevistas a académicos, investigadores y espectadores de ciclos
cinematográficos especializados que han tenido el placer de ser testigos de lo
que un día se utilizó como una peligrosa arma. En su mayoría, apoyan la
posibilidad de ver circular esta polémica colección que supone
todo un patrimonio cultural de sumo valor y que merece ser difundido de la
forma más correcta y no a través de algunas plataformas de Internet, como Youtube,
en donde se dispone de copias online de algunos de sus títulos y promovida de
la manera menos deseada. Un dilatado debate recogido para reflejar la casi
obligación de ser expuestos al gran público para que puedan entender la
mentalidad de nuestros antepasados y mostrar la verdadera cara del conflicto y
su magnitud. Por supuesto, muchos concluyen la necesidad de una base educacional
para comprender el contexto, puesto que es un material que puede seguir siendo
dañino para determinadas mentes.
A su vez, el metraje se complementa con pequeños fragmentos de
las películas más populares del régimen, como “El Flecha Quex” (Hans Steinhoff,
1933), “El Eterno Judío” (Fritz Hippler, 1940), “Stukas” (Karl Ritter,
1941), “El Presidente Krüger” (Hans Steinhoff, Karl Anton y Herbert Maisch, 1941) o “Die
Grosse Liebe” (Rolf Hangen, 1942), mostrando una visión
contradictoria que sólo favorecía al nazismo y que dejaba a los polacos, judíos
y británicos como los únicos instigadores de la situación que vivía Alemania durante
las contiendas internacionales, sino también en su periodo de entreguerras. Su
papel de antagonistas les hacía abusar del ciudadano germánico con violaciones,
asesinatos y vejaciones. Incluso, se ha intentado “desnazificar” a algunas de
ellas, como “Los Rothschild” (Erich Waschneck, 1940) o “Wunschkonzert” (Eduard Von Borsody,
1940), de las que se recortaron las escenas más impactantes, derivando en un simple entretenimiento con una
plana narración con el fin de no desenterrar ciertas convicciones.
Los realizadores experimentaban a través de todos los géneros,
pero sus mayores éxitos venían dados por la comedia y el thriller, puesto que cuanto más fresca e interesante era la trama, el público parecía
captar mejor la esencia propagandística que se quería inculcar. Los actores
encumbrados obtenían prácticamente una fama inmortal, como sucedió en los casos
de Emil Jannings
y Heinrich
George, sobre los que se analiza su situación en “Forbidden
Films”, un completo documental no sólo de la realidad del cine alemán
de la época, sino también del estado en el que se encuentran sus piezas más
importantes, pero, a su vez, más peligrosas y a las que más se teme, pues en su
interior siguen latentes los fantasmas del nazismo. 8/10
Lo mejor: el meticuloso trabajo de investigación que Moeller
nos ofrece es fascinante.
Lo peor: su profundización en la cuestión de si las
películas deben ser expuestas o no resulta extremadamente exhaustiva y
apabullante.
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