jueves, 2 de julio de 2015

LOS MISMOS JÓVENES DECADENTES (2014)


Desde que el director norteamericano Larry Clark dio el salto a la fama en el mundo del cine más independiente con su segunda cinta “Kids” (1995), no hemos visto más que desfilar las principales obsesiones del artista a través de diferentes personajes que pecaban de jóvenes marginales sumergidos en el descubrimiento sexual y de las drogas. Poco han variados estos temas en su filmografía, a excepción de contadas ocasiones, y, una vez más, se repite el esquema con uno de sus últimos largometrajes “The Smell of Us”, una clara fotocopia de aquella obra maestra reproducida casi 20 años después. Tal vez pueda sonar a lo de siempre y, en parte, es cierto que no se desvía mucho de ese arriesgado camino que en su día tomó, pero es sumamente enriquecedor ver el cambio evidente en la juventud de entonces y en la de ahora. Seguimos moviéndonos entre familias disfuncionales, sexualidad, la búsqueda de la libertad, la rebeldía en plena adolescencia, el consumo de drogas, la prostitución y la marginalidad. Cuestiones que, como vimos en su antecesora, también se recogen en esta nueva producción y es que el autor sigue siendo un gran provocador.

París se antoja como el escenario principal para una pandilla de skaters, que se apoderan de espacios para su ocio, pero tras este telón aparentemente normal, algunos de ellos permanecen tirados en oscuros y solitarios rincones, decaídos, aburridos, jugando o entablando amistades con vagabundos, dando la cara a plena luz del día para entregar sus cuerpos al primer postor o tonteando con el alcohol y demás sustancias. Pocos muestran rasgos físicos de madurez, apenas son unos cuantos críos paseando por las calles, pero, más allá de esa imagen, se esconden problemas realmente serios, ansias de crecer demasiado rápido, de coquetear con el mundo adulto cuando aún ni siquiera deberían estar a las puertas. Entre ellos destaca Math (Lukas Ionesco), con una belleza clásica, angelical, cándida y virginal que le hace parecer vulnerable, pero a la vez posee un toque de oscuridad, de dolor y rencor por lo que le rodea. Junto a su amigo J.P. (Hugo Behar-Thinières), utilizan las redes para venderse a, sobre todo, ancianos pedófilos a cambio de unos jugosos billetes.

A través de “Kids” vimos a la generación de los 90 luchar por escapar de sus padres, por encontrar una independencia prematura y justificar así su indisciplina, pero esa batalla contra el adulto se va de las manos al aceptar que éste es el que gana en sus vidas. Dos décadas después los mismos problemas e inquietudes siguen esperando a quien comienza a crecer. Sin embargo, el poder cambia de manos cuando vemos una mayor autonomía en los protagonistas, cuyos padres apenas interceden en su día a día o, incluso, no se comportan como la figura natural que deberían adoptar. Y es que Internet les ha dado autonomía suficiente para hacer y deshacer a su antojo, para dejar atrás una fase vital por la que todos hemos pasado, obviando la adolescencia como si fuese una leyenda urbana del siglo anterior. Explotan su seducción como quieren y su ocio como mejor les satisface, olvidan a su familia para no despertar odios interiores, traumas personales y agujeros psicológicos profundos.

Ionesco sorprende muy gratamente con su interpretación de Math, un muchacho deseado por los hombres, por sus amigos y hasta por su madre. Su camino se abre sin esfuerzo y con desidia al poseer lo que los demás codician, dejándose llevar con indiferencia, sin aspiraciones. No importa que un viejo repelente le lama los pies en una de las escenas más eternas y repugnantes de la película, puesto que el dinero le facilita comprarse ropa o ir a la discoteca de turno. Clark es directo, guarda los tapujos y no duda en mostrar la realidad tal y como es, con sexo explícito, con un homoerotismo perverso que roba y viola la juventud a los personajes, incomoda con la gratuidad de los actos, juega con la extravagancia, no respeta el vacío existencial de estos jóvenes ni su autodestrucción y nunca los detiene, es más, el espectador es obligado a mirar desde la distancia, a manchar sus manos con la suciedad de la imagen, explotada en diversos formatos para experimentar sobre la piel de la pubertad.

Michael Pitt se suma al elenco sólo para formar parte de su ecléctica banda sonora. Con guitarra en mano, rasga las cuerdas y su voz para regocijarse en la decadencia de los protagonistas. Se une a ellos en las decrépitas calles parisinas como contrapunto a la música electrónica de los antros. Adolescentes dejándose la piel al son del dubstep a todo volumen para dar paso al propio Bob Dylan con su “Ring Them Bells” mientras Math es acariciado y besado por un repelente desconocido en plena pista de baile. “The Smell of Us” no profundiza más allá de lo que Clark nos muestra a simple vista. Podría decirse que estamos ante una especie de secuela de “Kids” en cuanto a sus personajes, pero en realidad no es más que una evolución de la generación que desea que el tiempo pase lo más rápido posible. Mismos problemas, pero diferentes circunstancias. 6,5/10

Lo mejor: el autor no repara a la hora de hacernos sentir repugnancia en comportamientos y actos, con los que hasta él se deleita al prolongarlos.

Lo peor: resulta inevitable relacionar su filmografía con esta obra, con la que el director sigue arriesgando en su justa medida, pero sin sobrepasar límites ni ofrecer algo diferente, sino sólo una prolongación.


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