Pocas
veces hemos presenciado que, en una película de animación, los personajes
secundarios destaquen por encima del principal. Así ocurrió con “La
Edad de Hielo” (Chris Wedge, Carlos Saldanha, 2002), en la que aparecía una simpática
y patosa ardilla llamada Scrat que causó furor entre el público. Años
después, de nuevo, ésto se repitió en “Gru: Mi Villano Favorito” (Pierre Coffin
y Chris Renaud
2010) con los traviesos Minions. Los pequeños seres amarillos regresan a
la gran pantalla de la mano de los directores Kyle Balda y Pierre Coffin para presentarnos su
historia desde los orígenes más remotos. Su existencia se centra en la búsqueda
de algún malvado líder al que servir, desde un Tiranosaurio Rex hasta el
mismísimo Drácula
o Napoleón.
Cualquier ser maligno es digno de sus servicios, pero con la llegada del siglo
XX y sumergidos entre glaciares, no encuentran a ningún amo al que dedicar sus
días. Es por eso que tres intrépidos Minions, Kevin, Stuart y Bob, se embarcan en un viaje por el mundo para
encontrar su salvación, puesto que su tribu ha perdido la razón de vivir. Así
es como llegan a Nueva York, donde descubren, a través de un canal de
televisión clandestino, que se va a celebrar una convención de villanos en
Orlando, dando comienzo a su verdadera aventura en la que conocerán a Scarlet Overkill,
la más mala de todos, que pretende aprovechar el evento para recluir a nuevos
pupilos.
La
cinta divide su guión en dos partes bien diferenciadas: una relacionada con la
evolución del clan a lo largo del tiempo, compuesto principalmente por varios gags de gran comicidad que mantienen la
esencia de los largometrajes originales; y otra en la que el personaje
antagónico prepara un plan maligno para robar la corona británica, en el que Overkill
pondrá a prueba a los tres protagonistas. Por desgracia, con el transcurso del
metraje, las risas se vuelven más limitadas y el interés se tambalea. La
supervillana resulta excesivamente simple y sin carisma y, aunque en un
principio parece tener un gran peso en la narración, acaba siendo todo un
personaje casi dispensable, al igual que el novio de ésta, Herb, que apenas acapara escasas
escenas. Y es que sin Gru, todo tiene menos sentido y, por tanto,
nuestra atención va y viene constantemente con tal desatino.
Pocas
sorpresas encontramos más allá de lo que cuenta la sinopsis. Lo que prometía
estar, como mínimo, al mismo nivel que la saga de Coffin y Reanud, se convierte en un spin-off algo pobre a partir de la mitad
de la historia. No obstante, el uso del 3D ayuda a amenizar los momentos más triviales,
convirtiendo a “Los Minions” en una película ideal para los más pequeños y un
respiro liviano como típico entretenimiento veraniego para los adultos.
La
aventura queda apagada por situaciones explotadas por cientos de largometrajes
de animación, unos detalles que parecen poco cuidados, sin ingenio y algo apresurados.
Es inevitable comparar a “Los Minions” con las producciones que
propulsaron su fama y, por desgracia, en esta ocasión, sale perdiendo. A pesar
de que su comicidad es la principal atracción del filme, no resulta tan fresca
y los gags incluidos no son tan
inesperados, cayendo en la falta de original y en la salida más fácil.
Como punto fuerte encontramos la duración del metraje, unos 90 minutos, y su ágil ritmo, que se detiene en pocos detalles y desarrolla su acción de forma dinámica y resuelta. Igualmente y pese a todo, estos pequeños seres siguen despertando ternura y simpatía con su agradable aspecto, sus divertidas travesuras, su extraño lenguaje y su gran predilección por las bananas.
Lo
mejor: la primera parte de la cinta posee unos estupendos gags que arrancan unas cuantas carcajadas.
Lo
peor: la trama principal, que se desarrolla en mayor medida en su segundo
tramo, es más pesada por una villana de lo más insulsa.
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